Científicos estiman que el nuevo coronavirus permanecerá entre las poblaciones durante mucho tiempo. “Queda por ver exactamente cuánto tiempo”, dijo Marc Lipsitch, un epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, al diario The New York Times. “Será cuestión de manejarlo durante meses o un par de años. No es cuestión de pasar el pico, como algunos parecen creer”, agregó.
Expertos calculan que sólo un periodo de distanciamiento social -con cierre de escuelas y lugares de trabajo, limitación del tamaño de las reuniones y duraciones - no será suficiente a largo plazo. La ola pandémica se mantendrá en el futuro previsible pero exhibirá dimensiones y dinámicas variadas dependiendo de su ubicación geográfica y de las políticas en vigor.
El doctor Lipsitch es coautor de dos estudios recientes -uno del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota, y el otro de la Escuela Chan publicado en Science- que describen una variedad de formas que podría adoptar la ola pandémica en los próximos meses.
El informe de Minnesota describe tres posibilidades: el primer escenario muestra una ola inicial de casos (la actual) seguida de un recorrido de “picos y valles” que irá disminuyendo gradualmente a lo largo de un año o dos; la segunda hipótesis es que a la ola actual le seguirá un pico enorme con olas más pequeñas a partir de entonces, similares a las que se produjeron durante la pandemia de gripe de 1918-1919; y el tercer escenario muestra un primer pico intenso seguido de una “quema lenta” con altibajos menos pronunciados.
Los analistas de Minnesota concluyen que, cualquiera sea el escenario que se desarrolle durante las medidas de mitigación mientras se espera una vacuna, “hay que estar preparados para al menos otros 18 a 24 meses de actividad significativa de COVID-19, con puntos calientes que aparecen periódicamente en diversas áreas geográficas”.
En el segundo estudio, el equipo de Harvard examinó más profundamente varios escenarios, simulando la dinámica de la transmisión con los últimos datos del COVID-19 y datos de virus relacionados, y proyectó un futuro igualmente ondulado con “picos y valles”.
Los autores de este informe señalan que la estrategia de distanciamiento social se activa cuando el número de casos de COVID-19 alcanza una cierta prevalencia en la población y se “apaga” cuando los casos caen a un umbral más bajo. Dado que los casos críticos que requieren hospitalización son la principal preocupación, esta estrategia tiene por objeto evitar que el sistema de atención sanitaria se vea desbordado.
Al mismo tiempo aumenta la inmunidad de la población, aunque de un modo muy gradual. “El ‘umbral de inmunidad en manada’ en el modelo involucra al 55 por ciento de la población, o el nivel de inmunidad que se necesitaría para que la enfermedad dejara de propagarse en la población sin otras medidas”, explicó al New York Times el doctor Stephen Kissler, coautor del informe.
Otro capítulo del estudio de Harvard muestra los efectos de las estaciones del año y señala una propagación más lenta del virus durante los meses más cálidos. Teóricamente, las temperaturas características de cada trimestre permiten intervalos más grandes entre cada período de distanciamiento social. Sin embargo, este año los efectos estacionales podrían ser mínimos ya que una gran proporción de la población seguirá siendo susceptible al virus en el verano.
De todas maneras, hay varias dudas sobre esta idea ya que los factores de la estacionalidad -como la temperatura y la humedad- se han estudiado para algunas infecciones respiratorias, como la gripe, pero no todavía para los coronavirus.
Y el último escenario de Harvard suma a la estacionalidad la expansión de los hospitales para atender casos críticos. Esta mejora en la atención permitirá que el distanciamiento social comience cuando haya una mayor cantidad de contagios y que se produzcan pausas aún más largas entre los períodos de flexibilización y confinamiento.
La conclusión es que una orden gubernamental de distanciamiento social de una sola vez no será suficiente para controlar la epidemia a largo plazo y que, a falta de una vacuna, se necesitará mucho tiempo para alcanzar la inmunidad colectiva.
“Esto se debe a que cuando tenemos éxito en el distanciamiento social -para no abrumar al sistema de atención de salud- menos personas contraen la infección, que es exactamente el objetivo”, dijo Christine Tedijanto, integrante del equipo de Harvard. Y agregó: “Pero si la infección conduce a la inmunidad, el distanciamiento social exitoso también significa que más personas siguen siendo susceptibles a la enfermedad. Como resultado, una vez que levantemos las medidas de distanciamiento social, es muy posible que el virus se propague de nuevo tan fácilmente como lo hacía antes de los cierres”.
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