Burundi, un país pobre y joven donde la ayuda humanitaria puede marcar la diferencia

  08 Junio 2019    Leído: 712
Burundi, un país pobre y joven donde la ayuda humanitaria puede marcar la diferencia

UNICEF defiende que, dadas las características del país, los fondos son más efectivos aunque para ello deben llegar

Burundi es uno de los países más pobres del mundo y el segundo con mayor densidad de población en África, con la previsión de que el número de habitantes del pequeño país de la región de los Grandes Lagos se multiplique por dos de aquí a 2050. Superada en gran medida la grave crisis política registrada en 2015, los desastres naturales se han convertido en la mayor amenaza para los burundeses.

Actualmente, se estima que cerca de 1,8 millones de personas requieren asistencia humanitaria en el país, una cifra que supone una reducción considerable con respecto a los 3,6 millones que había en diciembre de 2017. Esta disminución se debe a la relativa ausencia de epidemias durante el último año, salvo el brote de cólera registrado a finales de 2018, pero no se puede dar por garantizado que siga siendo así en el futuro.

La mejora relativa de la situación ha permitido que desde 2017 más de 63.000 burundeses que se habían refugiado en Tanzania hayan regresado al país, si bien más de 340.000 aún siguen en los países de la región. También el número de desplazados internos se ha reducido hasta los 130.000, tres de cada cuatro de los cuales tuvo que dejar su hogar debido a desastres naturales.

El 48 por ciento de la población tiene menos de 18 años y siete de cada diez menores vive en la pobreza --frente al 60 por ciento del total de la población--, en un país que actualmente tiene 5 millones de habitantes pero para 2050 se espera que llegue a los 11 millones. A este contexto se suma un creciente desempleo juvenil.

Pero si hay algo que preocupa respecto al futuro de Burundi es el estado nutricional de sus habitantes. El 56 por ciento de los niños menores de 5 años presenta desnutrición crónica, es decir, una estura por debajo de su edad, la tasa más alta a nivel mundial, y unos 50.000 menores tienen que ser tratados por desnutrición aguda severa, que les deja a un paso de la muerte.

La inadecuada alimentación que reciben los niños burundeses no viene motivada por la falta de comida, subraya el representante del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF) en el país, Jeremy Hopkins, ya que es un "país muy verde en el que se produce suficientes alimentos" con los que sustentar a la población.

En realidad, es resultado de la calidad y la variedad de los alimentos que ingieren, pero también de otros factores como el consumo de agua que no es potable. "Si un niño padece diarreas recurrentes, entonces seguramente terminará teniendo desnutrición", subraya en un encuentro con periodistas en Madrid.
Por ello, para atajar el problema hace falta "una respuesta multisectorial" ya que trabajando solo en el plano de la salud y la alimentación "no lo resolveremos". Aquí entra concienciar sobre determinadas prácticas de riesgo, como no lavarse las manos antes de comer, o la mejora de los sistemas de agua y saneamiento, con la instalación de letrinas y el reparto de agua potable, añade.

En cuanto a la desnutrición aguda, los niveles que se registran son bajos teniendo en cuenta los niveles de pobreza del país. "El gran reto es acabar con la desnutrición crónica" que también afecta al desarrollo del cerebro del niño, con el consiguiente impacto que ello tiene en sus capacidades cognitivas.

Otra de las áreas en las que UNICEF trabaja en Burundi es en la protección de los niños, habida cuenta de que en el caso de los que viven en la capital, Bujumbura, el 70 por ciento han sido testigos o han sufrido violencia, en general en relación con los disturbios que se produjeron en 2015 por la decisión del presidente Pierre Nkurunziza de optar a su reelección.

La agencia de la ONU y sus socios locales también trabajan en el problema de los niños de la calle, dado que su actividad es considerada delito. Según Hopkins, Burundi cuenta con una ley juvenil bastante progresista, en la que UNICEF ha estado trabajando durante los últimos 20 años, en virtud del cual si un menor es detenido no se le junta con adultos y se le somete a un proceso totalmente separado.

"Lo ideal sería que en primer lugar los niños no fueran detenidos pero en el caso de los niños de la calle existe un entendimiento con el Ministerio de Asuntos Sociales de que esos niños deben ser puestos en libertad de forma inmediata en unas horas", explica.

Como no quieren que los menores estén en prisión, suelen entregarlos a organizaciones que trabajan con este grupo de edad, como UNICEF, que tratan de localizar a sus familias o de buscarles familias de acogida tanto en las zonas rurales como en las ciudades.

Aunque el Gobierno de Burundi está haciendo esfuerzos para mejorar el desarrollo del país, este es "una responsabilidad de todos", sostiene el responsable de UNICEF. "El Gobierno no puede hacerlo solo aunque tiene que estar al frente y tiene cierta capacidad para hacerlo", añade, explicando que precisamente lo que busca la agencia de la ONU es apoyar dicha capacidad en pro de los derechos de los niños.

"Mientras esto ocurre, tenemos que llenar los huecos y para ello estamos trabajando con otras ONG e animando a otros que no están en el país a que vengan", subraya Hopkins, para quien "Burundi es el caso típico en el que se está dejando a un país atrás" pese a que "todo indica que si se invierte en este país los resultados llegan rápido".

"Se trata de un país que es pequeño, que no está en conflicto... por lo que es todo una cuestión de recursos", resume, defendiendo que el impacto del dinero invertido es más rápido que el que puede haber en otros países más grandes como República Democrática del Congo (RDC) o República Centroafricana (RCA) donde a la violencia se suma lo vasto de su territorio y la dispersión de su población.

Un buen ejemplo de la efectividad de la ayuda es que UNICEF, gracias a las contribuciones hechas desde el comité español, invirtió en una zona del país en la prevención del cólera, una enfermedad endémica en el país, mediante cambio de conductas como el lavado de manos, el uso de fuentes de agua potable y la preparación sanitaria para cuando se produzcan los casos. "En esa zona del país no hubo cólera los años siguientes", subraya.

"Hoy por hoy, dados los recursos de que dispone, el Gobierno de Burundi está haciendo todo lo posible y lo mismo ocurre con UNICEF, hacemos todo lo posible con los recursos limitados de que disponemos", asegura Hopkins.

Para este año, la ONU y la comunidad humanitaria solicitaron algo más de 106 millones de dólares con los que cubrir las necesidades de emergencia en el país, de los que por ahora se han recibido el 22 por ciento. "Esto significa que hay cosas que se dejan de hacer por falta de fondos", resume.

Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con agua es caro y aunque "nos encantaría incluir todas las necesidades en esta materia en el llamamiento, no lo hacemos porque no recibirá fondos", así que hay que priorizar las necesidades, centrándose sobre todo en aquellas acciones que "salvan vidas", explica el responsable de UNICEF.


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