La Corte Permanente de Arbitraje falló el martes en favor de Filipinas en doce de quince puntos en la disputa territorial entre ambos países asiáticos y que Manila había llevado a la vía judicial hace tres años. El tribunal determinó que los territorios que reclama no generan derecho a zonas económicas exclusivas en ningún caso ni existe una base legal que permita adjudicarle derechos históricos.
La sentencia representa un durísimo revés para China, que considera “parte inalienable” de su territorio casi el 90% del mar a su sur y sitúa estas reclamaciones entre sus mayores intereses estratégicos. En los últimos dos años ha redoblado el ritmo de construcción de islas artificiales que, según admite, tendrán un doble uso civil y militar. Esas aguas, que también se disputan Vietnam, Malasia, Taiwán y Brunéi, son ricas en recursos minerales, vitales para el flujo de comercio mundial y claves en la creciente rivalidad que mantiene con EE. UU. en la zona de Asia Pacífico.
El golpe no se reduce al ámbito de las relaciones exteriores. Jerome Cohen, experto en Derecho chino de la Universidad de Nueva York, ha escrito en su blog que “esta sentencia se sumará de modo significativo a los problemas internos de Xi Jinping. Fue una decisión desastrosa que China torciera la nariz ante la Convención de la ONU sobre la Ley del Mar (UNCLOS) aunque declarara respetarla, y este resultado ofrece a muchos miembros insatisfechos de las elites de Pekín combustible para la hoguera que están encendiendo bajo los pies” del presidente.
Por ello, China ha reaccionado con una retórica incendiaria. Debe demostrar a sus ciudadanos, que el martes y hoy miércoles llenaban las redes sociales de banderas chinas y mensajes patrióticos, que responde con firmeza a las presiones exteriores. Y, si es posible, quiere tratar de disuadir a otros países en la región que puedan verse tentados de seguir el ejemplo filipino.ElPais
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