Cómo robarle 24 millones de dólares a McDonald’s

  21 Febrero 2020    Leído: 904
Cómo robarle 24 millones de dólares a McDonald’s

'McMillions', una nueva serie documental de HBO, examina la mayor estafa conocida a la cadena de comida rápida

McMillions arranca con un post it en la pantalla del ordenador del tipo más aburrido de la oficina más aburrida del FBI, la de Jacksonville, Florida. En el papel se lee: “¿Fraude en el Monopoly de McDonald’s?”. Bueno, eso lo lee un tal Doug Matthews, el voluntarioso agente del FBI que ha sido destinado a esa oficina. Matthews es el protagonista principal de toda esta historia de fraude, operaciones encubiertas, mafia, negocios turbios, chantaje y extorsión. Es él quien le pide a su compañero que le deje investigar eso que el otro —que no participa en el documental—, tenía ahí escrito tras haber recibido varias llamadas avisando de este posible fraude. Obviamente, no tenía ninguna intención de investigarlo. Esto es Jacksonville.

En 1985, McDonald’s encargó a Simon Marketing, la misma agencia que les trajo la idea del menú infantil (Happy Meal), un juego que les sirviera para dinamizar las ventas. Se creó entonces uno inspirado en el Monopoly. Pegados a vasos de papel o anuncios en prensa, se encontraban pequeñas tarjetas que correspondían a casillas del célebre juego de mesa y que podían, por sí solas o combinadas con otras, contener premios que iban desde comidas gratis hasta un millón de dólares. Entre 1989 y 2001, un tipo (luego dos) conocido como Uncle Jerry logró estafar hasta 24 millones de este juego.

Las primeras sospechas nacen en el momento en el que se destapa que una relevante cantidad de ganadores están conectados entre sí. Ahí empieza la investigación de Matthews, que es una mezcla de compañero de oficina hipermotivado, actor frustrado y monitor de Boy Scouts. Lo amas o lo odias. Con él como gran narrador y animador el documental encuentra un relato más cinematográfico del que nos han acostumbrado productos similares. El ritmo es frenético, los giros de guion constantes y la perplejidad, a diferencia de lo que sucede en muchos pasajes de Making A Murderer (Netflix) o Wild Wild Country (Netflix) es más hilarante que estremecedora. Aquí no hay muertos. Y bueno, ¿qué hay de malo en sisarle un puñado de millones de dólares a una empresa que vale billones?

Hacia la mitad del tercer episodio lo descacharrante empieza a convivir con lo inquietante. Lo que hasta el momento ha sido una sucesión de situaciones rocambolescas solucionadas de la forma menos intuitiva posible se convierte en algo más oscuro. Hasta entonces, hemos visto a Mathews enfundarse un traje dorado para ir a conocer a la gente de McDonald’s con el fin de informarles de que un montón de los ganadores de Monopoly, ese juego que ha hecho que sus ventas aumenten un 40% son familiares o vecinos. Hemos visto agentes del FBI fingiendo ser equipos de televisión grabando a ganadores fraudulentos, mientras estos cuentan su historia sin saber siquiera sostener una cámara. Entonces, casi de golpe, descubrimos que Uncle Jerry (los dos) no es un timador al uso, ni un Robin Hood; es un mafioso y, con los mafiosos es complicado reír hasta el final.

Se podría debatir si la mejor ficción es aquella que recuerda a la realidad o la que apuesta por justo lo contrario: imaginar lo inimaginable. Menos debatible parece afirmar que en el terreno de la no ficción la más interesante es aquella que retrata una realidad que es inimaginable. En este particular, a McMillions no hay quien la supere. Desde su premisa hasta su desarrollo, pasando por sus personajes principales y secundarios, sus subtramas e incluso su apuesta estética, esta serie documental de seis episodios dirigida por James Lee Hernandez y Brian Lazarte para HBO contiene los elementos más celebrados del mejor cine de suspense, de la mejor ficción financiera, del mejor humor costumbrista. Viendo McMillions uno no piensa en el mundo real, sino en el cine de los Coen, en el de Soderbergh o en Argo. Imagine a los personajes de Fargo protagonizando el documental de Enron (Los tipos que estafaron a América).

Está construido a base de imágenes de la época (finales de los noventa), anuncios antiguos de McDonald’s, grabaciones del FBI, recreaciones algo torpes de algunos de los hechos que se narran y que no están documentados y entrevistas actuales con algunos de los personajes clave. Todo esto termina por conformar un corpus estético que puede resultar en un principio feo o simplemente inevitable, pero que posee fuerza y coherencia y se halla incluso en sintonía con algunas apuestas audiovisuales celebradas en los últimos años.

Matt Damon y Ben Affleck han comprado por un millón de dólares los derechos de la historia tal y como fue relatada en The Daily Beast en 2018 por el periodista experto en sucesos Jeff Maysh. Es muy probable que el largometraje sea más fácil de creer que esta serie documental. Lo complicado va a ser que resulte, al menos, igual de divertido.

elpais


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