En 2020 se cumple el centenario del natalicio de Federico Fellini y se me antoja como una estupenda ocasión para acercarse al cine personal e inimitable del genial director de Rimini. Entre todos los acercamientos posibles, yo voy a elegir uno; aquel que hace referencia a la influencia del cómic a la hora de conformar el maravilloso universo visual que supo plasmar en sus películas.
Como la mayor parte de su generación, Fellini fue durante su infancia un ávido lector de historietas. En la Italia los años 20 y 30, semanarios como el Corriere dei Piccoli se ocupaban de hacer soñar a los niños italianos, publicando planchas de cómics procedentes de los suplementos dominicales de los periódicos estadounidenses, entre los que se encontraban autores tan importantes como Richard Felton Outcault, Frederick Burr Opper, James Swinnerton o Winsor McCay.
La estética de estos cómics fascina al joven Federico. Estas viñetas mostraban una realidad distorsionada, caricaturesca y expresiva, pero a la vez ¡tan hermosa! que condiciona su modo de mirar el mundo.
Tyto Alba, en su extraordinaria novela gráfica Fellini en Roma, expresa esta idea de una manera maravillosa, ya que muestra a un Federico Fellini niño que sueña en su cama. Sin duda, Fellini no es el primer director que vuelca en el cine sus sueños y anhelos de infancia; pero es que en la viñeta de Alba no está solo en el lecho, sino que le acompañan The Captain & The Katzenjammer Kids, Felix The Cat, y Bringing Up Father.
Con tan solo 17 años, Fellini deja su Rimini natal y recala en Florencia; concretamente en las oficinas del editor Mario Nerbini, dueño de L'Avventuroso, la revista que incluye en sus páginas la publicación seriada de Flash Gordon y Mandrake.
La guerra está cerca, y el Ministerio de la Cultura Popular de Benito Mussolini prohíbe la publicación de todo material gráfico proveniente de los Estados Unidos. Dicho material era la columna vertebral de L`Avventuroso; y Nerbini, poco dispuesto a renunciar a los personajes que garantizaban unas buenas ventas de su revista estrella, busca una solución digamos… «imaginativa»: encarga a diversos autores locales la continuación de dichas historias americanas.
Fellini declara en varias entrevistas que en el reparto de personajes cae en sus manos Flash Gordon, y que recuerda un guión escrito por él de una estupenda aventura que el historietista italiano Giove Toppi se encargaría de dibujar, imitando en lo posible el característico estilo de Alex Raymond.
La historieta nunca llega a publicarse por culpa del estallido de la Guerra; incluso es más que posible que solo sea una invención felliniana, pero es la anécdota perfecta para ilustrar un aspecto muy poco conocido del creador de Rímini; su gusto por el cómic de Ciencia Ficción.
Una carta de Fellini fechada en Roma el 23 de junio de 1979 y dirigida al genial historietista galo Jean Giraud, alias Moebius, relaciona este gusto con su cine, cuando dice refiriéndose al francés: «¡Qué gran director de cine habrías sido! ¿Nunca lo has pensado? […] Hacer una película de ciencia ficción es uno de mis viejos sueños. He pensado en ello muchos años antes de la actual moda por ese tipo de películas. Indudablemente, serías el perfecto colaborador para dicho proyecto».
Tras la aventura florentina, se dirige a Roma, donde consigue colocar varios trabajos como caricaturista en los semanarios satíricos 420, Marco Aurelio y Domenica del Corriere; destacando especialmente el personaje de Pascualino, que estéticamente era deudor del grafismo de Frederick Burr Opper en Fortunello, sobrenombre por el que es conocido en Italia el popular personaje americano de Happy Hoolygan.
Una vez más, Alba recrea este aspecto poco conocido de la trayectoria profesional de Fellini en una preciosa viñeta en la que muestra al futuro director y neófito caricaturista enseñando sus creaciones al poderoso editor en busca de una oportunidad laboral.
Años años más tarde, comienza su carrera en el cine. Primero como periodista, luego como guionista y, finalmente, como director cinematográfico, consiguiendo con La Strada (1954) su primer gran éxito internacional. Se trata de un filme en el que el noveno arte es una fuente de inspiración más que evidente. Los personajes de Gelsomina (Giulietta Masina) y Zampanò (Anthony Quinn), así como muchas de las escenas de la película, son una transposición casi literal de aventuras del cómic Girellino e Zarappa, dos populares personajes de finales de los años 10, creados por Antonio Rubino para Il Corriere dei Piccoli; y que, huelga decirlo, Fellini devoraba con fruición cuando era un niño. En realidad, casi todos los filmes de Fellini poseen personajes cuyo aspecto se inspira claramente en estéticas caricaturescas propias del cómic. Los bocetos que él mismo realizaba de sus personajes, son la prueba más clara de dicha influencia.
Para mí, algunos de los personajes más logrados del universo felliniano son personajes de cómic. La oronda estanquera de Amarcord, con sus formas excesivas y redondas, tiene poderosas similitudes con la matriarca de los Katzenjammer Kids. En I Clowns, el niño que descubre en la noche el espectáculo del circo es claramente Little Nemo. Y las sensuales mujeres que abundan en su filmografía, con Anita Ekberg a la cabeza, tienen un claro antecedente en los rotundos dibujos femeninos de Al Capp en Li'l Abner.
Fellini nunca deja de dibujar, e incluso coquetea con la historieta de forma puntual; como sucede con un pequeño cómic publicado en 1970 por la revista Rolling Stone; pero su verdadera vuelta al 9º arte será junto al historietista Milo Manara.
El encuentro entre ambos se produce en 1982, fecha en que se organiza en la librería Adria de Roma una exposición de historietistas que homenajean al maestro Fellini. Milo Manara crea para la ocasión un cómic de cuatro páginas poblado de personajes prestados del universo felliniano.
Así, comienza un periodo de gestos y declaraciones de admiración mutua. Por ejemplo, en una de las escenas más tórridas de la historieta de El click de Manara, aquella en la que la burguesa Claudia Cristiani se entrega a un desconocido en una sala de cine, la película que se proyecta es El Casanova de Federico Fellini.
Finalmente, en 1987 llega la ocasión que les permite desarrollar su primer trabajo conjunto. Fellini se dispone a publicar por entregas una historia titulada Viaje a Tulum en el periódico Il corriere dela Sera. Se trata de un guión de cine, pero la película está paralizada y el cineasta aspira a que la aparición del relato despierte de nuevo el interés de los productores.
Así, el cineasta le pide a Milo Manara que realice algunos dibujos para acompañar la publicación del texto. Manara acepta sin pensárselo dos veces y realiza las citadas ilustraciones, pero tras la lectura del guión, siente que puede convertirse en una extraordinaria historieta.
Fellini ha recordado en diversas entrevistas el momento en que Manara, muerto de vergüenza, le plantea la posibilidad de realizar juntos un cómic en base al guión de Viaje a Tulum: «Milo insistía con su sonrisa de niño bueno, los ojos radiantemente celestes y el flequillo de pelo de querubín: solo le faltaba la trompeta dorada», comenta entre risas cada vez que le preguntan por la génesis del proyecto.
Fellini accede a la idea y se implica en la historieta con la misma intensidad que en una película. Su intervención no se limita a escribir los diálogos e imaginar una u otra escena, sino que participa activamente en la parte gráfica, realizando un intenso trabajo de «concept art».
Fellini descubre en la historieta un camino fecundo para que vean la luz aquellas historias que no ha sido capaz de materializar en la gran pantalla; y de este modo, nace una segunda aventura junto a Manara titulada El Viaje de G. Mastorna, llamado Fernet (1992).
Un año más tarde Fellini fallece, por lo que esta novela gráfica es la última creación que ofrece a su público, en una carrera esplendida que se inicia y se cierra con el cómic.
abc
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