"Nos visitan mujeres de otros países europeos porque en sus países los salones están cerrados. Nos visitan para hacer un corte de pelo y una manicura, comer en un restaurante e ir a una fiesta por la noche", dijo Sofía (nombre ficticio), una peluquera de uno de estos salones al portal sueco Aftonbladet.
Viajar a otro país para cuidar la apariencia y divertirse es un lujo que pocos pueden permitirse. Según Sofía, una de sus clientas gastó 1.800 euros —unos 1.940 dólares— en un billete aéreo para ir de Suiza a Suecia, es decir, un vuelo de poco más de dos horas de duración.
"Estaba muy contenta de poder venir aquí y teñirse el cabello. Y, obviamente, varias de sus amigas habían hecho lo mismo", detalló la peluquera.
Sofía no sabe qué tan común es este tipo de turismo, pero sospecha que no es la única que ha observado un aumento en el flujo de clientes extranjeros. De hecho, empleados de otras empresas del sector de servicios consultados por el medio sueco han coincidido que han recibido numerosos clientes adinerados de países europeos recientemente.
Pese a la pandemia de COVID-19, el Gobierno de Suecia ha decidido no introducir medidas drásticas para frenar el contagio entre sus ciudadanos. La única prohibición impuesta es a eventos con más de 50 personas. Las autoridades creen son suficientes las recomendaciones y que los propios ciudadanos deben decidir obedecerlas o no. El país nórdico tampoco cerró sus fronteras. Siguen abiertas a los países de la UE, así como a Suiza, el Reino Unido, Noruega e Islandia.
De acuerdo con los últimos datos de la Organización de Salud, Suecia tiene un total de 16.004 casos confirmados de SARS-CoV-2. En el país, 1.937 personas ya han muerto a causa de la enfermedad causada por el virus.
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