Austad se mostró convencido de que hay una alta probabilidad de que algunos niños nacidos después del año 2000 vivirán hasta el 2150. Olshansky, por su parte, opinó con escepticismo que sin intervenciones serias en los genes humanos no sería posible aumentar la esperanza de vida en los seres humanos de una manera tan radical.
Por una parte, la longevidad no es algo constante. Antes del auge de las civilizaciones, los humanos vivíamos unos 30 años. Con el progreso de la medicina, logramos superar los 60 años en la mayoría de los países del mundo e incluso los 80 años en las naciones más desarrolladas, como Japón y otras. De avanzar más la ciencia, estos límites también pueden ser rotos. En tanto, para muchos seres vivos existe una edad máxima que la mayoría de su especie no puede superar. Los científicos que debatieron el asunto teorizaron sobre si se aplicaba este límite a los humanos, y recientemente estimaron que se trataría de unos 100-115 años.
Estos dos enfoques forman la base de la apuesta entre Austad y Oshansky. En 2000, los dos científicos invirtieron 300 dólares —150 dólares cada uno— en una fundación de inversiones con un interés del 9%. Además, firmaron un contrato según el cual todo el dinero acumulado será pagado al ganador (o sus herederos) en el año 2150. Recientemente, aportaron otros 150 dólares para el depósito que ahora cuenta con unos 1.300 dólares.
De esta manera, con el ritmo de intereses vigente, la apuesta tendrá en el momento de ser cobrada, en 2150, un valor de unos 200 millones de dólares. El `ganador`, según el contrato firmado, será determinado por tres científicos designados por el presidente de la Asociación Americana para la Promoción de la Ciencia, aunque los participantes no esperan estar vivos para la fecha prevista.
Sputnik
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