Ángel Terrón es psicólogo y director de Educ-at, una organización especializada en niños con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Nunca imaginó que sus conocimientos de Psicología los tuviera que aplicar consigo mismo y con sus familiares más cercanos en una situación tan dramática como extrema. Y aun así, todavía le resulta difícil comprender lo sucedido en las últimas semanas.
Hace 15 días, Angelines, la madre de su mujer, comenzó a encontrarse mal, con los temidos síntomas del coronavirus. Desde el teléfono de Urgencias aconsejaron a su marido, Celso, que se quedaran los dos en casa tranquilos y que ella se tomara paracetamol. Al poco tiempo, Celso también comienza a tener fiebre, pero ella es quien está más afectada, tanto que un día cae desmayada al suelo. Su marido hace intensos intentos de levantarla. No lo consigue. Su estado es de gran debilidad. En una nueva llamada a Urgencias dicen a Celso que si Angelines no está inconsciente, en ese momento no lo estaba, tendrán que esperar la llegada de ayuda porque hay otros casos más urgentes. «Mi suegro no pudo soportar ver a su mujer tirada en el suelo tanto tiempo y, en un acopio de coraje, luchó con todas sus fuerzas hasta que logra levantarla», relata Terrón.
Héroes anónimos
Horas más tarde llega la ambulancia que la traslada al Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Tras hacerla una radiografía comprueban que tiene neumonía bilateral. Se queda ingresada. «Desde el primer momento recibe muchos cuidados, apoyada también anímicamente por su gran compañera de habitación, Carolina. Son muchos los héroes anónimos de esta pandemia», apunta Ángel Terrón.
Mientras, Celso, también afectado con Covid-19, comienza a sentirse peor y acude en taxi al hospital donde es ingresado con síntomas de coronavirus, neumonía en un pulmón e insuficiencia renal. Días después confiesa a su hija a través del móvil que se encuentra bastante mal, casi no puede moverse. Cuando Ángel Terrón y su mujer hablan por teléfono con los médicos el pasado lunes les dicen que Celso ha superado la infección y que está fuera de peligro recuperándose muy bien, aunque debe permanecer en el hospital. Este matrimonio empieza a percibir un poco de luz después de vivir tantos días de angustia, incertidumbre e impotencia por no poder hacer nada desde su confinamiento.
Mejores noticias reciben de Angelines, que ya puede irse a su domicilio y allí le suministrarán el oxígeno que aún necesita. Una vez en casa pasan por una situación de mucha ansiedad porque Angelines apenas puede respirar, se ahoga, y el oxígeno no llega. La angustiosa espera duró algo más de cuatro largas horas.
«Lo sentimos mucho: ha fallecido»
El jueves pasado los médicos llamaron desde el hospital a Ángel Terrón: «Lo sentimos mucho, tenemos la peor noticia posible. Celso ha fallecido». «No nos lo podíamos esperar después de la mejoría que parecía estar teniendo» –confiesa aún consternado–. Nuestras emociones habían estado en una montaña rusa todos estos días, pero el shock familiar fue brutal. Mi mujer y yo fuimos a reconocer su cadáver y hasta sentimos vergüenza por ir mejor equipados y protegidos que el personal sanitario. Fue una situación dantesca».
Angelines aun estaba muy débil y con dificultad para respirar. «No fuimos capaces de confesarle que su marido había muerto. Es más, nos preguntaba constantemente y le decíamos, con todo el dolor de nuestro corazón, que los médicos decían que estaba tranquilo. Finalmente, pasadas 24 horas, se lo tuvimos que contar porque su insistencia y sus sospechas eran inmanejables».
Nadie va a devolvernos a nuestros seres queridos
Lo que está claro es que cuando el coronavirus entra en el cuerpo de una persona afecta de lleno a toda la familia a la que pone de inmediato en vilo por la crueldad de la situación. «Desde que falleció mi suegro he hablado con muchos familiares de víctimas del coronavirus y hemos coincidido en este desasosiego de emociones y pesares que vivimos en la más absoluta soledad. De ahí nace la idea de impulsar una plataforma de apoyo entre familiares».
Esta iniciativa supone una red de comunicación entre familias «para que podamos compartir nuestra dura experiencia y aliviar nuestro sentimiento de culpa. Y es que estas vivencias generan mucha impotencia y malestar, puesto que casi todos nos hemos sentido con las manos atadas a la hora de ver que esta saturación hospitalaria impedía en alguna ocasión recibir un temprano apoyo sanitario».
Añade Terrón que la iniciativa también surge «porque, lamentablemente, los familiares de las víctimas tienen que pasar este duelo aislados, incluso en sus propias habitaciones por prescripción médica, y esto lo hace aún más duro. De esta forma, las personas que se encuentran solas podrán recibir un mayor apoyo de otras en la misma situación».
Este psicólogo explica que, además, se buscarán de manera grupal las posibles vías para comprender lo ocurrido en cada caso de fallecimiento en el hospital, si es posible, o se coordinará la petición de recursos para afrontar el duelo, tales como terapia con especialistas en estos procesos. «Nadie nos va a devolver a nuestros seres queridos fallecidos, pero el apoyo entre todos puede ayudar a mitigar este dolor. Es el mínimo homenaje a mi querido suegro Celso Valdés y a todos los fallecidos por COVID-19», concluye.
abc
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