En sus dos siglos de vida, la relación del Museo del Prado con las mujeres ha sido un reflejo de la sociedad: han sido ocultadas, silenciadas (y eso que Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII, fue la fundadora del museo), pero era inevitable que, con el tiempo, se hicieran visibles y su voz se oyera en el Palacio de Villanueva. En su colección hay 69 mujeres, frente a 4.928 hombres. De las 179 obras realizadas por mujeres, 52 son pinturas: 9 cuelgan en las salas, hay 12 en almacenes, 10 están depositadas en otras instituciones, 3 se hallan en restauración, y 18 estarán en su próxima exposición temporal. Nombres como Artemisia Gentileschi, Sofonisba Anguissola, Clara Peeters, Angelica Kauffmann, Rosa Bonheur, Vigée-Le Brun...
En 2016 el Prado dedicó la primera monográfica a una mujer en su historia: Clara Peeters, que se autorretrataba en el reflejo de los objetos que pintaba en sus cuadros. Después llegó un cara a cara entre Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, la escultora Cristina Iglesias hizo las puertas del edificio de Moneo en la ampliación del Prado... El 5 de octubre se inaugurará «Invitadas», una exposición aplazada por la pandemia, en la que se abordará el papel de mera invitada, no protagonista, que la mujer tenía en el siglo XIX y principios del XX y así se vio reflejado en el arte oficial de la época. Nunca una mujer ha dirigido el museo, ni ha presidido el Patronato. Hoy, Marina Chinchilla es directora adjunta de Administración; Amelia Valcárcel, vicepresidenta del Patronato. «En los cargos de libre designación hay más mujeres que hombres. Pero se ha hecho de forma natural, no hay un cupo. Algún día una mujer dirigirá el Prado. Es algo que tendrá que suceder lógicamente», advierte Miguel Falomir, director de la pinacoteca, que habla con ABC sobre el Prado y la mujer.
«La Historia del Arte no es algo fijo, cerrado, no es un compartimento estanco; se ha ido construyendo a lo largo de los siglos mediante elecciones, que llevan aparejadas olvidos y a veces discriminaciones -explica Falomir-. Hoy resulta difícilmente asumible. Pero no solo artistas, sino movimientos y hasta técnicas y materiales han quedado excluidos. Cuando se inaugura el Prado no hay arte medieval, porque se consideraba que no era arte, sino arqueología. Y el arte realizado en los virreinatos americanos se veía como etnografía. No solo se ha discriminado a la mujer. Ha habido discriminaciones por muchas razones: por sexo, por una visión colonialista o por cuestiones meramente estéticas. Estamos en un momento mucho más inclusivo, donde todos estos criterios deben ser revisados. Tras el bicentenario, el museo decidió centrarse en lo que llamamos nuevas narrativas: «Invitadas», la primera exposición del Prado sobre arte virreinal hispanoamericano... Nuestro afán es ir incoporando lo que ha sido relegado, excluido del canon. No puedes excluir el arte realizado por las mujeres, que son más del 50% de la población».
¿Cuál es el propósito de «Invitadas»? «Se habla de tres generaciones de historiografía feminista -explica Falomir-. La primera partía de identificar a esas mujeres artistas y darles visibilidad, que es lo que el Prado ha venido haciendo con Clara Peeters o con Sofonisba y Lavinia. Una segunda generación señalaba a aquellas mujeres que habían tenido un papel activo, no como artífices sino como promotoras del arte. Y una tercera se planteaba cómo se había proyectado la imagen de la mujer en la sociedad. En "Invitadas" (ocupará las salas A y B del museo) se identifican a las pocas mujeres artistas del XIX. De algunas ni siquiera se sabía de su existencia, porque intentaban pasar camufladas, firmaban solo con el apellido. La exposición aborda cuál es la imagen de la mujer promovida por los estamentos oficiales. El Estado burgués se olvida de las mujeres artistas y son la Corona y la alta nobleza de los pocos que en el XIX encargan obras a artistas mujeres. De las más de 120 obras expuestas, un centenar son del Prado (excepto algunas de Patrimonio Nacional), porque ganaron medallas en los concursos nacionales. Son las obras que el Estado premiaba porque transmitían los valores: la mujer pura, el ama de casa perfecta, las mujeres más libres y autónomas que deben ser castigadas... Entre el 90 y el 95% de las obras son inéditas y 40 se han restaurado. Ha sido un esfuerzo extraordinario de investigación y restauración. Es una exposición necesaria, de museo público». La muestra, que incluye una obra firmada por Isabel II (una copia de «La sagrada familia del pajarito» de Murillo), se cierra con un corto de una cineasta francesa, de 1906, sobre los efectos del feminismo.
¿Va a gustar la exposición a las feministas? «Para mí es una exposición de historia. Me lo planteo con menos carga ideológica que histórica -comenta Falomir-. Intentamos mostrar, con la mayor objetividad posible, una realidad social que se dio en España a finales del XIX y principios del XX. Y hay un reflejo de ella en centenares de obras del Prado». Se han identificado obras que estaban mal atribuidas. «Se están limpiando y estudiando dos obras de procedencia real que estaban atribuidas al círculo de Vigée-Le Brun. Son tablas muy pequeñas que estaban en los almacenes. Posiblemente no sean 100% autógrafas, pero sí han salido de su taller».
En «Invitadas», dice el director del Prado, «veremos cómo un arte hecho hace más de cien años tiene cosas que seguir diciendo hoy. Se exhibirá un cuadro que fue retirado de la exposición por orden de un ministro porque era demasiado crudo: una niña identifica a quien había abusado de ella. Pero esas cosas se pintaban. No te producirá esta muestra un arrebato estético como las "Poesías" de Tiziano. Pero es fascinante lo que te cuentan esas obras. La primera parte es un culebrón venezolano o turco. Hay un contenido moral brutal, por eso es arte oficial, intenta aleccionar. Pero también mucho humor». Eso sí, advierte que el montaje es preCovid (la muestra fue aplazada por la pandemia) y, seguramente, se limite el número de visitantes por salas.
Para el director del Prado, «es importante que la mujer recupere su espacio en el museo, pero hay que salir del sota, caballo y rey de las mujeres artistas, que tiene el recorrido que tiene. El número de mujeres artistas es limitado en el pasado, aunque hay figuras importantísimas. Tiene que ser un proyecto a largo plazo. Pero el Prado va a seguir con su compromiso con los grandes maestros. No se trata de sustituir, sino de sumar y mostrar una diversidad. Una sociedad que ha sido intelectualmente dominada por los hombres ha dejado impronta en todo: en la medicina, en la judicatura, en la filosofía... No es un pecado exclusivo de la Historia del Arte, sino el reflejo de una sociedad que ha sido dominada por los hombres».
El cine ha movido ficha: habrá cuotas de diversidad en los Oscar, la Berlinale no distinguirá premios por sexos... ¿Debe hacer lo propio el arte? «No me planteo cuotas, pero tengo interés en incorporar obras de mujeres. Hace unos años se adquirió una obra de Mariana de la Cueva y Barradas, una mujer del XVII que cita Palomino de la que no se conocía ninguna obra. Es una copia de un Greco: "San Francisco arrodillado en meditación". Está firmada».
El Prado ha sido blanco de acusaciones muy fuertes. Se ha llegado a decir incluso que está alimentando la cultura de la violación. «Son declaraciones que se descalifican por sí solas. No sé si alguna sería incluso susceptible del Código Penal. Nosotros somos bastante más tolerantes que los que nos critican. Confiamos en la libertad de expresión y en la libertad de prensa. Una institución como el Prado atrae a mucha gente que, en un momento determinado, quiere hacerse un nombre a costa de la institución. Hay temas que son de fácil consumo, proporcionan un impacto inmediato... Supongo que es una posición legítima. Lo que no se puede es dar más pábulo a esas cosas. A veces hacen un flaquísimo favor a las causas que pretenden promover puesto que metodológicamente se nota enseguida las costuras oportunistas».
¿Hay obras que se haya planteado descolgar en el museo? «No hay pintura que no pueda estar colgada en el Prado con una explicación pertinente al lado. Es un museo que, al poco de inaugurarse, tenía una sala reservada. Me gustaría que no volvieran a censurarse cuadros. Es pernicioso y contraproducente. Alguien dijo que todos los españoles son seleccionadores de fútbol. Pues con el Prado ocurre algo similar. Todos los españoles son directores del Museo del Prado. Todos tienen una opinión muy formada, que me parece muy bien. Pero yo dirijo un museo público, no cuelgo lo que a mí me gusta, sino lo que creo que debe colgar porque tiene importancia histórica. Hay pintores y obras colgados en el Prado que, si me los regalasen, no los colgaría en casa. Pero yo no dirijo una kunsthalle ni un museo privado, sino un museo público».
En la colección del Prado hay asesinatos brutales, canibalismo, escenas de alto voltaje, raptos, violaciones... «Una pintura no es un texto literario. Se mueven en realidades completamente distintas. Tienen miles de intenciones -advierte Miguel Falomir-. "El rapto de Europa", por ejemplo, se hizo para Carlos V. Para él, simboliza el continente que dominaba el mundo; para su hija Juana, el alma cristiana, y para su hijo Felipe, probablemente tenía un carácter más erótico. Hacemos una visión absolutamente reduccionista de obras muy complejas. Y la relación entre dioses y mortales son desiguales. También hay un abuso por parte de Venus respecto a Adonis. El pobre Acteón, por ver desnuda a Diana, es arrojado a los perros, que lo descuartizan. ¿Tienes que prohibirlo? Es verdad que hay obras en las que se representa una violación. Como "Los Desastres de la Guerra" de Goya. Y se explica como tal. El museo ni está ni puede estar al margen de la sociedad, pero lo que tampoco puede estar es al pairo de cualquier histerismo. Debe ser un sitio de un cierto consenso intelectual donde primen el sentido común y la sensatez».
¿Ha sido el Prado un museo machista? «El Prado ha sido machista, como lo ha sido la sociedad. Quiero que me juzguen por lo que yo hago. Llevo tres años como director del Prado. Se ha hecho Sofonisba y Lavinia, se va hacer "Invitadas", el año que viene la exposición de arte virreinal... Habrá gente a la que le parezca que es mucho o poco. Es una apuesta a medio y largo plazo. Nunca haré una sala de artistas mujeres. Me parece insultante para las mujeres. Sería profundamente discriminatorio, como si se tratase de un museo de Ciencias Naturales del XIX: aquí los aborígenes africanos y aquí las mujeres».
En cuanto a por qué no se ha hecho una exposición de Artemisia Gentileschi, dice Falomir: «No me planteo hacer una exposición sobre ella, porque el Prado juega en la liga internacional y no hay que repetir exposiciones. Se han hecho muchas sobre Artemisia. Nunca se había hecho sobre Clara Peeters, ni se habían comparado a Sofonisba y Lavinia. Hubo gente que lo malinterpretó: decían que era porque no confiaba en ninguna de las dos. Es no entender nada. E "Invitadas" no se ha hecho en ningún país del mundo».
Sobre «El Cid», de Rosa Bonheur, Falomir quiere puntualizar lo siguiente: «La gente ha olvidado, también porque hay quien se quiere colgar medallas, que el primero que llamó la atención sobre este cuadro fue el Museo del Prado. Ninguno de los que luego se convirtieron en adalides de "El Cid" sabía ni que existía el cuadro ni quién era Rosa Bonheur hasta que el Prado la incluyó en su recorrido con motivo de la jornada mundial LGTBI. El comisario de "Invitadas", Carlos G. Navarro, rescató ese cuadro y le dio importancia. No se rescató por lo que dijera un tuitero. El Prado lo sacó de los almacenes, le dio visibilidad y le otorgó un protagonismo. Todos nos ponemos medallas. Pero si ese cuadro lo conoce la opinión pública es gracias al Prado y, en concreto, a Carlos G. Navarro».
abc
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