Nunca había marcado en el Wanda. Y no son tantos los estadios que puedan presumir de eso, de que Cristiano no haya mojado allí. En realidad sólo había jugado en la nueva casa rojiblanca una vez, en noviembre de 2017, derbi liguero, 0-0, en aquella mala racha suya tras cumplir los partidos de sanción por la expulsión en la Supercopa contra el Barça. Y así siguió el Metropolitano, terra ignota para CR7, quién sabe cuando será su próxima visita. Porque, visto lo ofrecido anoche por la Juventus, mucho tendría que mutar para regresar a Madrid el 1 de junio. «Yo cinco, Atlético cero», fue su rabioso mensaje antes de poner rumbo a Turín.
Como hechizado Cristiano por la súperluna llena que asomaba en el cielo o por el buen pulso del Atlético, serio en su mejor partido de la temporada, en el momento más oportuno. Una muñeca hinchable con su camiseta y el siete a la espalda iba y venía en el fondo, que abucheaba con fuerza cada vez que la tocaba, cada vez que un disparo de quien fuera su gran bestia negra -22 goles en nueve años, en 31 partidos; sólo Messi tiene mejor números contra el rojiblanco (28 en 37 noches)-, se iba a las nubes. De hecho, no paró de incordiarle desde que salió el último de la fila de la Juve en el calentamiento.
La primera parte apenas había dejado un aviso temprano, en forma de misil, una falta directa desde 30 metros que Oblak despejó. Iba a ser lo más cerca que estuviera del gol. Lo demás, un quiero y no puedo. Tan diluido como la propia Juve, cayendo a ambas bandas, bajando a recibir... Un par de jugadas dentro del área. Algún resbalón, balones perdidos ante el rapidísimo Giménez, algún recado recibido de Juanfran. Por supuesto, celebrado el pisotón por las tribunas. Todo más o menos intrascendente hasta que, en el minuto 40, empezó su particular rifirrafe con el fondo del Atlético que iba a tener prolongación ante los periodistas.
Ahí, la afición colchonera, que tanto le ha sufrido, sacó todo su repertorio en contra del luso. Primero le instaron a pagar a Hacienda y le llamaron «moroso». Y después subió el nivel de los insultos. Le cantaron «violador». Y después, directamente, le gritaron «muérete». Ahí, el ex madridista, harto, respondió. Con un gesto con su mano y los cinco dedos. Recordando sus cinco Champions ganadas, dos de ellas precisamente con el Atlético en la final.
Los primeros minutos de la segunda mitad, con muchos más espacios, pudo ser el momento Cristiano. El que fastidirara la preciosa fiesta del Wanda, ambientazo al que le faltaba el gol local, tan cerca en las oportunidades de Costa y Griezmann. O el gol anulado por el VAR a Morata. Después todo estalló por los aires, con Giménez y Godín -el balón tocó en Ronaldo antes de entrar-, precisamente sus rivales toda la noche, haciendo justicia. Cristiano se fue como vino -pese a un remate de cabeza desesperado en el descuento-, con ese único gol en lo que va de Champions. Pura impotencia en un noche inolvidable en el Metropolitano.
Elmundo