Perder el tiempo cuando tenemos otras cosas que hacer es algo común en nuestra vida. Ante una tarea que se nos hace tediosa, preferimos «echar» el rato viendo un vídeo gracioso, mirando Instagram o incluso haciendo tareas de la casa con tal de no ponernos con lo que realmente tenemos que hacer. Aunque esto nos ha pasado siempre, es desde hace unos años el término «procrastinar» se ha vuelto popular. Esta palabra, cuyo significado literal es aplazar o diferir, hace referencia a esos momentos en los que evadimos nuestras responsabilidades haciendo otras cosas.
Son muchos los que procrastinan, seguramente a todos alguna vez nos haya pasado. Pero, como casi todo en la vida, esto también tiene remedio. Así lo afirma Garland Coulson, popular conferenciante que imparte enseñanzas sobre productividad, en el libro «Deja de perder el tiempo» (Libros Cúpula), en el que el autor desarrolla un programa de cinco semanas para dejar, de una vez por otras, atrás esta mala costumbre.
«Intentar solucionar el problema de aplazar tareas sin entender primero por qué las dejas para más tarde es como intentar reparar un tejado agujereado y con goteras poniendo un cubo en el suelo para recoger el agua cuando llueve», explica Coulson en el libro. Por ello, el primer paso que debemos dar es encontrar la razón por la que somos personas procrastinadoras.
¿Con qué tipo de procrastinador te identificas?
El autor identifica los cinco perfiles de procrastinadores que podemos encontrar:
1. El aprensivo: son las personas que se centran en todo lo que puede ir mal y están preocupadas porque no podrán terminar a tiempo ni hacer un buen trabajo. «Gastan toneladas de energía en esos problemas imaginados, y así se quedan sin energía para terminar la tarea», explica el profesional.
2. El perfeccionista: son personas que necesitan que cada proyecto sea «perfecto», por eso dedican mucho tiempo a revisar una y otra vez el trabajo, en un intento de mejorarlo, y la consecuencia es que nunca consiguen «dar por terminado» nada. «Esta actitud puede provocar que un solo proyecto u objetivo los mantengan ocupados, mientras otros proyectos y tareas de gran importancia quedan inacabados porque están dedicando demasiado tiempo al primero», apunta Coulson.
3. El complaciente: Son personas que buscan ayudar, por eso siempre responden que sí a todo sin valorar cómo esto afectará a la planificación de su trabajo. «A medida que van aceptando más y más trabajo y las peticiones personales de otra gente, van dejando de lado sus propias tareas. Los complacientes van sobrecargándose con el trabajo de otros simplemente porque son incapaces de decir que no», apunta el escritor.
4. El picaflor: «Los picaflores revolotean de tarea en tarea como el colibrí de flor en flor. Se sienten ocupados, pero no logran terminar muchos proyectos a largo plazo», dice el autor del libro. Por ello, estas personas se suelen sentir frustradas. Trabajan en muchas cosas pequeñas, pero en realidad no consiguen hacerse cargo de trabajos más largos que supongan concentrarse en profundidad.
5. El postergador disimulado: «La mayoría de la gente no va a ver en acción al postergador disimulado, porque nunca se salta las fechas límite. La única razón por las que cumple con las fechas de entrega es porque en el último minuto hace un esfuerzo hercúleo para terminar su trabajo», afirma el experto.
¿Qué es lo que nos roba el tiempo?
Otro factor a tener en cuenta para poder poner fin a nuestros hábitos de perder el tiempo es reconocer qué es aquello que nos roba los minutos. Por un lado, la causa de nuestra procrastinación pueden ser otras personas, que nos interrumpan para pedir ayuda o con las que charlemos durante nuestras horas de trabajo. Asimismo, otro factor pueden ser las redes sociales y dispositivos electrónicos: el correo electrónico o los mensajes de texto suelen ser grandes distracciones. El autor habla de «tareas caníbales», un tipo de trabajos «que se comen el tiempo que habíamos reservado para dedicarlo a otros planes», algo común en proyectos que no tienen una fecha de cierre y que vamos a alargando.
Consejos para aprender a desconectar
Por último, el autor comparte algunos consejos para aprender a desconectar y, de esta manera, poder concentrarnos de manera eficiente mientras trabajamos o realizamos las tareas que debemos hacer:
- Es mejor trabajar en bloques de 30 minutos y hacer descansos de cinco.
- Hacer «borrón y cuenta nueva» entre cada proyecto o tarea, cerrando todas las pestañas de navegación o programas abiertos. «Debemos respirar profundamente y desplazar toda la atención hacia la nueva labor», apunta Coulson.
- Debemos hacer pausas para comer, y acompañarlas de paseos, «preferiblemente al aire libre».
- Elegir aficiones que no guarden relación con nuestro trabajo. «De nada sirve pasar todo el día con el ordenador e intentar relajarte dependiendo de él».
- Permitirse días de «baja conexión» en los que podemos limitar el uso del ordenador.
abc
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