Brasil comienza la semana rumbo al pico del Covid-19 y de una seria crisis política protagonizada por su polémico presidente, Jair Bolsonaro, que este fin de semana atacó al Congreso y apoyó las protestas de sus simpatizantes a favor de la intervención militar y del cierre del legislativo. En medio de un discurso contra el confinamiento, frente al Cuartel General del Ejército, en Brasilia, Bolsonaro tuvo además un ataque de tos, que volvió a levantar especulaciones de que puede tener el virus, pues se niega a mostrar sus exámenes médicos.
Las sospechas sobre un examen positivo de Bolsonaro han sido descartadas por el momento, pero su actitud y ejemplo, preocupan. El domingo, Bolsonaro tosió varias veces muy cerca de personas, de asesores y de su escolta. El mandatario tiene por costumbre dar la mano y abrazar a las personas que lo cercan. En una de esas ocasiones, registrada la semana pasada por periodistas, le dio la mano a una anciana después de frotarse la nariz con la mano.
Bolsonaro, que ya tuvo en su equipo varios contaminados, viene minimizando el virus a la que llama de «gripecita», y quiere la vuelta del comercio y de la economía. En su visión, la crisis económica causará más muertos «de hambre».
«No queremos negociar nada», gritaba Bolsonaro reclamando de las dificultades que tiene para gobernar a su gusto y acusando al presidente del Congreso, Rodrigo Maia de tramar un golpe contra él. El brasileño viene siendo desafiado por el Congreso y por tribunales, que han autorizado a los gobernadores a mantener el plazo de sus cuarentenas y el cierre de sus fronteras estatales contra la orden presidencial.
«Estoy aquí porque creo en ustedes y ustedes están aquí porque creen en Brasil», gritaba Bolsonaro, montado en una camioneta, dirigiéndose a unos 600 correligionarios, entre ellos niños y ancianos, que aglutinados, levantaban pancartas pidiéndole una «intervención militar» y un Acto Institucional 5 (AI-5), el mismo que cerró el Congreso y decretó un golpe militar de casi dos décadas, en 1968.
«Todos en Brasil tienen que entender que están sometidos a la voluntad del pueblo brasileño», señaló Bolsonaro. «Juramos un día dar la vida por la patria y vamos a hacer lo que sea posible para mudar el destino de Brasil», reforzó bajo los aplausos de los manifestantes.
La mala repercusión llevó a Bolsonaro a declarar este lunes que «la democracia y la libertad están por encima de todo». El daño, sin embargo está hecho. Millares de brasileños a su favor salieron a las calles con la bandera de Brasil y la camiseta de la selección de fútbol, amontonándose en los centros de las principales ciudades del país, y desobedeciendo las recomendaciones de científicos y de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de permanecer en casa.
Crisis política
El discurso y la actitud, considerada irresponsable por gran parte de la clase política, generó una serie de notas de repudio, entre ellas, una firmada por 20 de los 27 gobernadores, y alcaldes, que defienden el aislamiento y el distanciamiento social, justo en el momento en que Brasil se prepara para entrar en el pico de la epidemia. Brasil registró 2.462 muertes y 38.654 casos hasta el domingo.
La semana pasada, Bolsonaro destituyó a su ministro de Sanidad, Luiz Henrique Mandetta, que le hacía sombra, por defender las recomendaciones de la OMS y enfrentarlo en sus posiciones sobre la enfermedad. El nuevo ministro, el oncólogo Nelson Teich, no se manifestó sobre las acciones del presidente confirmando que podrá ser un personaje pasivo en esta crisis.
En conversaciones anónimas con el diario «O Estado de São Paulo», generales de las Fuerzas Armadas dejaron claro que no apoyan la actitud del presidente, pese a formar parte del Gobierno, con unos 130 representantes en cargos clave, inclusive en ministerios. Según el diario, la respuesta unánime fue que las Fuerzas Armadas «sirven al Estado brasileño y no al Gobierno».
«Asusta ver manifestaciones por el regreso del régimen militar, después de 30 años de democracia», afirmó el domingo el juez de la Corte Suprema, Luís Roberto Barroso.
En São Paulo, mayor capital del país y principal centro de la pandemia, caravanas de coches recorrieron la ciudad, pasaron con un ensordecedor bocinazo frente al Hospital de las Clínicas, centro de referencia en sanidad público, abarrotado en esta crisis. Los manifestantes protestaron contra el gobernador de São Paulo, João Doria, antiguo aliado de Bolsonaro, que se ha opuesto en esta crisis, al decretar una cuarentena que ya llega al mes. El estado, con 46 millones de habitantes, es el epicentro del coronavirus, con 1.015 muertos y 14.267 casos.
Doria, potencial candidato a la presidencia dentro de tres años, se ha convertido en el principal blanco político de los bolsonaristas, así como la cadena de TV Globo y la prensa en general, acusadas por ellos de asustar a la población.
abc
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