Corea del Norte tiene fama merecida de ser unos de los países más herméticos del mundo, pero al menos una nación podría competirle por ese título.
Turkmenistán, situado en Asia Central, no tiene armas nucleares ni misiles intercontinentales, por lo que no aparece tanto en los medios ni despierta tanto interés. Sin embargo, desde las curiosidades históricas hasta las tradiciones insólitas, pasando por las ruinas antiguas y una misteriosa 'puerta del infierno', este país asiático tiene mucho con qué sorprender al viajero más exigente. Eso sí, para conocerlo un poco mejor primero habría que conseguir entrar (o al menos, leer este artículo).
Uno de los más cerrados
Los extranjeros de todos los países necesitan visa para entrar a Turkmenistán, y esta es conocida por ser una de las más difíciles de conseguir. Además, a menos que solicite una visa de tránsito, debe ir acompañado de un guía durante su estadía.
La Organización Mundial del Turismo no publica estadísticas de visitantes a Turkmenistán, pero algunas estimaciones sugieren que son menos de 10.000 turistas anuales. Los últimos datos disponibles son los del año 2007, cuando, según el Banco Mundial, el país fue visitado por tan solo 8.200 personas (para comparar, Argentina recibió el mismo año unos 4,5 millones de visitantes internacionales; México, 21,4 millones; y España, 59,2 millones de turistas).
Aunque consiga su visado, ni sueñe con ir dando envidia a los amigos con sus fotos durante el viaje: el acceso a Internet en Turkmenistán es muy limitado, y las redes sociales populares se encuentran bloqueadas.
Pingüinos en el desierto y 'la clave del paraíso'
Entretanto, las peculiaridades de Turkmenistán empiezan por su historia. En 1925, este país se convirtió en parte de la Unión Soviética. Con la redistribución de las tierras tribales privadas y ganado, la erradicación del analfabetismo, la creación de grandes plantaciones de algodón y el desarrollo de la industria petrolera, el estilo de vida en la república cambió drásticamente.
Sin embargo, aún más cambió con la llegada al poder en 1985 del excéntrico líder Saparmurat Nyýazow, quien gobernó el país hasta su muerte en 2006 y se hizo famoso por una serie de leyes y decisiones controvertidas, además de por haber elaborado un fuerte culto a su persona, con 14.000 estatuas doradas por todo el país, e imágenes del presidente hasta en botellas de vodka y billetes de banco.
En 2001, Nyýazow publicó un libro, Ruhnama ('Libro del Alma'), una especie de guía espiritual o código de conducta para los turcomanos que se volvió lectura obligada en colegios y universidades (más tarde, el presidente afirmó que había que leer su libro tres veces para entrar al paraíso). También cambió el nombre de varios lugares, así como de los días de la semana y de los meses en el calendario: algunos, en su propio honor, o en el de sus padres o de su libro.
Nyýazow abolió el circo, el ballet, la ópera y la Academia de Ciencias; prohibió a los hombres usar bigote y barba; declaró 'fuera de la ley' el cólera y el sida, y ordenó cerrar los hospitales fuera de Asjabad, argumentando que los enfermos podrían desplazarse hasta la capital para recibir tratamiento. Una vez, obligó a sus ministros a correr cuesta arriba por un 'camino de salud' de 28 kilómetros (el propio presidente fue trasladado a la cima en un helicóptero). Otra vez, decidió 'poblar' con pingüinos el vasto desierto del país, donde la temperatura alcanza los 40 grados de calor.
Su sucesor, el actual presidente Gurbanguly Berdymujammédov, abolió muchas de las reformas del anterior líder y no puede presumir de decisiones tan extraordinarias (aunque en ocasiones también sorprende, por ejemplo, dando clases de tiro y de lanzamiento de cuchillos a los ministros de Defensa, de Interior y de Seguridad Nacional, como en el siguiente video). RT
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