Cada individuo guarda en su ADN la historia de toda su especie. Pero en ocasiones el relato que nos cuentan los genes se convierte en una paradoja. Es el caso de la parentela humana en Eurasia. Los neandertales, esos homínidos extintos a los que incluso se les atribuyen las primeras muestras de arte rupestre, y los enigmáticos denisovanos, de los que apenas hay restos, forman un grupo humano separado de los sapiens hace más de 550.000 años. En principio, deberían parecerse mucho entre sí. Sin embargo, en contra de lo que cabría esperar, el cromosoma Y de los neandertales es más similar al nuestro. ¿Cómo es posible esa contradicción? Según un equipo internacional, dirigido por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig (Alemania) y en el que participan investigadores del CSIC, el motivo es que ya nos hibridamos con ellos hace 300.000 años, mucho antes de lo que se creía. Lo explican en la revista «Science».
Los científicos analizaron el cromosoma Y, que se transmite solo por vía paterna, de tres neandertales masculinos, uno de ellos procedente de la cueva de El Sidrón en Asturias, y de otros dos denisovanos masculinos de Siberia. «La información del genoma nos da un árbol evolutivo y la que se puede inferir desde el cromosoma Y otro distinto. Ese es el enigma a interpretar», explica Antonio Rosas, profesor de investigación del CSIC y director del Grupo de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales. La misma contradicción ya se había visto antes en el ADN mitocondrial, herencia materna, y la explicación es la misma: «Probablemente ocurrió un fenómeno de hibridación de unos sapiens arcaicos y unos neandertales arcaicos», señala el investigador.
En esos encuentros, se transfirió el ADN tanto mitocondrial como del cromosoma Y «y por efecto del azar (lo que se llama deriva génica) en poblaciones neandertales pequeñas, aisladas y con alta endogamia, persitió ese ADN transferido desde el linaje sapiens», añade Rosas. Los genes propios, heredados de antiguo, fueron barridos por los nuevos, incluso aunque los apareamientos fueran escasos.
Volumen encefálico
Pero, ¿qué implicaciones tuvo ese cambio en el cromosoma Y para los neandertales? «Esa es una buena pregunta para la que todavía no tenemos respuesta», admite el investigador. «Se cree que la transferencia de neandertales a sapiens (todos, excepto los africanos, tenemos un pequeño porcentaje de genes neandertales) influyó, y todavía lo hace, en nuestro sistema inmunitario, pero la de sapiens a neandertales todavía está por ver», señala. Cuando se ve la evolución de ese grupo humano en el registro fósil no se detecta ningún cambio especial. «Es verdad que en esa época, de 300.000 a 250.000 años, empiezan consolidarse lo que llamamos neandertales clásicos (Homo neanderthalensis), en contraposición a los más antiguos, pero entramos en el terreno de la especulación», indica. También entonces se produjo el incremento del volumen encefálico de estos homínidos. «Si en ese proceso influyó el linaje sapiens es algo que aún no lo sabemos», subraya.
Eso sí, Rosas no cree que ese «traspase» de ADN tuviera nada que ver con la posterior desaparición de los neandertales. «De hecho, sobrevivieron 250.000 años más, que no es poco tiempo -dice-; su extinción final coincide con una serie de circunstancias que sí pudieron ser decisivas: cambios climáticos, pérdida de variabilidad genética, quizás la llegada de los cromañones».
abc
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