Ascenso y declive de Rembrandt

  19 Febrero 2020    Leído: 717
Ascenso y declive de Rembrandt

Rembrandt (Leiden, 1606 – Amsterdam, 1669) está considerado como el pintor holandés más importante del siglo XVII. Pero, aunque en vida adquirió fama desde joven, nada le resultó gratis y enseguida tuvo que batirse duramente el cobre con sus colegas.

De eso va la exposición Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670 , que el Museo Thyssen acoge desde mañana martes hasta el próximo 24 de mayo. Se trata de la primera muestra monográfica sobre esa vertiente concreta del artista, cuya obra aparece ahí confrontada con la de sus más directos y destacados competidores.


De ese modo, a través de la comparación entre 39 piezas de su firma y medio centenar largo de otros 35 pintores de la época, la exposición permite apreciar la evolución de Rembrandt desde que empezó a cultivar el retrato en 1632, cuando abandonó Leiden para hacer fortuna en Ámsterdam, hasta que, en los años 50 y 60 de la centuria, su tirón fue decayendo al mismo tiempo que su situación financiera se complicaba.

Es, en palabras del director artístico del museo, Guillermo Solana, la historia de la ascensión y declive” de Rembrandt, aunque la caída sólo fue “social” –remarcó– y en ningún caso artística.

Cuando Rembrandt llegó a la capital holandesa a finales de 1631, la ciudad contaba con numerosos pintores que se beneficiaban de una enorme demanda. Ámsterdam florecía y tanto la nobleza como los comerciantes y los artesanos más prósperos, los propios artistas, los gremios profesionales y las sociedades cívicas encargaban retratos sin parar. Retratos individuales, familiares y de grupo.


Antes de que Rembrandt irrumpiera en la escena artística de la animada metrópoli, esa enorme demanda la cubrían con solvencia artistas de la tallas de Cornelis Ketel, Cornelis van der Voort, Werner van den Valckert o Thomas de Keyser. Cuando fue invitado a la ciudad por su colega y marchante Hendrick Uylenburgh, el joven de Leiden se convirtió en un competidor de peso. Uylenburgh le proporcionó una ayuda considerable a base de contactos de mecenas y potenciales clientes.

Rembrandt despuntó entre sus colegas gracias a su peculiar estilo. Desde su experiencia en la representación de historias mitológicas y religiosas, el recién llegado confería a sus retratos un cierto relato, así como un especial dinamismo que sugería interacción con el espectador.


El artista se mostraba más interesado en la representación de los caracteres más que en el parecido físico del retratado. Se centraba en los rasgos esenciales de los personajes, en sus emociones. Y utilizaba el claroscuro con profusión y maestría.

Tal como indicó en la presentación el comisario de la muestra, Norbert Middelkoop, Rembrandt experimentó con distintos efectos y estilos de pincelada, primero en personajes de fantasía y más adelante en modelos reales. El especialistas se refirió a elementos como los ojos de mirada penetrante, los contrastes a base de brillos salteados en puntos estratégicos y las orejas borrosas en algunos retratos.

En todo caso, el artista se mantuvo siempre fiel a su forma de pintar y a sus convicciones, sin dejarse influir o presionar por los clientes o por otros artistas . Y esto terminó por pasarle factura: mientras la moda evolucionaba en un dirección determinada y otros muchos pintores la alimentaban y secundaban, él también progresaba pero lo hacía por sus propios fueros.

Mientras otros pintores se sumaban a las nuevas tendencias y modas, Rembrandt seguía su propio camino sin dejarse influir o presionar por colegas ni clientes

Así, hacia mitad de siglo el panorama artístico cambió en Ámsterdam. Algunos competidores de Rembrandt se apuntaron a un estilo académico con una orientación “más internacional” en los retratos, como Cornelis Jonson van Ceulen e Isaac Luttichuys.

Algunos de los propios alumnos y colaboradores del gran maestro se convirtieron a su vez en grandes retratistas y con el tiempo también le sobrepasaron en éxito. Son los casos de Ferdinand Bol, Gerbrand van den Eeckhout y Govert Flinck.


En 1656, las dificultades financieras llevaron a Rembrandt a declararse insolvente y a subastar su colección de pinturas y objetos valiosos. Junto con su segunda compañera, Hendrickje Stoffels, madre de su hija Cornelia, se trasladó a vivir al distrito de Jordaan, un barrio de clase trabajadora.

Mano a mano con Hendrickje y con su hijo Tito, fruto de su primer matrimonio con Saskia Uylenburgh (fallecida en 1642), el pintor creó entonces una nueva empresa artística que le permitió seguir trabajando a su aire. Y, aunque ya sin el éxito de anteriores épocas, continuó recibiendo encargos y creando obras maestras como Los síndicos de los pañeros (1662) o El retorno del hijo pródigo.


La exposición del Thyssen sigue un orden cronológico a lo largo de nueve áreas. Las primeras salas están dedicadas a la tradición del retrato antes de la llegada de Rembrandt a Ámsterdam. Les siguen espacios centrados en sus comienzos como retratista y en la competencia con sus rivales. El recorrido termina en los años finales, donde se comprueba el contraste entre sus obras, la mayoría prácticamente monocromas, y las de unos contemporáneos más en línea con los usos cambiantes del momento.


Sirve como epílogo una última sala con los trabajos de Rembrandt como grabador –con una buena selección de retratos privados y autorretratos– más lo que quedó de un incendio de su su cruda pintura La lección de anatomía del doctor Jan Deijman.

Es una de las grandes exposiciones del año en Madrid.

lavanguardia


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