El informe permaneció oculto durante más de 60 años en un limbo de secretos oficiales y fondos documentales sin analizar, hasta que fue descubierto en marzo de 2005. Tal era su valor, que la familia de su autor, Henry Murray, acabó cediendo los derechos del original a la Biblioteca de Derecho de la Universidad Cornell, cuyos responsables lo calificaron de «una pieza casi única».
El prestigioso psiquiatra de la Universidad de Harvard recibió el encargo de realizar un exhaustivo estudio psicológico de Adolf Hitler, en 1943, por parte de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, por sus siglas en inglés), los servicios de inteligencia de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Alemania tenía a Europa aterrorizada a pesar de que empezaba su dominio comenzaba a tambalearse. Los nazis llevaban tres años en Francia y faltaban unos meses para que se produjera el desembarco de Normandía. Mientras, el Holocausto estaba en su máximo desarrollo y miles de personas morían a diario en los campos de concentración. El «Führer» se había convertido en la «bestia» a derrotar y los aliados querían saberlo todo sobre él.
Murray acabó desgranando la mente del sanguinario dictador alemán en 250 páginas, bajo un título del todo optimista: «Análisis de la personalidad de Adolf Hitler: con las predicciones de su comportamiento futuro y sugerencias para tratar con él ahora y después de la rendición de Alemania». Ese 1943 los alemanes habían abierto ya demasiados frentes. Principalmente, el frente Oriental contra Rusia, donde sufrió su primera gran derrota en la batalla deStalingrado, en febrero. Pero también el frente en África y los frentes contra Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. Los nazis comenzaban a debilitarse y el profesor de Harvard ya estaba convencido, antes incluso de la invasión de Normandía, de que el Tercer Reich se rendiría.
Neurosis y esquizofrenia
Según su diagnóstico Hitler sufría histeria, neurosis, esquizofrenia y paranoia, entre otras cosas. Era un tipo incapaz de aceptar una broma y se comportaba como un criminal compulsivo. «Es una persona rencorosa y vengativa, poco tolerante con las críticas y con tendencia a menospreciar a las personas», aseguraba el documento, que añadía otras interpretaciones como que «tenía una gran confianza en sí mismo y era altamente perseverante frente a la derrota».
Quizá fue este último dato el que le llevó al psiquiatra a asegurar que el «Führer» tenía amplias probabilidades de suicidarse si perdía la guerra. «Presenta una poderosa compulsión a sacrificarse a sí mismo y a toda Alemania, a morir, empujando a toda Europa con él hacia el abismo», decía. E incluso detallaba que la forma de llevarlo a cabo podía ser un disparo en la cabeza. Y así ocurrió el 30 de abril de 1945, con la guerra ya perdida, en el búnker de la Cancillería del Reich en Berlín. El líder nazi y su amante, Eva Braun, mordieron una cápsula de cianuro cada uno. A él también le dio tiempo a dispararse en la sien con su Walther PPK y un retrato de su madre en el regazo. A ella, no. Los efectos del veneno fueron fulminantes.
Por si acaso, el meticuloso trabajo incluía consejos ante la posibilidad de que Hitler fuese capturado con vida. El profesor Murray aconsejaba que, en su celda, el dictador nazi fuera sometido a filmaciones y grabaciones secretas para que todo el mundo pudiera contemplar su comportamiento lunático.
Un psiquiatra de prestigio
Galones para hacer dicho informe no le faltaban a Murray. El psiquiatra enseñó en Harvard durante más de 30 años. Durante ese tiempo fue el fundador de la Sociedad psicoanalítica de Boston y desarrolló una influyente teoría sobre el constructo psicológico de la personalidad, la cual estaba basada en la «necesidad» y la «presión». Por otro lado, es también quien desarrolló el Test de Apercepción Temática (T.A.T.), una prueba de personalidad que muy utilizada en todo el mundo por los psicólogos.
A pesar de ello, durante los últimos años diferentes psiquiatras y psicólogos importantes han restado importancia a este informe de 1943, que no fue el único que se hizo de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Un año antes, otro informe –esta vez psicológico y encargado por los servicios de inteligencia británicos– realizado por un profesor de la Universidad de Cambridge, Joseph MacCurdy, determinó que el mandatario nazi había desarrollado un «complejo de mesías» y que su antisemitismo crecía conforme veía avecinarse su derrota en la contienda. «Cayó en una red de delirios religiosos», podía leerse en el documento, según contaba la BBC en 2012.
En el caso de Murray, los detractores defienden que el psiquiatra no hacía referencia en su informe a los factores genéticos en ningún momento. Un aspecto que, por aquella época, todavía no se había desarrollado. Y en segundo, porque fue realizado desde la distancia, mediante sus datos escolares y militares, a través de su propia obra, utilizando sus recortes de prensa y con la información recabada por los servicios secretos y sus biógrafos, así como algunos datos de su genealogía.
¿Un homosexual reprimido?
A pesar de los aciertos, como es el caso del suicidio, Murray jamás intercambió una sola palabra con el «Führer», razón principal por la que han asegurado que su informe está lleno de malas interpretaciones y prejuicios. De hecho, también establecía que el líder nazi, vegetariano y amante de los perros, era un soñador romántico que gustaba de pintar ruinas de castillos y templos, que se consideraba un héroe y autor de su propia historia épica, y que la raíz de todo su carácter violento procedía de los abusos y humillaciones que sufrió cuando era niño por parte de su padre.
De hecho, explicaba que como joven soldado en la Primera Guerra Mundial, el «Führer» fue «irritantemente servil» hacia sus superiores. Esa desesperada repugnancia que le producían su debilidad sumisa y el impacto humillante de las palizas de su progenitor podrían ser en parte la causa de la «Solución Final» y los asesinatos en masa que se estaban llevando a cabo. Y añadía, además, que tenía graves problemas de identidad sexual. En concreto, aseguraba, que era un masoquista pasivo con tendencias homosexuales reprimidas.
Al retornar a Harvard, participó en una serie de cuestionables experimentos de estrés realizados con estudiantes voluntarios. Entre ese grupo figuraba Theodore Kaczynski, el terrorista anarco-ecológico conocido como «Unabomber». Hasta el punto de que los abogados de Kaczynski argumentaron en su juicio que la paranoia de control mental de su cliente estaba relacionada con su participación en los experimentos, en plan «Manchurian Candidate», realizados por el perspicaz profesor Murray.
Abc
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