Para mucha gente, ver una araña en casa supone un problema. Y la reacción de la mayoría es matarlas. Pero igual, por mucho que sea una tendencia común, es la peor idea que se puede tener. Hay muchos motivos para aceptarlas en nuestros hogares.
Vamos a empezar por algo que es obvio, pero que no está de más resaltar: la mayoría de las arañas que matamos no son realmente peligrosas. Salvo que vivas en zonas muy concretas, los arácnidos que te vas a encontrar son de pequeño tamaño, y su picadura – en caso de que puedan atravesar la piel humana, que no todas pueden – no te va a generar grandes problemas.
Además, y si queremos ser sinceros… todos somos muy valientes con las arañas pequeñas. Pero las de mayor tamaño, que pueden ser más peligrosas – aunque no hay una relación directa entre el tamaño y la potencia del veneno – ya son otra historia.
Matar a las arañas no es buena idea, y no sólo porque sean seres vivos que merezcan nuestro respeto. Obtenemos un gran beneficio de convivir con ellas, sin que nos supongan un coste. De hecho, convivimos con bastantes sin darnos cuenta.
Las arañas son depredadoras. Existen muy pocos casos de especies que no lo sean. Y depredan sobre todo tipo de organismos, desde pequeños seres a otras arañas. Pasando por muchos que sí que pueden generar molestias a los humanos.
Por ejemplo mosquitos. Las arañas que viven en nuestras casas controlan la cantidad de mosquitos y otros insectos similares que nos vamos a encontrar. Dejar tranquilas a las arañas nos asegura que, al menos, hay un organismo depredando sobre ellos y por lo tanto evitando que nos piquen.
Otra de sus presas comunes son ácaros. Los del polvo que están a nuestro alrededor, y los que se asientan en las sábanas y almohadas. Rara vez los ácaros generan problemas, pero es bueno saber que ya hay alguien encargándose de que las posibilidades de que ocurra son aún menores.
La lista sigue – por poner otro ejemplo, las arañas que encontramos habitualmente también controlan otras arañas que sí pueden suponer mayores problemas – pero estos argumentos no valen para todo el mundo. A fin de cuentas, la aracnofobia es común y difícil de controlar o gestionar.
En estos casos, la mejor idea es no matar a las arañas que nos encontremos y sacarlas de las casas. No van a volver, casi con toda seguridad. Pero, aunque no las veamos, seguirán cumpliendo su función en el ecosistema que hemos creado en nuestros hogares y entornos.
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