Las alarmas saltaron en 2016. Los 1.000 millones de inversiones chinas en Alemania en 2015 pasaron en solo un año a 11.500 millones, todo en compañías de alta tecnología. La operación más espectacular fue la compra de la robótica Kuka por 4.500 millones de euros. En 2017, China compró otras 57 empresas alemanas. «Entre nuestro modelo de economía de mercado liberal, abierto y social y la economía de estado de China hay una competición de sistemas», constató entonces la patronal alemana de la industria, BDI. El gobierno de Berlín comenzó ya a poner trabas, pero aun así dejó colar la compra de Cotesa, en Baja Sajonia, en 2018, un año en el que el Instituto de Investigación Económica de Colonia calcula operaciones por unos 9.000 millones en 33 operaciones y en el que quedó manifiesto el peligro de pérdida de soberanía tecnológica.
La resistencia era hasta ahora opuesta caso por caso. Dos veces se ha impedido que la estatal State Grid Corporation of China controlase el operador alemán de la red de alto voltaje 50Hertz, Elia. El Instituto de Crédito para la Reconstrucción alemán tuvo incluso que tomar una participación del 20% para evitarlo. También fue placada la adquisición de la empresa Ahlen Leifeld Metal Spinning grupo chino Yantai Taihai Corporation, que finalmente retiró su oferta. Pero el gobierno alemán había adquirido ya conciencia de la necesidad de una defensa generalizada que se ha corporeizado esta semana, con el anuncio del ministro Peter Altmaier de un refuerzo del control de las inversiones extranjeras no europeas en el sector sensible de la alta tecnología.
Con la nueva normativa, Alemania amplía el control de compras a las «tecnologías sensibles» al que ya existía para las «infraestructuras sensibles». A partir de ahora, será necesario notificar al gobierno de forma previa las operaciones, que podrá bloquear, con compras del más del 10% del capital de empresas de los sectores de la inteligencia artificial, la robótica, los semiconductores, las biotecnologías o las tecnologías cuánticas. «No se trata de prohibir compras sino de poder verificar en detalle si afectan a tecnologías críticas», explica el ministerio.
Entrará en vigor en octubre de 2020 y se sumará a la protección a los sectores de la defensa, las telecomunicaciones, el gas, la electricidad, el agua corriente, los medios y los programas informáticos en sectores estratégicos. «Las empresas alemanas compiten cada vez más con sistemas económicos basados en la intervención del estado y el proteccionismo», ha explicado el ministro Altmaier, «es un combate injusto que cada vez más de nuestras empresas están perdiendo».
La iniciativa proteccionista alemana podría extenderse al resto de Europa, puesto que China compra con semejante agresividad en el resto de los países de la UE. Bloomberg calcula que China ha metido en Europa en forma de inversiones o adquisiciones algo más de 285.500 millones de euros en los últimos diez años. Especialmente dolorosa y simbólica fue la compra del puerto del Pireo, el más grande de Grecia, por parte de Cosco, gigante estatal chino del transporte marítimo de mercancías convertido en accionista mayoritario del puerto de 25 siglos de antigüedad gracias a una operación de más de mil millones de euros.
Rival sistémico
Ya en marzo, la Comisión Europea calificó a China de «rival sistémico» y «competidor estratégico» para hacerse con un mecanismo que permite evitar inversiones que «amenacen la seguridad o el orden público». Un tercio del total de activos de la UE están en manos de países no comunitarios, y el 9,5% de las empresas no comunitarias con propiedades tienen su sede en China, Hong Kong o Macao, frente al 2,5% en 2007 y en comparación el 29% controlado por intereses estadounidenses y canadienses a finales de 2016 (en 2006 este último porcentaje se situaba en el 42%). Una gran proporción de inversión directa china se concentra en economías grandes como Reino Unido, Francia y Alemania. Bloomberg calcula que China es dueña o tiene acciones en cuatro aeropuertos, seis puertos marítimos y 13 equipos profesionales del fútbol europeos y estima que hay un 45% más de actividad inversora en 30 países europeos procedente de China desde 2008.
En el Viejo Continente, Pekín utiliza el mismo modus operandi que en África o América Latina, consciente de que para comerciar de forma independiente, es decir, sin depender de terceros actores para mover de forma ágil sus mercancías, necesita poseer su propia red de infraestructuras y logística. Pero también en este punto Europa se muestra dividida: mientras Francia y Alemania desean plantar resistencia en bloque, los sureños Italia o Grecia, junto a los de Visegrado, se inclinan por la vía bilateral esperando encontrar en China un punto de apoyo.
abc
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