Hong Kong aplaza el debate sobre la polémica ley de extradición tras las protestas masivas

  12 Junio 2019    Leído: 779
Hong Kong aplaza el debate sobre la polémica ley de extradición tras las protestas masivas

El Legislativo no ha anunciado cuándo retomará el proyecto que por primera vez permitiría entregar sospechosos a China. Miles de manifestantes han bloqueado las calles del centro de la ciudad.

Los manifestantes que este miércoles han paralizado las calles del centro de Hong Kong se han apuntado un tanto, simbólico cuando menos, en su lucha contra el proyecto de ley de extradición que por primera vez permitiría entregar sospechosos a China. El legislativo ha aplazado el debate sobre la propuesta, cuya segunda lectura debía haber comenzado en el parlamento esta mañana, y no ha anunciado cuándo piensa retomarlo; si será cuestión de horas, o de días.

“¡Chit Wuit! ¡Chit Wuit!” (“¡Retiradlo!”, traducido del cantonés al español) era el grito ensordecedor que se escuchaba esta mañana en las calles en torno a la sede del legislativo. Decenas de miles de jóvenes, vestidos con camiseta blanca —el símbolo de la luz y de la verdad, según puntualizaban— o negra, guardaban vigilia desde la noche anterior para rodear el parlamento y paralizar el debate. Las escenas, con los estudiantes acampados, algunos repasando sus libros, otros montando puestos de aprovisionamiento con agua, vituallas y mascarillas —estas últimas, para protegerse de los ataques con gas pimienta de la Policía— recordaban las sentadas del Movimiento de los Paraguas que, hace cinco años, tomó el centro de Hong Kong durante casi tres meses para reclamar más democracia. Como entonces, apenas pasadas unas horas ya se habían organizado equipos incluso para recoger las basuras y para reciclar.

El legislador prodemocracia y opositor al proyecto de ley Fernando Cheung instaba a los manifestantes a permanecer allí: “Habéis logrado el milagro de bloquear esta sesión, pero esto es solo el comienzo de la batalla. Tenemos que seguir aquí más tiempo”.

A medida que aumentaba el número de concentrados, la Policía, desplegada en grandes números, respondía con mayor contundencia. En algunos momentos recurría a los cañones de agua o los sprays de gas pimienta para tratar de hacerles retroceder. En las zonas más despejadas, los jóvenes recolectaban paraguas —algunos incluso entregaban gafas de natación—, lonetas de plástico o cascos entre los asistentes para llevar a las zonas de choque. En las cercanías de la avenida Tim Mei, algunos de los concentrados utilizaban adoquines sueltos en el pavimento para construir una barricada y fortificar el incipiente campamento.

“Es nuestra obligación estar aquí”, aseguraba Sunny, un muchacho de gafas y aspecto frágil que aparenta muchos menos de los 24 años que asegura tener, mientras repartía carteles contra la ley. “No sé si conseguiremos algo, pero por lo menos queremos que se oiga nuestra voz. Este proyecto de ley es peligroso. Significaría el final de las libertades en Hong Kong. Podrían detenernos y enviarnos a cualquiera a China”. Sunny ya participó en el movimiento de los paraguas hace cinco años. “Veremos qué pasa esta vez. Temo que la Policía sea mucho más dura ahora”.

Era un pesimismo que compartían otros de los manifestantes, que recordaban la dureza con la que se emplearon los agentes el domingo pasado para disolver los coletazos de la manifestación de un millón de personas según los organizadores(240.000 según la Policía) que ocupó el centro de la ciudad para protestar contra la medida. Algunos apuntaban también que los líderes de las sentadas del Movimiento de los Paraguas acabaron, antes o después, condenados a la cárcel. Varios de ellos, como el joven líder estudiantil Joshua Wong, están ahora cumpliendo sus penas.

Si desde entonces Hong Kong había vivido una fase de desencanto con los pronunciamientos políticos, ahora ha recuperado de sobra el espíritu de aquellos días. Esta vez no hay líderes que lancen convocatorias. Es un movimiento mucho más espontáneo e improvisado. A medida que pasaban las horas, a los manifestantes más jóvenes se les sumaban otros de más edad, jubilados incluso. En la manifestación del domingo participaron todo tipo de sectores de población. Estudiantes, abogados, periodistas, incluso empresarios, un grupo que normalmente se abstiene de demostraciones públicas.

En juego está, afirman los manifestantes, el principio “un país, dos sistemas” que otorga al territorio autónomo derechos y libertades desconocidos en la China continental y que el Gobierno central prometió respetar durante 50 años en 1997, cuando el Reino Unido devolvió la ex colonia a la soberanía china. Pero desde entonces, afirman, China ha ido aumentando su interferencia en la gestión del territorio: el secuestro en 2015 de cinco libreros que publicaban volúmenes críticos con el Gobierno de Pekín, y que aparecieron bajo custodia china al otro lado de la frontera, es uno de los ejemplos más citados. Si continúa el proceso de absorción, opinan, la identidad hongkonesa acabará perdiéndose sin remedio.

Los críticos también recuerdan las dudas sobre el opaco sistema legal chino, supeditado al Partido Comunista y donde las organizaciones no gubernamentales denuncian casos de tortura, confesiones forzosas y unas leyes que permiten retener a los sospechosos en paradero desconocido sin acceso a un abogado.

El ejecutivo que preside la ministra jefe Carrie Lam replica que ya ha modificado el proyecto de ley en dos ocasiones y que, para extraditar a los sospechosos que reclame China, exigirá garantías a ese país; la solicitud no podrá tener motivaciones políticas ni religiosas, e incluso si los tribunales autorizan la entrega, el Gobierno tendrá la última palabra. Pekín, que apoya rotundamente la medida, asegura por su parte que el país otorga “gran importancia” a la protección de los derechos humanos y acusa a “fuerzas extranjeras” de promover las protestas.

Elpais


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