Berlusconi, tres veces primer ministro, ha vuelto y se encuentra en el mejor momento político y personal de los últimos 5 años. Ha salvado sus empresas, le ha colocado el AC Milán a un empresario chino por 740 millones y acaba de ganar un largo pleito a su exesposa, Verónica Lario, que deberá devolverle los 45 millones de euros de la pensión. Il Cavaliere disfruta de una segunda juventud con 81 años y su novia Francesca Pascale, 50 años menor.
Esta vez ha pactado primero la nueva ley electoral con un debilitado Matteo Renzi. Una norma que favorece las coaliciones, ayudará al centroderecha a conquistar algunas plazas de la izquierda en el norte (los sondeos les dan cerca del 40%) y, sobre todo, permitirá incluir en las papeletas el eslogan “Berlusconi presidente”. Solo con ese recurso de imprenta, Forza Italia ganará 2,5 millones de votos. Nada menos que el 7,5% de los sufragios totales, según explicó el experto en sondeos Nicola Piepoli a La Repubblica. Gracias a la misma ley, los partidos no están obligados a concurrir a las elecciones con un candidato, de modo que el centroderecha irá a las urnas sin una figura visible y Berlusconi resolverá la partida con los pactos de último minuto. El escenario que mejor domina.
En plena forma tras superar el ataque al corazón de 2016, la salud política de la persona que puso órbita tantos conceptos en auge (el partido personal, el populismo de baja intensidad, el magnate-presidente...) es todavía más sorprendente si se repasan las cifras de sus casi 10 años de gobierno. En ese periodo, el país redujo su renta per cápita en un 3,1%, según el FMI (el peor dato de la UE en ese decenio). El consumo se redujo un 8% y el gasto alimentario un 36%. Subió la presión fiscal 1,6 puntos, pero se redujo un 10,7% el gasto en educación o un 30% el de la cultura, mientras crecía un 35% el de defensa. La prima de riesgo —y una Troika a la que agotó la paciencia— derribó finalmente su obra en otoño de 2011, cuando alcanzó su máximo histórico: 574 puntos. Pero la Europa de los mercados que dio el golpe de gracia a Berlusconi aquel sábado 12 de noviembre —no fueron los cinco procesos judiciales por inducción a la prostitución de menores y fraude fiscal— podría ahora pedirle un último servicio. Nunca fue un político rencoroso.
Han pasado 24 años desde que Forza Italia echó a andar y ha habido que hacer retoques. Cayeron íntimos como Marcello Dell Utri, su amigo siciliano y cofundador del partido, en la cárcel por vínculos con la mafia desde 2014. El círculo mágico se ha renovado. Un reducido número de colaboradores aconseja al magnate a diario desde la Villa San Martino, la famosa mansión de Arcore, convertida en cuartel general. En el primer círculo están su hija Marina y su novia Francesca. Inmediatamente después, sobresale la figura del brillante abogado Niccolò Ghedini, coordinador y factótum de toda la órbita estratégica (también de las listas) y legal. Gianni Letta, exsubsecretario de la Presidencia del Consejo, ha sido desde entonces su brazo derecho. Pero para el día a día, Licia Ronzulli, eurodiputada entre 2009 y 2014, no se separa de él y se ocupa cuidadosamente de filtrar la comunicación y las redes sociales. Junto a Fedele Confalonieri, presidente de Mediaset y gran consejero empresarial, se reúnen semanalmente en Arcore, donde también acuden los jefes de los grupos del Parlamento y el Senado.
Tiene 81 años, una novia de 32, es vegetariano y ha adelgazado 10 kilos
Roma sigue siendo un horizonte geográfico y político. “Para gobernar Italia, no se puede improvisar. Se necesita una sólida experiencia”, recuerda la web del partido. Una semana de cada tres, Berlusconi viaja a la capital y se instala en su residencia del Palazzo Grazioli. Las reuniones políticas se celebran en un miniparlamento construido en una de las estancias. Uno de los asistentes habituales es Paolo Romani, jefe de Forza Italia en el Senado, e influyente consejero. “Berlusconi es hoy un agregador de fuerzas. Inventó el centroderecha en el 94, cuando no existía ni el sistema bipolar. Por eso hoy ha vuelto a hacer un milagro juntando a todas las fuerzas de ese espectro”, señala el senador. Para Romani, no es extraño que el ex primer ministro se presente como moderado teniendo dos socios xenófobos y extremadamente populistas. “Salvini y Meloni no son Marine Le Pen, ni Alternative für Deutschland. No están en los populismos europeos. Nosotros gobernamos con la Liga desde hace 20 años. Incluso con la secesionista de Bossi. Y Giorgia Meloni [Fratelli di Italia] fue ministra de Berlusconi. Nuestras diferencias son menos de las que parece”.
Pero el borroso escenario, en algún lugar entre el pasado y el futuro de Italia, es tremendamente incómodo para sus rivales (Salvini, Di Maio y Renzi), hijos del relato político de un personaje que parecía amortizado y todavía no se ha marchado. La realidad es que el Movimiento 5 Estrellas (que rechaza formar coalición con otras formaciones), más que un partido es hoy un estado de ánimo en Italia. Y Matteo Renzi —convertido en un viejoven de la política tras su regreso— deberá reagrupar a una izquierda que le desprecia si quiere evitar llamar, como ya hizo en 2010, a la puerta de Arcore. Berlusconi les espera a todos sentado.ElPais
Etiquetas: #Italia #Berlusconi