Ryan, speaker o presidente de la Cámara de Representantes, se resistió a apoyar formalmente al candidato de su partido, pero dijo que se sentía alentado por la conversación. Ambos se habían saludado una sola vez antes, hace unos años, durante menos de un minuto.
"Estados Unidos no puede permitirse otros cuatro años de la Casa Blanca de Obama, que es lo que Hillary Clinton representa", se lee en el comunicado. "Al mismo tiempo que somos honestos sobre nuestras pocas diferencias, reconocemos que también hay áreas importantes de terreno común".
Para Trump y Ryan, se trataba de hacer las paces después de varios días de declaraciones cruzadas. La reunión, en la que también participó Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, duró 45 minutos. En una rueda de prensa posterior, Ryan dijo que este era un primer paso que requeriría nuevas reuniones para acabar de unir al partido. Después de este encuentro, Trump se reunió con miembros del Senado.
Desde que la semana pasada Trump se confirmó como el candidato republicano, Ryan ha sido su opositor más destacado en la cúpula del partido. Ha criticado sus salidas de tono y ofensas a los musulmanes o coqueteos con grupos racistas. Y se ha reservado el derecho a darle su apoyo.
Ryan representa la ortodoxia ideológica de la derecha: favorable a los recortes en el estado del bienestar, partidario del libre comercio y defensor de una política exterior intervencionista. Trump, un político novato difícil de encasillar en una ideología, mantiene posiciones opuestas a las de Ryan en los recortes, la política fiscal o el proteccionismo. Su histrionismo y su retórica xenófoba chocan con el estilo de Ryan.
A ambos les interesa la unidad. A Trump, porque la fuerza organizativa del Partido Republicano le puede ayudar a movilizar votos y recaudar dinero. A Ryan, porque la ruptura del partido antes de las elecciones de noviembre podría dañar a los congresistas que en la misma fecha deben revalidar sus escaños. Los republicanos son ahora mayoritarios en la Cámara de Representantes y en el Senado.
El aliciente es derrotar a Clinton, que parte como favorita, según los sondeos. Un Partido Republicano dividido es la mejor garantía de una tercera victoria del Partido Demócrata después de dos mandatos seguidos de Barack Obama, algo que no ocurre desde 1940.
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