Forman parte de un flujo de transmisiones silenciosas del coronavirus que quiere cortar para que, llegado el momento de desescalar las medidas de distanciamiento social, no haya rebrotes.
Para ello, hay dos acciones en marcha: en primer lugar, hacer test masivos a esta población que localicen todos esos casos. En segundo, preparar infraestructuras que sirvan para aislarlos y que no contagien a las personas cercanas. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha pedido el domingo a los presidentes autonómicos que le envíen antes del 10 de abril un listado de infraestructuras públicas y privadas para alojar a los contagiados que no requieran hospitalización. Esto incluye también a los “positivos asintomáticos”, siempre que los médicos lo aconsejen, según ha dicho el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, quien no descarta que se articule incluso la obligatoriedad de este aislamiento: “Supongo que una voluntariedad manifiesta si fuese precisa sería algo factible. Si no, se estudiarían todas las opciones legales, porque el principio fundamental es mantener la salud pública. Con exquisito respeto de los derechos fundamentales”.
Es un dispositivo similar a los llamados hospitales arca de Noé, que China usó con éxito para aislar casos leves y frenar el virus. Según explicó previamente María José Sierra, del Centro de Coordinación de Alerta y Emergencias Sanitarias, preparar estas infraestructuras es una de las medidas de la siguiente fase en la crisis, en la que tras la detección precoz de todos los casos con los primeros síntomas tiene que llegar un aislamiento. “A veces no se puede hacer en los domicilios; se están poniendo encima de la mesa todo tipo de opciones y una sería algún tipo de instalaciones”, dijo. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, que compareció junto a Marlaska, añadió que estas infraestructuras de aislamiento estarían a disposición de los ciudadanos que las necesiten y que “deseen” recurrir a ellas.
La estrategia es, desde esta misma semana, comenzar a hacer test masivos en los servicios esenciales. Es la manera, señaló Illa, en la que se podrá ir volviendo a la vida normal, “con toda la prudencia”, minimizando el riesgo de que haya nuevos picos. El ministro aseguró que el Gobierno ha encargado cinco millones de test serológicos que servirán como primer cribado. Este tipo de pruebas, que detectan anticuerpos en sangre, tiene una sensibilidad del 64% para una persona que acaba de iniciar síntomas y del 80% después del séptimo día de infección. Complementarán a los de reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por sus siglas en inglés), que seguirán siendo “la base de la estrategia”. Illa señaló que su departamento está haciendo las gestiones para incrementar en un 50% la capacidad de estos test, de los que, insistió, se realizan entre 15.000 y 20.000 al día.
Parece ya olvidada la estrategia fallida de realizar también pruebas antigénicas rápidas, un tercer tipo, del que se llegaron a encargar 650.000 unidades, pero que tuvieron que ser devueltas por ineficaces. No hay mención a ellas en el nuevo plan. Sanidad ya tiene en su poder un millón de test serológicos que repartirá desde hoy mismo a las comunidades autónomas, y otro millón llegará en los próximos días.
Más adelante, explicó Sierra, se hará un muestreo poblacional para averiguar la prevalencia de personas que han pasado la enfermedad, ya sea con o sin síntomas. El Instituto Nacional de Estadística y el Instituto de Salud Carlos III ya están trabajando en la muestra de esta suerte de encuesta serológica.
Rebajar el confinamiento
Esto solo se puede hacer mediante ese tipo de test de los que el Gobierno ha encargado cinco millones, ya que son los que detectan la presencia de anticuerpos generados tras pasar la enfermedad. Aunque no hay una certeza científica de hasta qué punto estas personas quedan inmunizadas ni durante cuánto tiempo, los expertos sí asumen que generan una protección contra la enfermedad de, al menos, meses. El resultado será clave para hacerse una idea de la prevalencia que ha tenido la Covid-19 en la población y continuar tomando decisiones sobre cómo rebajar el confinamiento. Antoni Trilla, epidemiólogo y asesor del Gobierno en la crisis, explicó a EL PAÍS que incluso se plantean hacer pasaportes sanitarios para que quienes hayan superado la enfermedad puedan hacer vida normal.
Dentro de esta estrategia, los hospitales arca de Noé pueden ser una ayuda, sobre todo si el aislamiento domiciliario no da garantías de no infectar a la familia. “Tiene sentido en casos concretos: cuando hay una persona a la que dan el alta en el hospital y no quiere volver a la vivienda porque todavía puede estar eliminando el virus unos días, cuando hay un miembro contagiado y el resto no ha pasado la enfermedad…”, explica Fernando Rodríguez Artalejo, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid. Ildefonso Hernández, catedrático de la Universidad Miguel Hernández y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública, explica que para los casos asintomáticos es muy difícil que estos centros se empleen de forma masiva, pero que sí pueden ser importantes en “personal clave”, como los sanitarios o los que están en “instituciones sociales cerradas”, como residencias.
Una fuente de Moncloa asegura que la intención no es para nada obligar a las personas a aislarse en esos recintos y que se buscará el sentido común. “Si vive una persona joven y sola seguramente no será necesario, pero si la vivienda se comparte con un anciano, será recomendable”, explica esta fuente.
La posibilidad de la hospitalización obligatoria ya existe en la legislación, siempre que la apruebe un juez. Se ha usado en decenas de ocasiones en los últimos 20 años para internar en centros sanitarios a enfermos de tuberculosis multirresistente a medicamentos, una variedad de la enfermedad extremadamente peligrosa y con difícil cura. La Ley de Medidas Especiales en Salud Pública, de 1986, establece que las autoridades podrán adoptar medidas de hospitalización cuando haya un “peligro para la salud de la población”.
Las ‘arcas de Noé’ que funcionaron en China
Durante los peores momentos de su epidemia, Wuhan llegó a contar con 16 hospitales provisionales (fangcang, como se les denominaba en mandarín), instalados en polideportivos, centros de conferencias y otros espacios amplios, para tratar a los casos más leves y aislar a los asintomáticos hasta que bien desarrollaran la enfermedad o bien dieran negativo en las pruebas, para evitar que se convirtieran en un posible foco de infección. Estos hospitales, muy sencillos y que se abrieron entre finales de enero hasta mediados de febrero, llegaron a acoger a un total de unos 13.000 pacientes. El 10 de marzo se cerraron los dos últimos, que en total trataron a casi 1.700 enfermos, informa Macarena Vidal Liy.
Los casos asintomáticos en Wuhan se descubrían cuando quedaban bajo observación por haber estado en contacto con enfermos confirmados, haber trabajado en centros de cuarentena o en otros lugares de alto riesgo de contagio. Una vez se les identificaba, quedaban aislados durante dos semanas y pasaban a contarse como casos confirmados si llegaban a desarrollar síntomas.
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