Hasta en 77 municipios seguían vigentes ayer restricciones de calado muy diferente para contener el avance del coronavirus entre sus «paredes». La tarea es muy exigente, como también lo es decidir qué medida se aplica para adecuarse (o así se piensa desde cada Administración) con las características y peculiariades de su población: el tamaño de la localidad o la dispersión geográfica de sus ciudadanos. Los epidemiólogos consultados sí reivindican que con responsabilidad social, en general, los confinamientos selectivos están funcionando en España. Eso sí, han de darse varias condiciones, según el presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), Pere Godoy: vigilancia estrecha de los movimientos por las autoridades; seguimiento y concienciación de la población, con una reducción «drástica» de sus contactos sociales; y duración de las medidas. «Madrid tiene que prepararse para un trabajo persistente durante 5-6 semanas, antes no se logrará tener impacto en la cadena de transmisión. Tenemos que mentalizarnos», dice a ABC.
Godoy, que trabaja en Lérida, compara el confinamiento con el que se ordenó en julio en la comarca del Segriá, donde hubo que hacer un trabajo adicional –«con un esfuerzo importantísimo de cribado masivo en empresas de fruta y otras medidas»– para obtener resultados en 4-5 semanas.
Optimista
En el caso de Madrid, reseña, por «las condiciones de transporte metropolitano y la concentración urbana de población» se complica esa tarea, aunque el epidemiólogo es optimista en cuanto a que no espera que se disparen los casos por encima de la incidencia actual (que en los distritos cerrados llega a ser de mil contagios por 100.000 habitantes).
No solo Madrid se ha decantado por esta opción. Hoy por hoy, el mapa nacional es un maremágnum de limitaciones locales dispares. El goteo de municipios que se unen al listado de «cerrados»o «semicerrados» es incesante: algunos han retrocedido a una fase similar a la 1 de la desescalada (como en Jumilla, Murcia), otras a la fase 2 (como en Badajoz), y en otras, como la capital, han delimitado por áreas de salud los «confinamientos selectivos». Los llaman «microconfinamientos perimetrales» , aunque el «micro» en distritos como Puente de Vallecas, en Madrid –donde viven 240.000 habitantes– no es reducido ni fácilmente controlable. Por eso, señala el presidente de la SEE a este periódico, lo fundamental es el cumplimiento de las medidas por la ciudadanía, con un efecto «positivo»: que no se exporten tantos casos fuera del perímetro como antes, porque entre otras cosas «nos estamos olvidando de la cadena tan importante de transmisión silenciosa u oculta, con muchas personas asintomáticas, que arrastra este virus. Estamos viendo que en Madrid es altísima». El confinamiento opera con efectividad si en ese momento se corta todo acto social, remacha.
Medidas más tajantes
En esa línea, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, anunció ayer su intención de ampliar a más áreas sanitarias ese «muro» expeditivo, pese a las críticas cosechadas, porque aún se espera lo peor de la segunda oleada del patógeno, lo que alimenta más el debate de si son efectivos o no estos microencierros, y en cuánto tiempo podrían tener resultados. Para el profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Santiago, Juan José Gestal, no obstante, Madrid ha sido «blanda» con una medida que llega «con retraso». «Para controlar la situación, posiblemente sean necesarias medidas más tajantes», asevera.
La piedra de toque es la movilidad. Y aquí también media un abismo entre la misma medida adoptada por un municipio y otro. En Madrid se pide restringir los trayectos lo máximo posible, justificándose por motivos laborales, de salud o educativos, lo mismo que sucedió en el único confinamiento parcial decretado (y avalado por un juez) en Cataluña. De hecho, informa A. Cabeza, la incidencia por Covid subió en el Segriá hasta 149 casos por 100.000 habitantes y ayer tenía una tasa de 60 infectados. La Generalitat estudia ahora las restricciones para la comarca de la Cerdaña.
Como en Lérida, los resultados han sido notablemente satisfactorios en unas semanas en Santoña (Cantabria), que estuvo cerrada a cal y canto, y se está repitiendo ahora en el barrio La Inmobiliaria de Torrelavega, según la directora general de Salud Pública, Paloma Navas. «El confinamiento –dijo ayer– era necesario», informa R. F. Ortiz.
Entre todos, el caso más parecido al de Madrid es el de Palma de Mallorca. Los aislamientos se iniciaron diez días antes, en dos tandas, en seis barriadas que se corresponden con las zonas más deprimidas social y económicamente de la capital balear. Un 10% de la población mallorquina (43.000 de 400.000 habitantes) están aislados, pero, pese a que las medidas adoptadas por Armengol y Ayuso son casi idénticas, en Palma no se han producido movilizaciones, contrasta J. M. Aguiló. El decalaje en los contagios se ha hecho evidente: la tasa de positividad ha caído de un 13% al 6,99% y de 10 casos diarios se ha bajado a 5.
Peor suerte han corrido otros municipios. Ejea de los Caballeros, en Zaragoza, obtiene un resultado estéril por el momento: tras dos semanas de cierre y policía en los accesos, el Gobierno de Javier Lambán lo ha prorrogado una tercera. No han remitido los contagios en esta población de la comarca de las Cinco Villas y la celebración de «no fiestas» o concentraciones en locales tampoco ayudan a sofocar el foco.
Y hay casos tan llamativos como los de Íscar y Pedrajas de San Esteban (Valladolid), informa I. Jimeno. Aquí el encierro ha fluctuado: estuvieron 15 días bajo confinamiento severo, el aumento de contagios bajó, y acaban de regresar al encierro. La relajación al reabrir un municipio la resume en una frase la consejera de Sanidad de la Junta de Castilla y León, Verónica Casado:salir de un confinamiento no significa volver a la normalidad, solo significa salir del confinamiento.
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