Con apenas 24 horas de diferencia Jalifa Haftar, líder del Ejército Nacional Libio (LNA, por sus siglas en inglés), se autoproclamó el máximo mandatario de todo el país y anunció un alto el fuego unilateral de sus fuerzas con motivo del Ramadán, aunque no se respetó y siguieron los bombardeos en Trípoli. Los dos movimientos inesperados del general rebelde, considerado «hombre fuerte» en Libia en los últimos años, provocaron la respuesta inmediata del Gobierno de Unidad Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) de Trípoli que le acusó de intentar dar «un golpe militar» y rechazó la tregua porque «no hay confianza en los anuncios de Haftar ya que suele romper sus promesas».
El pulso entre el LNA del general Haftar y el GNA, el gobierno reconocido por la comunidad internacional y liderado por el primer ministro Fayez Serraj, simboliza la lucha de poder entre las potencias que les respaldan. El fuerte apoyo militar de Turquía a las autoridades de Trípoli parece desequilibrar en los últimos días la balanza.
El país norafricano vive inmerso en el caos absoluto desde que la OTAN respaldó en 2011 el alzamiento armado que acabó con el asesinato de Muamar Gadafi, que estuvo al frente del país durante cuatro décadas. Los libios cuentan ahora con dos gobiernos, uno en Trípoli reconocido por la ONU, y otro en Tobruk, al este y bajo la tutela de Haftar. El país se ha convertido en un tablero en el que grandes potencias mundiales dirimen sus diferencias, algo similar a lo ocurrido con Siria. Haftar, excoronel del régimen de Gadafi que en la década de los ochenta fue reclutado por la CIA y devino en su principal opositor en el exilio, está respaldado por países como Rusia, Egipto, Jordania, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU).
La ONU, ausente
El GNA, por su parte, tiene el apoyo de Qatar, Italia y, sobre todo, Turquía, que tiene en marcha una operación militar de respaldo a las autoridades aprobada por el parlamento de Ankara. Dentro de esa operación, los turcos han desplegado a 2.000 milicianos islamistas reclutados en Siria, según desveló «The Guardian» a comienzos de año, que están a sueldo del GNA.
La ONU pide una y otra vez un alto el fuego, pero nadie escucha a un organismo internacional que desde la dimisión de Ghassan Salame el 2 de marzo no tiene ni enviado especial para el conflicto. Salame arrojó la toalla después de dos años en el cargo.
El control de la capital se ha convertido en una obsesión para Haftar, pero sus tropas no lo consiguen y la ONU ha denunciado en repetidas ocasiones los bombardeos contra zonas civiles. «Los anuncios de Haftar llegan tras sufrir, por primera vez en mucho tiempo, varios reveses militares. Las fuerzas leales al GNA, apoyadas por Turquía, han recuperado una serie de puntos clave que le permiten conectar Trípoli con la frontera de Túnez», detalló la revista «The Economist», que alertó del riesgo de división que corre un país que puede quedar partido en dos.
El general rebelde trata desde hace más de un año de hacerse con el control de la capital. Más de 2.000 personas han muerto en esta ofensiva que el LNA bautizó como «Inundación de Dignidad» y en la que tras meses de continuos avances se ha visto obligado a retroceder debido a la intervención militar turca. Más de 200.000 civiles se han visto obligados a abandonar su hogar y convertirse en desplazados internos.
Presencia turca
Tarhouna y Wattiyah se han convertido en las dos principales líneas del frente y, según el portal Mada Masr, el GNA lleva ventaja porque «mientras que los turcos se muestran poderosos y su apoyo es visible, Egipto y Emiratos Árabes Unidos son más cautos y su apoyo a Haftar es mucho menos evidente. Desde el Golfo llega la ayuda económica y logística y los egipcios proporcionan expertos e inteligencia, pero nada comparable a lo que los turcos hacen por Sarraj».
En su reciente análisis publicado por el centro de estudios estratégicos International Crisis Group (ICG), la analista Claudia Gazzini considera que el paso delante de Ankara se debe a que «Libia puede convertirse en su único aliado en el Mediterráneo, es una razón geopolítica y además Erdogan considera que se trata de una operación legítima porque apoya al Gobierno que tiene el reconocimiento de la ONU». La guerra ha provocado el hundimiento del sector petrolero, principal fuente de recursos en Libia, y el bloqueo por parte de las milicias leales a Haftar desde el 18 de enero ha provocado pérdidas de 4.000 millones de euros, según la Compañía Nacional de Petróleo.
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