Después de la gloriosa Novena, Beethoven siguió componiendo cuartetos de cuerda, una pieza para su amigo Karl Holz y parte de un Sexto Concierto para piano en re mayor. Entre sus papeles aparecieron además notas sueltas, esbozos que datan de principios de la década de 1820 y un último boceto de 1825. El 18 de marzo de 1827, en una carta a su amigo Ignaz Moscheles, a la edad de 57 años, menciona una «sinfonía que ya está esbozada en mi escritorio» por orden de la Sociedad Filarmónica de Londres.
Ocho días después de haber escrito esa carta, Beethoven murió y a lo largo de dos siglos la musicología ha soñado con aquella sinfonía que solamente sonó en la cabeza del maestro. Barry Cooper hizo en 1988 un primer corta y pega, completado con creación propia, que contenía un Andante en mi bemol mayor y un Allegro en do menor, al que llamó la «Sinfonía en mi bemol mayor» de Ludwig van Beethoven y que, como cabía esperar, no estuvo a la altura del gran músico alemán. Ahora, subido a la ola de la revolución digital, llega un algoritmo dispuesto a igualar al genio.
Un programa de inteligencia artificial, tras analizar todas las obras del compositor y recibir como imputs fragmentos y notas recuperadas del «cuaderno rojo» del músico, propone opciones para ampliar la partitura basándose en la gestión de todos esos datos que hace un algoritmo. Esas propuestas son aceptadas o corregidas, pasan a alimentar el software y, sobre esa base, se repite el proceso tantas veces sea necesario. «Al principio, el ordenador producía un sinfín de sonidos, aquello sonaba más a Stravinsky que a Beethoven», describe el jefe del proyecto, Matthias Röder, director del Instituto de Tecnología de la Música de Austria, «pero después fue cobrando sentido».
Financiado por Deutsche Telekom, con sede en Bonn, y de la mano de un equipo de historiadores, musicólogos e ingenieros informáticos, el proyecto tiene el objetivo paralelo de desarrollar la tecnología de reconocimiento de voz y hacerla predictiva. El resultado será presentado en abril por la Orquesta Beethoven de Bonn en el Año Beethoven, la conmemoración de los 250 años del nacimiento del compositor.
Visionario de su tiempo
«Al igual que el lenguaje, la música está compuesta por pequeñas unidades, letras o notas, que cuando se combinan, tienen sentido», explica un portavoz del proyecto, que relata que los primeros ensayos, hace unos meses, cuyos resultados fueron considerados «demasiado mecánicos y repetitivos», pero con constantes mejoras en el algoritmo, «han ido cobrando su auténtico carácter». «El desarrollo es impresionante, incluso sabiendo que el ordenador todavía tiene mucho que aprender», asegura Christine Siegert, directora del departamento de archivos e investigación de la Casa Beethoven en Bonn que garantiza que no hay distorsiones y subraya que Beethoven no se habría opuesto a un avance como este porque él mismo fue un «visionario de su tiempo».
Desde una frase de doce notas de Beethoven, el ordenador desarrolla una melodía y la extiende al modo en el que componía el músico. ¿Querrá decir esto que dentro de diez o veinte años iremos a conciertos de sinfonías desarrolladas por algoritmos? ¿Acaso las máquinas superarán también la creación artística humana sobre la que cimentamos nuestra cultura y nuestra civilización? «No podemos simplemente presionar un botón y obtener una sinfonía terminada. Algo así nunca podría tener éxito. Sin embargo, la inteligencia artificial sí puede generar ya material musical que los expertos humanos pueden usar para crear algo significativo», trata de delimitar el profesor Ahmed Elgammal, director del Laboratorio de Inteligencia Artificial de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, uno de los que más ha experimentado con este tipo de inteligencia artificial artística.
Aburrido
El profesor Barry Cooper, pionero en esta aventura, reprocha tras escuchar los primeros resultados que «es muy aburrido y no suena para nada a Beethoven, aunque reconozco que uno u otro motivo de Beethoven sí se escucha». «El hecho es que hay tanta inteligencia humana en ese equipo que deberían ser capaces de componer algo plausible sin la ayuda de la inteligencia artificial», concluye. El profesor emérito de Harvard y experto en Beethoven Robert David Levin, inmerso en el experimento, asegura por su parte que «por supuesto llegará a ser posible, la pregunta es: ¿cuándo se podrá conseguir que la inteligencia artificial llegue a crear una música que podría haber compuesto Beethoven?».
Lo que en el siglo pasado fue la carrera espacial, hoy es la carrera de la inteligencia artificial. La competición entre las potencias es feroz. A principios de año, utilizando software para teléfonos inteligentes, el grupo tecnológico chino Huawei presentó en Londres su versión de la Sinfonía en sí menor de Schubert, D759, a veces llamada la séptima, a veces la octava. El crítico musical Manuel Brug escribió entonces que había escuchado «pasajes penetrantes y aburridos». Su conclusión es que la inteligencia artificial «no tiene emoción ni ambición». «Ninguna computadora podrá nunca adivinar lo que pensó Beethoven», sentencia. Tim Höttges, miembro de la junta de Deutsche Telekom, defiende sin embargo que «queremos demostrar que las máquinas también pueden tener un beneficio creativo para nosotros, los humanos, y el solo hecho de intentar recrear el genio de Beethoven es verdaderamente emocionante».
abc
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