A través de la literatura, pero tambièn del teatro y del cine, la obra de Charles Dickens ha alimentado la imaginación de todos los niños del mundo. Constituye un testimonio de los aspectos más sombríos de la revolución industrial y del capitalismo naciente.
Dickens, que padeció la dureza de la condición obrera, no dejó nunca de luchar contra las injusticias. En ese combate perdió la salud y la vida, pero ganó la estima eterna de sus conciudadanos.
Una infancia torturada
El futuro novelista nació en Portsmouth, en el sur de Inglaterra, el 7 de febrero de 1812. Era el menor de ocho hermanos. Su padre, John, empleado en el servicio de pagos del Almirantazgo, era un hombre jovial pero muy imprevisor. Unos meses después del nacimiento de Charles, es trasladado a Kent, donde la familia experimentará unos años de felicidad.
Todo se arruina cuando Charles llega a la edad de diez años. La familia se muda a Londres donde el padre pronto se deja aplastar por las dificultades financieras. El pequeño Charles debe entonces trabajar en la fábrica de cera de un allegado a la familia. Por unos pocos chelines al mes, se agota pegando etiquetas en las cajas.
En Londres, metrópoli insalubre de un millón de habitantes, no cabe esperar compasión alguna de los poderes públicos. Incapaz de reembolsar la deuda reclamada por un panadero, John Dickens se ve condenado a la prisión. Su familia es encarcelada junto a él, con la única excepción de Charles que sigue trabajando en la usina.
Tras unos meses de padecimiento, John es liberado y recupera un cierto bienestar. Su esposa sin embargo no quiere perder el sueldo que su hijos mejor y lo deja desgastarse en el trabajo. El recuerdo de esta traición materna atormentará al escritor por el resto de su vida.
Al fin un día su padre lo saca de la fábrica y lo inscribe en una escuela. Charles se lanza con pasión a los estudios y la lectura y a los quince añosC entra de lleno a la vida activa como asistente en el estudio de un abogado.
Consciente de sus talentos de escritor, al año siguiente empieza a publicar artículos en los diarios. Con el seudónimo de Boz, publica también pequeños relatos muy bien logrados en ediciones populares, sin dejar de cultivarse y sobre todo de frecuentar los teatros, la gran pasión de su vida.
Su otra pasión se llama María, con quien se comprometió en secreto a los 17 años. Convertido en cronista parlamentario en 1832, cree poder hacer un pedido de mano al padre de la joven, un rico banquero, pero es rechazado sin miramientos.
De esta juventud sembrada de humillaciones y penas, mucho más que de alegrías, Charles Dickens sacará más tarde el material para una novela muy autobiográfica: David Copperfield (1849), y la infancia desdichada estará en el centro de toda su obra.
La revancha del novelista
Entretanto, los breves relatos del joven han atraído la atención de un editor, que lo invita a prestar su pluma a un dibujante de renombre para ilustrar Las Aventuras de M. Pickwick, que van a ser editadas en forma de folletín Ese género es muy apreciado por los diarios, tanto en Inglaterra como en Francia, pues les permite fidelizar a los lectores.
Con esta publicación, Dickens conoce al fin, a los 24 años, el éxito y la holgura. Obtiene la mano de Catherine Hogarth, la hija de su jefe de Redacción. La pareja se instala en una casa confortable, en el 48 de Doughty Street, en el barrio londinense de Bloomsbury. Allí nacerán sus primeros diez hijos.
En esta casa viven también dos jóvenes hermanas de Catherine, Mary y Georgiana, y un hermano de Charles. El 6 de mayo de 1837 tiene lugar un drama. La joven Mary, de 18 años, se desploma al volver del teatro. Muere al día siguiente en brazos de Charles.
Al mes siguiente, otra joven de 18 años ascendía al trono británico con el nombre de Victoria...
Al cabo de dos años, la familia Dickens deja la casa de Bloomsbury, hoy convertida en museo para la gloria del escritor.
Con su primera gran novela, Oliver Twist (1838), Charles Dickens accede al summum del renombre y se ubica como testigo de las crueles costumbres de su tiempo, cuando los empresarios ávidos explotan a los miserables que confluyen hacia las ciudades.
La pasión del militante
Para la Inglaterra aristocrática y puritana, la pobreza es sinónimo de depravación: alcoholismo, robo, ignorancia… Debe ser tratada con firmeza. Para eso se votó en 1834 una ley de pobres, “poor law”, que suprime las ayudas a los indigentes y el asistencialismo. Instituye en contrapartida las casas de trabajo, “workhouses”, establecimientos penitenciarios de hecho donde son relegados los vagabundos y los pobres, siendo lo esencial volverlos invisibles a los ojos de la sociedad decente.
En Oliver Twist, así como en libros posteriores, Charles Dickens denuncia estos abusos y la codicia de los financistas. También da su apoyo en 1842 a una ley que reglamenta por fin el trabajo nocturno de mujeres y niños.
Ese mismo año, durante un largo viaje por los Estados Unidos, el escritor se da cuenta de que los pobres no son en absoluto mejor tratados de ese lado del Atlántico y no se priva de escribirlo.
Se moviliza contra la pena de muerte en 1849 y al año siguiente funda el diario Household Words, para promover sus ideas en favor de casas para los obreros, educación popular y protección de la infancia. Crea una compañía teatral que llegará a actuar frente a la reina Victoria.
Aunque apreciado por Karl Marx y Friedrich Engels, Charles Dickens se mantiene alejado del socialismo revolucionario de esos pensadores. El novelista está más cercano al evangelismo de León Tolstoï y Fiodor Dostoïevski. Por sus novelas, en las que la crueldad social es atenuada por el apetito vital de sus personajes, Dickens se aproxima a otro de sus contemporáneos, Eugène Sue, autor de Mystères de Paris (Los misterios de París, 1842).
Sus últimos años se ven enturbiados por sinsabores familiares. Su esposa, Catherine, cansada de soportar sus reproches, acaba por dejarlo en 1858. Él se consuela con una actriz pero se da cuenta de que su amor no es compartido.
Decepcionado, se lanza con frenesí al trabajo, incrementa las lecturas públicas de sus obras y completa su novela número dieciséis.
Muere de agotamiento el 9 de junio de 1870, precozmente envejecido. La inmensa multitud de sus lectores logra que la Reina Victoria autorice su inhumación en el “Rincón de los poetas”, en la abadía de Westminster, en el corazón de Londres.
Un autor para todo público
La popularidad de Charles Dickens se asemeja a la de su contemporáneo Hans Christian Andersen. Pero mientras que éste se dirige especialmente a los niños, no sucede lo mismo con Dickens que escribió para todos los amantes de novelas, sea cual sea su edad.
Din temor a equivocarnos, podemos recomendar para los preadolescentes, sus títulos más conocidos: Oliver Twist, David Copperfield y Grandes esperanzas, todas referidas a la lucha por la supervivencia de un niño sumergido en un mundo de brutos…
El autor es historiador y director de la revista francesa especializada Herodote
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