Las lecturas de estos resultados son múltiples. Hay quienes ven en esa victoria una clara expresión de rechazo al secesionismo. Sin embargo, el hecho de que la opción independentista mantenga la mayoría parlamentaria puede interpretarse como un rechazo, al menos igual de claro, al modo en que el Estado español gestionó la crisis en Cataluña con la aplicación del artículo 155 de la Constitución y a la severa actuación judicial contra los promotores del denominado 'procés'.
No hay que olvidar que el crecimiento de C's se ha producido, en buena medida, en detrimento del Partido Popular (PP), con lo cual cabría suponer que existe un voto profundamente antiindependentista, pero también crítico con la reacción del partido de Mariano Rajoy ante el desafío separatista.
En el seno del movimiento independentista que, según las encuestas, iba a liderar Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), ha surgido sorpresivamente como primera fuerza Junts per Catalunya, con Carles Puigdemont al frente, disipando todas las dudas acerca de si el secesionismo iba a castigar al expresidente por desplazarse a Bruselas (Bélgica). Está claro que, si ha habido castigo, no ha alcanzado la intensidad necesaria para deslegitimarle como líder independentista.
La firmeza de la voluntad separatista de, al menos, una parte de la sociedad catalana es otra de las lecturas insoslayables de estos resultados electorales, por obvio que resulte señalarlo.
En resumidas cuentas, estos comicios no han hecho sino radiografiar la profunda fractura existente en el seno de la sociedad catalana. Si alguien esperaba que de esta cita electoral surgiera una correlación de fuerzas capaz de resolver la crisis por si misma, a día de hoy debe renunciar a ese anhelo: la incertidumbre sigue dominando el horizonte de Cataluña.
Además, la delicada situación jurídica de muchos líderes independentistas y el proceso judicial que podría discurrir en paralelo a las gestiones para conformar el Gobierno autonómico auguran un futuro próximo imprevisible y potencialmente peligroso para la estabilidad política de Cataluña y de España.
Un escenario, muchas preguntas
El mencionado reparto de escaños en el hemiciclo catalán y el hecho de que Carles Puigdemont lidera la lista independentista más votada permite plantear, con cierto margen de probabilidad, que pretende ser investido de nuevo como presidente.
Sin embargo, con arreglo a lo dispuesto por el Tribunal Supremo, Puigdemont sería detenido al pisar territorio español ya que está imputado en una causa judicial junto al resto de miembros de su anterior Ejecutivo regional y otros líderes secesionistas y se le acusa de los delitos de sedición, rebelión y malversación de fondos.
¿Qué ocurrirá en esta situación sin precedentes? Carles Puigdemont se considera legitimado para ser investido como presidente de Cataluña, pero exige "garantías" antes de volver a España y se ha ofrecido para dialogar con Mariano Rajoy, al que considera protagonista de la "derrota de la monarquía del 155" frente a la "República catalana": "Estoy dispuesto a reunirme con él en cualquier país de la Union Europea menos España, por razones evidentes. Esta reunión tendría que hacerse sin ningún condicionante previo", ha manifestado este mismo viernes.
Rajoy reaccionó casi inmediatamente, en rueda de prensa. Cuando una periodista le preguntó si consideraba a Puigdemont "un interlocutor válido" el presidente de España, más a modo de evasiva que de respuesta, indicó: "Yo con quien tendría que sentarme es con quien ha ganado las elecciones, que es Inés Arrimadas [candidata de C's]", aunque después asumió que tendrá que hablar "con aquella persona que ejerza efectivamente la presidencia de la Generalitat, para lo cual tiene que tomar posesión de su escaño, ser elegido y estar en condiciones de hablar conmigo".
Ciudadanos (C's), uno de los partidos del denominado bloque constitucionalista, ha ganado las elecciones en Cataluña, pero no servirá para cambiar la situación en el Parlamento regional de manera significtiva, ya que los independentistas seguirán teniendo mayoría.
Las lecturas de estos resultados son múltiples. Hay quienes ven en esa victoria una clara expresión de rechazo al secesionismo. Sin embargo, el hecho de que la opción independentista mantenga la mayoría parlamentaria puede interpretarse como un rechazo, al menos igual de claro, al modo en que el Estado español gestionó la crisis en Cataluña con la aplicación del artículo 155 de la Constitución y a la severa actuación judicial contra los promotores del denominado 'procés'.
Inás Arrimadas, candidata de Ciudadanos en las elecciones autonómicas de Cataluña / Eric Gaillard / Reuters
No hay que olvidar que el crecimiento de C's se ha producido, en buena medida, en detrimento del Partido Popular (PP), con lo cual cabría suponer que existe un voto profundamente antiindependentista, pero también crítico con la reacción del partido de Mariano Rajoy ante el desafío separatista.
En el seno del movimiento independentista que, según las encuestas, iba a liderar Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), ha surgido sorpresivamente como primera fuerza Junts per Catalunya, con Carles Puigdemont al frente, disipando todas las dudas acerca de si el secesionismo iba a castigar al expresidente por desplazarse a Bruselas (Bélgica). Está claro que, si ha habido castigo, no ha alcanzado la intensidad necesaria para deslegitimarle como líder independentista.
La firmeza de la voluntad separatista de, al menos, una parte de la sociedad catalana es otra de las lecturas insoslayables de estos resultados electorales, por obvio que resulte señalarlo.
El expresidente de Cataluña, Carles Puigdemont, en una rueda de prensa, Bruselas, Bélgica / Francois Lenoir / Reuters
En resumidas cuentas, estos comicios no han hecho sino radiografiar la profunda fractura existente en el seno de la sociedad catalana. Si alguien esperaba que de esta cita electoral surgiera una correlación de fuerzas capaz de resolver la crisis por si misma, a día de hoy debe renunciar a ese anhelo: la incertidumbre sigue dominando el horizonte de Cataluña.
Además, la delicada situación jurídica de muchos líderes independentistas y el proceso judicial que podría discurrir en paralelo a las gestiones para conformar el Gobierno autonómico auguran un futuro próximo imprevisible y potencialmente peligroso para la estabilidad política de Cataluña y de España.
Un escenario, muchas preguntas
El mencionado reparto de escaños en el hemiciclo catalán y el hecho de que Carles Puigdemont lidera la lista independentista más votada permite plantear, con cierto margen de probabilidad, que pretende ser investido de nuevo como presidente.
Puigdemont: "Rajoy debe retirar la policía y los hombres de negro de Cataluña"
Sin embargo, con arreglo a lo dispuesto por el Tribunal Supremo, Puigdemont sería detenido al pisar territorio español ya que está imputado en una causa judicial junto al resto de miembros de su anterior Ejecutivo regional y otros líderes secesionistas y se le acusa de los delitos de sedición, rebelión y malversación de fondos.
¿Qué ocurrirá en esta situación sin precedentes? Carles Puigdemont se considera legitimado para ser investido como presidente de Cataluña, pero exige "garantías" antes de volver a España y se ha ofrecido para dialogar con Mariano Rajoy, al que considera protagonista de la "derrota de la monarquía del 155" frente a la "República catalana": "Estoy dispuesto a reunirme con él en cualquier país de la Union Europea menos España, por razones evidentes. Esta reunión tendría que hacerse sin ningún condicionante previo", ha manifestado este mismo viernes.
El presidente de España, Mariano Rajoy, en una rueda de prensa, 22 de diciembre de 2017 / Sergio Perez / Reuters
Rajoy reaccionó casi inmediatamente, en rueda de prensa. Cuando una periodista le preguntó si consideraba a Puigdemont "un interlocutor válido" el presidente de España, más a modo de evasiva que de respuesta, indicó: "Yo con quien tendría que sentarme es con quien ha ganado las elecciones, que es Inés Arrimadas [candidata de C's]", aunque después asumió que tendrá que hablar "con aquella persona que ejerza efectivamente la presidencia de la Generalitat, para lo cual tiene que tomar posesión de su escaño, ser elegido y estar en condiciones de hablar conmigo".
Quizá es aventurado señalar que estas palabras de Mariano Rajoy son una velada referencia al riesgo judicial que correría Carles Puigdemont en caso de que regresara a España para ser investido, pero no puede negarse que hay mucha incertidumbre al respecto y que las consecuencias sociales que tendría la detención de un líder político con un apoyo significativo en las urnas no serían desdeñables.
Aún es pronto para determinar con detalle los escenarios que podrían producirse y cuáles van a ser los movimientos y las propuestas en cada partido, pero está claro que el problema de fondo en Cataluña es resistente a las soluciones que se han intentado aplicar hasta el momento y exige quizá un grado de entendimiento y comunicación mayor del que hasta ahora ha regido las relaciones entre los actores implicados.
David Romero
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