La ola de simpatía que logró el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, después de que la covid-19 le situara al borde de la muerte está desapareciendo a pasos agigantados. El primer ministro está ya a punto de reincorporarse a su puesto y le espera una tormenta política. La cifra diaria de muertos ronda el millar, el personal sanitario está al borde de la rebelión por la falta de equipos de protección, el ritmo de los test no llega ni de lejos al prometido por el Gobierno, y el diario más institucional del país, The Sunday Times, publicó este domingo el demoledor relato de cinco semanas perdidas en las que Johnson fue incapaz de ejercer su liderazgo.
El emperador no tiene ropa, pero nadie había osado hasta ahora a decirlo claramente. Cuando las noticias procedentes de China comenzaban a ser alarmantes, fue convocada la primera reunión del gabinete COBRA (Cabinet Office Briefing Room A, en sus siglas en inglés), el equipo interministerial que responde ante una situación de emergencia. Johnson prefirió atender otros compromisos. Y no presidiría ninguna de esas reuniones hasta el 2 de marzo. Durante todo ese tiempo, que desde la perspectiva actual se ha revelado crucial, el primer ministro se dedicó a celebrar la llegada de su anhelado Brexit (31 de enero), a remodelar su equipo de ministros, y a disfrutar de dos semanas de retiro campestre con su prometida, Carrie Symonds. Downing Street estaba concentrado en preparar el anuncio en las redes sociales del embarazo de Symonds. “No se puede declarar una guerra con el primer ministro ausente. Y lo que nos quedó claro es que Boris (sic) no presidía ninguna de las reuniones”, aseguró a The Sunday Times un alto asesor de Downing Street desde el anonimato. “Le gustan sus descansos campestres. No trabaja los fines de semana. Era como trabajar para una autoridad local hace 20 años. No había sensación de que se planeara para una urgencia. Se comportó exactamente como muchos temían que se iba a comportar”.
“Es sencillamente grotesco retratar al primer ministro como alguien a quien no le preocupaba la situación”, ha contratacado este domingo el jefe de Gabinete de Johnson (un puesto similar al del ministro de la Presidencia español), Michael Gove, en la BBC. “Todos los Gobiernos cometen errores, y el nuestro también. Intentamos aprender y mejorar cada día. Seguro que habrá una oportunidad, en el futuro, de mirar atrás, reflexionar y aprender lecciones profundas”, ha dicho Gove. Pero no le quedó más remedio que admitir la ausencia de Johnson durante los cinco primeros gabinetes de crisis. Y aunque justificó como algo habitual que el jefe de Gobierno delegara su presencia en algún ministro durante esos encuentros, no pudo negar que, en determinadas emergencias, debe ser el líder quien tome las riendas. Como se vio igualmente obligado a admitir que, en medio de las crecientes advertencias de los científicos sobre la gravedad de la situación, el Gobierno decidió enviar a China en febrero un cargamento con 279.000 objetos de protección sanitaria acumulado por el Reino Unido desde hacía años.
Los hashtags #Boristheliar (Boris el mentiroso) y #Borisresign (Boris dimite) se convirtieron este domingo en tendencia en las redes sociales del Reino Unido y la recién elegida dirección del Partido Laborista comenzó a dar claras señales de que el periodo de gracia de Johnson llegaba a su fin. “Sabemos que se han cometido serios errores. Sabemos que el personal sanitario que está en primera línea de batalla no cuenta con el equipo de protección necesario. Este mismo fin de semana ya les han avisado de que no podrán contar con unas batas que son vitales para seguridad”, arremetía contra el Gobierno Jonathan Ashworth, el portavoz de Sanidad de la oposición. El hecho de que Johnson no asistiera a unas reuniones que resultaban clave “sugiere que estaba desaparecido en combate”, añadió.
El primer ministro sigue recuperándose en la residencia oficial de campo de Chequers, por consejo de sus médicos. No hay fecha oficial para su reincorporación, y durante este tiempo le sustituye el ministro de Exteriores, Dominic Raab. Pero más allá de la decisión adoptada la semana pasada de prolongar el confinamiento domiciliario hasta el 7 de mayo, el Gobierno transmite la impresión de mantenerse pedaleando hasta que Johnson sea capaz de asumir las riendas de la situación.
La prueba evidente de que el Gobierno del Reino Unido está descabezado es la constante contradicción de mensajes sobre el futuro desconfinamiento de la población. En las últimas semanas ha salido a la luz la tensión interna entre aquellos ministros (encabezados por el de Sanidad, Matt Hancock) que no quieren ni oír hablar de una “estrategia de salida” hasta que la pandemia no esté bajo control y los que, con el ministro de Economía, Rishi Sunak, al frente, consideran que será imposible sostener el hundimiento de las cuentas más allá del verano. El líder de la oposición, Keir Starmer, ha reclamado con fuerza un plan de vuelta gradual a la normalidad, y a su voz se han sumado pesos pesados del Partido Conservador como Iain Duncan Smith o David Davis.
En las últimas horas se ha filtrado un “plan semáforo”, impulsado por el sector del Gobierno más proclive a relajar la hibernación del país. A partir del 11 de mayo, según esa estrategia, colegios, guarderías, algunos comercios y el servicio de ferrocarriles (con el obligado uso de máscaras por los viajeros) tendrían luz verde para ponerse en marcha. Una segunda fase, de luz ámbar, contemplaría, a mediados de verano, el regreso de algunos empleados a sus puestos de trabajo y algún tipo de reuniones sociales. Ni restaurantes ni pubs ni eventos deportivos podrían reanudar su actividad hasta finales de años. Para todos ellos la luz sería roja, así como para los mayores de 70 años, que deberían permanecer recluidos a la espera de una vacuna. “Nada de esto es cierto”, dijo este domingo el jefe de Gabinete de Johnson, Michael Gove. “Ya hemos establecido los baremos a partir de los cuales será posible hablar de un futuro desconfinamiento”.
elpais
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