A falta de que se oficialice el pacto, los comentaristas políticos daban por hecho que Lieberman —nacido en Moldavia en 1958 y quien emigró a Israel 20 años después— será el encargado de poner firmes a los generales del Ejército que en las últimas semanas han plantado cara al Ejecutivo y lanzado señales de alerta sobre la deriva de la sociedad hacia un nacionalismo cada vez más intolerante. El número dos del Estado Mayor, el general Yair Golan, advirtió del peligro de que Israel se parezca cada vez más a la Alemania nazi. Y el jefe de la Fuerzas Armadas, el general Gadi Eizencot, actuó con mano firme en el caso del soldado israelí que remató de un tiro en la cabeza a un atacante palestino malherido.
Residente en un asentamiento de colonos en Cisjordania próximo a Jerusalén, el líder de Israel Nuestra Casa —partido que concentra los votos de los judíos que emigraron desde la extinta Unión Soviética— se opuso en el seno del Gobierno, en 2014, a un alto el fuego con Hamás en Gaza tras más de 50 días de guerra. Para los palestinos, representa al sector de la clase dirigente de Israel más reacio a la solución de los dos Estados. Una de las condiciones que, según la prensa, ha impuesto la extrema derecha para dar su respaldo a Netanyahu es la instauración de la pena de muerte para los condenados por terrorismo.
La Autoridad Palestina afirmó este jueves en un comunicado que la decisión de nombrar a Lieberman ministro de Defensa “muestra que Israel opta por el extremismo y la expansión de la ocupación y los asentamientos en lugar de apostar por la paz”. Los responsables palestinos creen que ya no existe un interlocutor válido para negociar y anuncian que reactivarán la campaña para lograr el reconocimiento internacional como Estado.
Los países árabes y occidentales que se preparan para participar en una conferencia internacional de paz sobre Oriente Próximo el próximo 3 de junio en París reciben al mismo tiempo la advertencia de que tendrán que lidiar con un Gobierno israelí integrado por conservadores, judíos ultraortodoxos y nacionalistas religiosos y que se va a ver previsiblemente reforzado con la ultraderecha de Lieberman.
De paso, el centroizquierda parece haber quedado condenado a la oposición hasta el final de la legislatura, previsto para 2019. Los columnistas de la prensa israelí concluyeron el martes que la propuesta del presidente de Egipto, Abdelfatá el Sisi, para mediar en el conflicto palestino era también su bendición a un Ejecutivo de gran coalición para que Israel negociara la paz. Ahora, el laborista Isaac Herzog se tendrá que enfrentar a los órganos de dirección de su partido, donde no faltará quien pida su cabeza tras el fiasco de la negociación en la sombra de un acuerdo de Gobierno con Netanyahu. En El Cairo, mientras tanto, se recuerda cuando Lieberman defendía en 2002 bombardear la presa de Asuán.
Después de haber sorprendido en las urnas en marzo del año pasado al dar un vuelco a las encuestas en contra, Netanyahu y su partido Likud han conseguido afianzar una mayoría —de un solo voto en un Parlamento de 120 escaños—, para seguir manejando las riendas del poder. La incorporación de los seis diputados de Israel Nuestro Hogar ofrece al primer ministro la ventaja añadida de dejar de ser rehén de diputados díscolos de su formación y de sus hasta ahora socios estratégicos, los ultranacionalistas procolonos de Hogar Judío.
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