–Boccaccio-ing.
En realidad es una versión egoísta del término “distancia social” que ha puesto tan de moda el coronavirus. El boccaccio-ing lo practican, sobre todo, muchos ricos residentes en Nueva York. Consiste en huir de la Gran Manzana por el temor al contagio, cuando tal vez ya son portadores, y acomodarse en zonas en principio más seguras.
Este nombre rinde tributo a Boccaccio, y su El Decameron, en el que relata historias de vecinos de Florencia que escaparon en la época medieval de la peste negra.
Estos neoyorquinos se han convertido en un peligro, aseguran las autoridades de esos destinos, al ayudar a expandir el patógeno enLong Island, en el valle del Hudson y en otros estados.
El asunto se situó en el centro del debate en el momento en que el presidente Donald Trump dijo este sábado que había una posibilidad de “imponer una cuarentena al estado de Nueva York, probablemente a Nueva Jersey y a partes de Connecticut”.
En este comentario, realizado antes de desplazarse a Virginia para la despedida de barco hospital que tiene previsto atracar este lunes en la Gran Manzana, afirmó que ese cierre total se prolongaría 14 días. Esto afectaría a los viajes de millones de ciudadanos.
“Están teniendo problemas allá abajo en Florida. Muchos neoyorquinos están viajando y no queremos a esas personas fuertemente infectadas”, recalcó.
Esto cogió desprevenido al gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, en medio de su rueda de prensa diaria, comparecencias con las que se ha ganado la atención nacional. “No sé si ni siquiera es legal, ni lo que significa”, replicó a la idea de Trump. Llegó a hablar incluso de “declaración de guerra a los estados”.
Trump, en una nueva demostración de que lo que le gusta es llamar la atención y se hable de él sin sopesar las consecuencias, tuiteó esa misma noche que no habría cuarentena. Había concluido que no era necesaria después de haber hablado con los tres gobernadores afectados.
Una nueva expresión circula entre los neoyorquinos:
Boccaccio-ing. Consiste en huir por miedo al contagio
Pero Cuomo contaba con otro frente abierto. Gina Raimondo, su colega de Rhode Island, y demócrata como él, había puesto en marcha el dispositivo para detectar a todos aquellos viajeros procedentes de la metrópolis global y encerrarlos en confinamiento.
“En este momento tenemos un riesgo muy señalado y ese riesgo se llama Nueva York”, indicó Raimondo a los periodistas.
La gran ciudad es el epicentro nacional de la pandemia. En Estados Unidos, y con unos números que cambian por minutos, había más de 130.000 casos confirmados este domingo, líder en la lista mundial. Habían fallecido al menos 2.300 personas. Al estado de Nueva York le correspondían unos 60.000 casos (35.000 en La Gran Manzana)y cerca de un millar de difuntos (680 en la metrópolis). La cifras de este estado son cinco veces superiores a Nueva Jersey, el segundo más castigado por la Covid-19.
La orden ejecutiva de Raimondo permitía a las fuerzas de seguridad parar los coches con matrículas del Empire State y recoger información de los ocupantes. La Guardia Nacional debía estar en el aeropuerto de Rhode Island y en las estaciones de tren y autobuses para controlar las llegadas. Sus uniformados también dispondrían de capacidad para llamar puerta a puerta, identificar a las personas que hubieran estado en Nueva York y obligarlas a mantenerse en cuarentena por un periodo de dos semanas.
“Creo que esto es inconstitucional y una política reaccionaria”, respondió Cuomo. “Si Rhode Island mantiene esta política, nos querellaremos”, anunció.
Otros estados, como Florida, tienen en mente ideas similares de control. Este domingo, Cuomo anunció que había hablado con su homóloga de Rhode Island y se felicitó porque la había convencido para que reformulara su orden. Ahora indica que cualquier personas que entre en ese estado sin un propósito laboral justificado deberá ponerse de inmediato en auto cuarentena de 14 días.
Los estados se pelean entre sí por conseguir suministros que escasean en hospitales cercanos al colapso
En esta comparecencia, el gobernador neoyorquino prolongó por quince días “la pausa”, que es como denomina la regulación de quedarse en casa, salvo en los ocupaciones esenciales, y con las excepciones de ir a comprar o a pasear, siempre manteniendo una distancia de 1,80 metros.
Si Trump no se atrevió a cerrar el estado de Nueva York, en cambió adoptó un restrictivo aviso de viaje para los residentes en esos tres estados. Han de renunciar a los desplazamientos domésticos no esenciales. La regulación partió del Centro de Control de Enfermedades y Prevención (CDC).
“Esto es lo que ya estamos haciendo”, contestó Cuomo sobre las medidas del CDC, en alusión a las medidas que él mismo decretó el pasado 21 de marzo.
“Siento que estamos bajo un ataque”, lamentó Cuomo. Aseguró que tras la idea de Trump y la orden de Rhode Island, recibieron múltiples llamadas de gente atemorizada. “Nadie nos va a atacar injustamente, ni a privarnos de lo que necesitamos”, subrayó.
Este es el meollo de la cuestión. Los estados se están peleando por hacerse con el material necesario ante estas crisis. Varios gobernadores temen que sus hospitales pronto estén sobrecargados de pacientes y escasos de suministros. Hay miedo al colapso.
lavanguardia
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