La disputa por el gas de Chipre eleva la tensión en el Mediterráneo Oriental

  17 Julio 2019    Leído: 1320
La disputa por el gas de Chipre eleva la tensión en el Mediterráneo Oriental

Turquía desafía las sanciones de la Unión Europea y asegura que enviará más buques a aguas chipriotas.

Las aguas del Mediterráneo Oriental están más caldeadas de lo habitual, y no precisamente por las temperaturas veraniegas. Se trata del gas y los conflictos políticos. Este martes, el Gobierno turco desafió el anuncio de sanciones hecho por la Unión Europea sólo unas horas antes y aseguró que enviará más naves a aguas de Chipre, donde ya cuenta con dos barcos de perforación y uno de investigaciones sísmicas, todos ellos con su correspondiente escolta de buques de guerra y drones militares.

A petición de los Gobiernos de Nicosia y Atenas y como castigo a lo que considera una violación de la soberanía chipriota, Bruselas decretó el lunes sanciones contra Ankara: un recorte de 146 millones de euros en las ayudas que entrega a Turquía como país candidato a la adhesión y la suspensión de contactos a alto nivel, entre ellos los relativos a la negociación de un acuerdo sobre aviación. También recomendó al Banco Europeo de Inversiones que revise su política de créditos al país. La respuesta del ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, fue el desdén: “No merecen tomarlas en serio. Ya hicieron algo parecido anteriormente y no es algo que nos vaya a afectar”. Y puesto que la UE necesita a Turquía, por ejemplo para el control de los flujos migratorios, el jefe de la diplomacia turca sostuvo que los dirigentes europeos “volverán a [reunirse con los turcos], no tienen escapatoria”. También advirtió de que, si las represalias continúan —los Veintiocho podrían congelar activos de las empresas turcas involucradas en la disputa—, Turquía “incrementará” sus actividades: “Ahora tenemos tres barcos en el Mediterráneo Oriental, enviaremos un cuarto”.

La saga de los hidrocarburos mediterráneos comenzó hace una década con el descubrimiento de dos inmensas reservas de gas en aguas de Israel. Así, en el contexto de la crisis económica, los países de la región se lanzaron a una frenética búsqueda de hidrocarburos submarinos. A los campos israelíes de Tamar (2009) y Leviatán (2010), le siguió el descubrimiento de Afrodita (2011), en el sur de Chipre, y de Zohr (2015), en Egipto. Juntos suman casi dos billones de metros cúbicos de gas, es decir, el equivalente al consumo de gas de toda la UE durante cuatro años. Se trata, además, de un gas cercano al mercado europeo en un momento en que Bruselas busca reducir su dependencia energética de Rusia. “No son reservas significativas a nivel global [no alcanzan el 1% de las reservas mundiales] pero sí son volúmenes importantes para los países de la región”, sostiene Emre Artun, profesor de Ingeniería de Petróleo y Gas Natural en el campus turcochipriota de la Universidad Técnica de Oriente Medio.

Chipre quedó partida en dos en 1974, cuando Turquía intervino en respuesta a un golpe de Estado que pretendía la anexión de la isla a Grecia (según la Constitución chipriota, ambos países, junto a Gran Bretaña, la antigua metrópolis colonial, son garantes de la soberanía de la isla). La división continúa: la República de Chipre controla el sur y es la única entidad reconocida internacionalmente, además de miembro de la UE desde 2004; mientras en el norte se proclamó la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), que sólo reconoce Turquía y depende de ese país para su supervivencia económica.

Pese a no haber zanjado el problema de la división de la isla, el gobierno grecochipriota ha firmado en la última década acuerdos con Egipto, Israel y Líbano a fin de delimitar su Zona Económica Exclusiva (ZEE), donde ya ha concedido varias licencias de exploración y perforación. “La República de Chipre actúa como si no hubiese un conflicto político en Chipre, y los turcochipriotas [formalmente amparados por la Constitución chipriota] consideran que se están violando sus derechos y que no se tienen en cuenta sus intereses a la hora de firmar acuerdos internacionales con otros países o desarrollar los hidrocarburos”, afirma Emine Sülün, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad de Oriente Próximo de Nicosia.

El Gobierno grecochipriota responde que parte de los beneficios del gas se reservarán para entregarlos a los turcochipriotas una vez se llegue a un acuerdo de reunificación, algo que no parece en el horizonte cercano: todas las negociaciones en las últimas décadas han culminado en fracaso.Hace ahora dos años fracasó la última ronda de diálogo, en Crans Montana (Suiza).

Turquía, que ha tratado de hallar depósitos de gas en sus aguas y en las del norte de Chipre sin éxito, está decidida a que o todos compartan el pastel del gas o a no permitir más exploraciones. En los últimos meses, ha elevado su presión enviando sus propios buques a la ZEE de Chipre: el Fatih ha comenzado a perforar en aguas del oeste de la isla y el Yavuz hace lo propio en el este, mientras el Barbaros lleva a cabo exploraciones sísmicas en el sur. “Estamos presenciando una escalada de la tensión”, reconoce la analista política chipriota Andromaji Sofocleus. “Si bien la ausencia de presencia naval de la República de Chipre hace improbable que la situación degenere en un conflicto militar, las acciones de Turquía crean inestabilidad e incertidumbre incluso para las empresas internacionales”. “Para blindarse ante Turquía, Chipre ha intentado realzar sus relaciones internacionales”, prosigue la experta.

En los últimos años, el Gobierno grecochipriota ha forjado un frente de cooperación energética y militar con Grecia, Egipto e Israel, estos dos últimos países muy hostiles a Turquía. Micha'el Tanchum, del Instituto Austriaco de Estudios Europeos y de Seguridad, opina que las “provocaciones” de Ankara tienen que ver con esa percepción de que se le está aplicando una “política de contención”. Un sentimiento reforzado por el hecho de que países como Francia o EEUU hayan enviado refuerzos militares a aguas de Chipre, un país que no forma parte de la Alianza Atlántica, contra Turquía, un país que sí es miembro. “Hasta que Ankara perciba que EEUU y otros miembros de la OTAN actúan como aliados normales respecto a los intereses de Turquía —escribe Tanchum—, Turquía no actuará como un aliado normal en el Mediterráneo Oriental”.

El profesor de la Universidad de Nicosia Andreas Theophanous, que dirige el Centro Chipriota de Estudios Europeos e Internacionales, encuadra esta crisis en el marco de la “gunboat diplomacy” turca (o diplomacia de cañonero, la que se ejerce mediante la amenaza o el uso de fuerza), más que en el asunto concreto del gas. “Ya hemos visto muchos ejemplos de las ambiciones expansionistas de Turquía: la ocupación del norte de la isla [en 1974], la creación de un protectorado [la RTNC, en 1983], la creciente islamización del territorio [turcochipriota] o la transferencia de colonos de Anatolia para alterar la composición demográfica. Erdogan está convencido de que, haga lo que haga, no cambiará en exceso la postura de la comunidad internacional. Y esta es una cuestión que afecta a las potencias regionales, porque Ankara pretende controlar el Mediterráneo oriental, pero también a EE UU”.

“En los dos últimos años Turquía está protagonizando una especie de guerra híbrida [contra Chipre], por ejemplo mediante el intento de enviar inmigrantes irregulares desde el continente. Europa debe ser consciente de esas agresiones, pero los Gobiernos griegos anteriores han sido acomodaticios y un tanto transigentes, igual que EE UU, ante las continuas violaciones del derecho internacional y también de los derechos humanos en Turquía, especialmente desde el intento de golpe de Estado”.

Sobre las medidas anunciadas este lunes contra Ankara, Theophanous considera que “es un paso en la dirección correcta, pero a todas luces insuficiente. Podemos compararlo con otro caso reciente: EE UU y la UE reaccionaron de inmediato a la agresión rusa en el este de Ucrania, pero si no hay un baño de sangre, ni la comunidad internacional ni los medios reparan en el conflicto. Así sucede en Chipre, que no tiene la capacidad militar [para frenar a Turquía] y depende solo de la legalidad internacional y de la solidaridad de sus socios en la UE”.

La misma ineficacia en las medidas de la UE ve Thanos Dokos, director del centro de estudios ELIAMEP, de Atenas. "Es más que improbable que las medidas anunciadas por Bruselas fuercen a Ankara a modificar su actitud en el Mediterráneo Oriental. Desafortunadamente la UE carece tanto de influencia como de voluntad política para imponer sanciones realmente eficaces contra Turquía".

¿Puede jugar Grecia alguna baza como uno de los tres países garantes de Chipre? "Por desgracia el margen de maniobra e influencia es limitado en este contexto. Teóricamente, el tema de la explotación de hidrocarburos en la ZEE de Chipre debería abordarse en el marco de una solución negociada a la cuestión [de la división] de la isla. Desafortunadamente, las posturas extremadamente maximalistas de Turquía y su falta de voluntad para acordar la retirada de todas las tropas extranjeras y la abolición del sistema de garantías (claramente fuera de lugar para un país que es miembro de la UE) dejan poca esperanza para el resultado exitoso de futuras negociaciones".

Sobre la posibilidad de que la crisis en aguas de Chipre inflame —aún más— el contencioso entre Grecia y Turquía en el mar Egeo, escenario de frecuentes fricciones navales y áereas entre los dos países, Dokos apunta: "Erdogan puede parecer impredecible e incurrir un tanto demasiado en provocaciones, pero también puede ser muy pragmático y tiene un buen conocimiento de los costes potenciales para ambas partes de una confrontación greco-turca. Esto explica por qué periódicamente se acerca a las líneas rojas griegas pero nunca las cruza. Pero tampoco se puede descartar un accidente", concluye Dokos.

elpais


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