El director de la CIA, William J. Burns, advirtió a los principales servicios de inteligencia de Rusia que enfrentarán “consecuencias” si se descubre que están detrás de la serie de misteriosos incidentes conocidos como “síndrome de La Habana” que afectaron a diplomáticos y espías estadounidenses en todo el mundo.
Fuentes anónimas familiarizadas con el asunto reportaron que Burns hizo el planteo durante una visita a Moscú a principios de este mes, en la que se reunió con las autoridades del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) y del Servicio de Inteligencia Exterior del país (SVR). En esa ocasión, les dijo que los daños cerebrales severos y el resto de las dolencias generadas por los incidentes acústicos iba más allá de lo aceptable “para un servicio de inteligencia profesional”.
Sin embargo, la advertencia no implicó que Burns responsabilizara a Rusia de lo que funcionarios estadounidenses denominaron “incidentes de salud anómalos” o IAH. El hecho de que Burns formulara la advertencia con el condicional “si” sugiere que después de cuatro años de investigaciones en múltiples administraciones, el gobierno de los Estados Unidos sigue sin poder determinar la causa de los episodios.
No obstante, la decisión del director de plantear la posibilidad de la participación rusa directamente a sus homólogos en Moscú demuestra la profunda sospecha que tiene la CIA de la culpabilidad del Kremlin.
La CIA se negó a hacer comentarios al respecto de la advertencia de Burns a los rusos, que hasta el momento no había sido reportada. La embajada rusa en Washington tampoco respondió a las solicitudes de comentarios.
Moscú ha negado cualquier participación en los incidentes del llamado Síndrome de La Habana, un fenómeno que lleva el nombre de la capital cubana, donde los diplomáticos y oficiales de inteligencia estadounidenses reportaron por primera vez síntomas inusuales y variados, que van desde dolores de cabeza y problemas de visión hasta mareos y lesiones cerebrales, y que comenzaron en 2016.
Con todo, el objetivo principal del viaje de Burns a Moscú era informar al Kremlin de que Washington estaba observando la acumulación de tropas en la frontera de Ucrania y no toleraría un ataque militar contra el país, dijeron las autoridades.
Su aparición en Moscú a instancias del presidente Biden fue diseñada para transmitir la seriedad de Washington. El jefe de la CIA, ex subsecretario de Estado y embajador en Rusia, ha manejado algunas de las misiones más delicadas del presidente, incluido el compromiso de alto nivel con los talibanes después de su llegada al poder en Afganistán.
La incapacidad para determinar la causa de los incidentes de salud irrita a los miembros del Congreso y enfurece a diplomáticos y funcionarios de inteligencia estadounidenses afectados.
El gobierno de Joe Biden ha tratado de demostrar que se toma estos casos en serio y alentó a los empleados de todo el gobierno federal a informar sobre cualquier problema de salud potencial que puedan estar experimentando.
De hecho, en los últimos meses, dos altos funcionarios estadounidenses fueron reemplazados después de ser acusados de no tomarse dichos incidentes lo suficientemente con la suficiente seriedad: el jefe de la estación de la CIA en Viena, donde decenas de espías y diplomáticos estadounidenses han informado sobre IAH, y la embajadora Pamela Spratlen, máxima funcionaria del Departamento de Estado supervisando los casos del Síndrome de La Habana.
Después del despido de Spratlen, el secretario de Estado Antony Blinken nombró a Jonathan Moore, un diplomático de carrera, para encabezar el Grupo de Trabajo de Respuesta a Incidentes de Salud y otra oficial superior del Servicio Exterior, Margaret Uyehara, para garantizar que los afectados por la enfermedad reciban atención médica.
Burns describió públicamente los incidentes como “ataques” y algunos funcionarios estadounidenses sospechan que son obra de agentes operativos rusos. Otros funcionarios los han atribuido a una enfermedad psicógena experimentada por personas que trabajan en un entorno de alto estrés. Quienes culpan a Rusia especulan con que podría estar usando armas para enfermar al personal estadounidense. Otros han notado que hay poca evidencia que relacione el uso de armas de energía con los síntomas reportados.
En julio pasado, Burns colocó a un alto oficial de la CIA que desempeñó un papel destacado en la búsqueda de Osama bin Laden a cargo del grupo de trabajo que investiga la causa de las enfermedades.
En agosto, dos empleados estadounidenses en Hanoi informaron síntomas justo antes de que la vicepresidente Kamala Harris llegara a la capital vietnamita en un viaje diplomático oficial. Los diagnósticos retrasaron su visita unas horas.
En septiembre, un oficial de inteligencia que viajaba con Burns en India reportó síntomas del síndrome de La Habana y requirió atención médica, dijeron funcionarios actuales y anteriores. Algunos vieron ese incidente como un mensaje para los líderes de la CIA de que ellos también pueden ser atacados en cualquier lugar.
En total, fueron reportados más de 200 incidentes de salud en todo el mundo en los últimos cinco años, en todos los continentes excepto en la Antártida, pero aún no hay un patrón claro que los explique. En algunos casos, los empleados estadounidenses han informado síntomas relacionados con el síndrome de La Habana, pero tras un diagnóstico adicional, las dolencias se atribuyeron a otros factores, aclaró un alto funcionario de la administración.
Los misteriosos incidentes provocaron un apoyo bipartidista poco común detrás de la Ley de La Habana, un proyecto de ley que Biden firmó el mes pasado y que crea un programa federal para compensar a los diplomáticos, oficiales de inteligencia y otros funcionarios estadounidenses que han sufrido lesiones cerebrales traumáticas asociadas con el síndrome de La Habana.
“Estamos aprovechando todos los recursos del gobierno de EEUU para brindar atención médica de primera clase a los afectados y llegar al fondo de estos incidentes, incluso para determinar la causa y quién es el responsable”, dijo Biden al firmar el proyecto.
El misterio del Síndrome de La Habana agrega otra capa de complejidad a la relación entre Estados Unidos y Rusia, mientras el gobierno de Biden intenta determinar si la concentración de tropas rusas a lo largo de la frontera con Ucrania es una demostración de fuerza o el preámbulo de una invasión a gran escala.
El Gobierno está tratando de minimizar la situación en medio de los llamados de los republicanos para enviar más ayuda militar a Ucrania. “No estamos seguros de lo que está haciendo el señor Putin”, dijo la semana pasada el secretario de Defensa, Lloyd Austin.
En las últimas semanas ha habido una serie de contactos diplomáticos entre funcionarios estadounidenses, rusos y ucranianos. Además de las discusiones de Burns con los funcionarios del FSB y SVR, también habría llamado al presidente ruso Vladimir Putin mientras estaba en Moscú y se habría reunido con el jefe del consejo de seguridad nacional de Rusia, Nikolai Patrushev. Blinken, por su parte, se reunió con el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky al margen de la cumbre climática de la ONU en Glasgow, Escocia, este mes, y un alto funcionario del Departamento de Estado fue enviado recientemente a Kiev, la capital de Ucrania.
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