La guerra en Ucrania constituye un "cambio tectónico" en la historia de Europa. En un mes y medio de invasión rusa, muchas cosas ya han cambiado para siempre en el orden global. Dentro de la UE se han roto numerosos tabúes. Dos hechos en dos países son especialmente notables: el fin a la política no armamentística en Alemania y el posible adiós a la neutralidad no alineada de Finlandia y Suecia.
Una de las consecuencias directas de la contienda en Ucrania podría ser la adhesión a la Alianza Atlántica de los dos países bálticos, que tradicionalmente se han mantenido alejados del foro militar. En Estocolmo, el apoyo a formar parte del mayor foro de defensivo del mundo ha pasado del 35% al 46%; en Helsinki supera ya el 60%. Por primera vez desde la Guerra Fría, los dos países debaten seriamente la unión a la OTAN.
¿Cuándo?
La última reunión que los ministros celebraron esta semana en los cuarteles generales ya debatió este paso. Fuentes aliadas afirman que la cita de junio en Madrid, a la que se refieren como la cumbre de la OTAN "del siglo", podría representar la invitación oficial. Eso sí, solo se hará si los dos países expresan previamente a Jens Stoltenberg su voluntad y su deseo de dar este paso. No se darán pasos de ciego. Finlandia prevé tomar una decisión al respecto antes de verano y lo que hagan los suecos estará muy influenciado por su vecino.
¿Cómo es el proceso?
Mucho más rápido que, por ejemplo, la incorporación a la UE, cuyo procedimiento se prolonga de medio una década en medio de reuniones maratonianas, incontables reformas y miles de páginas de análisis. La incorporación a la OTAN podría formalizarse en poco más de cuatro meses. Se necesita unanimidad de los Treinta, pero en la Alianza confían en que todos apoyarían la decisión. El mayor impedimento vendría de la necesidad de ratificarlo en los 30 Parlamentos nacionales.
¿Por qué?
Ucrania es un país socio y en 2008 la OTAN le abrió la puerta. Pero su entrada no se prevé como un escenario realista en el corto plazo. Tampoco lo era en la antesala de la guerra. Ser miembro de la Alianza Atlántica implica estar bajo el paraguas del Artículo 5, la cláusula de defensa colectiva (solo activada tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York). Si Ucrania hubiese sido parte del foro defensivo, el resto de países habrían estado obligados a intervenir de manera directa en el conflicto y en el cuerpo a cuerpo bélico con Rusia. Esta situación de inestabilidad global y de vecino cada vez más amenazante e imprevisible ha impulsado un cambio de paradigma en la sociedad y en la política finlandesa y suecas. El miedo a un ataque futuro ha derribado la tradicional postura no alineada de los dos países.
¿Cuál es la situación actual?
Finlandia y Suecia son países de la UE, pero no de la OTAN. Una coyuntura que comparten con Austria, Malta, Chipre e Irlanda. Finlandia es el único caso que, además, comparte frontera con Rusia: más de 1.300 kilómetros. El bloque comunitario cuenta con su propia cláusula de defensa: el Artículo 42.7 de los Tratados. Pero es mucho más limitado. Establece que ante el ataque a un Estado miembro, el resto de países europeos deben proporcionarle ayuda. Pero este instrumento es más débil que el de la Alianza, principalmente por la ausencia de los ejércitos estadounidense, británico o turco.
Tras la Guerra Fría, los países adoptaron una postura no alineada, que le permitió consagrar su independencia a cambio de mantener un estatus de neutralidad. De hecho, poco antes de que comenzase la invasión rusa, el propio Emmanuel Macron, presidente francés, planteó la vía de la "finlandización" (un término peyorativo en el país) para Ucrania como vía para apaciguar a Moscú.
Pero lo cierto es que desde la agresión a Crimea y al Donbás de 2015 los dos países han estrechado sus lazos con el foro militar participando en entrenamientos conjuntos.
Posibles consecuencias
Rusia ya ha avisado de graves consecuencias si este movimiento se consuma. El Kremlin ha advertido recientemente de que la entrada de Finlandia y Suecia supondría un "reequilibrio de la situación", aunque ha rebajado la tensión asegurando que no sería una "amenaza existencial" para el país. Una de las razones que Vladimir Putin alegó para invadir Ucrania fue su rechazo a la entrada de este país a la OTAN y a la expansión de esta organización cerca de sus fronteras. Desde la desintegración de la Unión Soviética, cada vez más países del Este se han unido al foro.
La gran incógnita es cómo reaccionará Rusia a este hecho, cada vez más próximo e inimaginable hace unos meses. Es difícil imaginar que a Putin, con una guerra que parece no estar saliendo todo lo bien que preveía y esperaba, le interese atacar uno de estos países y propiciar una guerra abierta y frontal con la OTAN.
De momento, en la Alianza se jactan de que el presidente ruso está consiguiendo lo contrario de lo que anhelaba: acercar a Ucrania a Occidente; empujar a Suecia y Finlandia hacia la OTAN; y rearmar las fronteras del flanco oriental y un despliegue militar a niveles no vistos desde la Guerra Fría.
publico
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