En Ginecología, algunas pruebas tienen casi un siglo de vida. El test de Papanicolau o citología vaginal, que fue descubierto en 1928, sigue siendo la prueba más usada en el mundo para detectar el cáncer de cérvix. Otro caso es el de la histerosalpingografía, la técnica radiológica de cribaje por excelencia en el estudio de la infertilidad femenina desde 1910. Pese a su comprobada eficacia a la hora de diagnosticar las posibles causas, mantiene una mala imagen debido a que resulta dolorosa e invasiva para las pacientes. «A esto se suman los posibles efectos secundarios de radiar una pelvis femenina que posteriormente está tratando de conseguir un embarazo y gestar un bebé», señala Virginia Engels, ginecóloga de Grupo Pedro Jaén.
Por suerte, hoy se cuenta con una nueva técnica, igual de fiable pero sin las desventajas de la primera: la sonohisterosalpingografía con contraste. «Es una prueba de imagen que sirve para obtener un dibujo preciso de la morfología femenina. Consiste, básicamente, en introducir a través del cuello del útero una cánula con la que vamos a llenar tanto la cavidad uterina como las trompas de Falopio con una espuma que se mantiene estable durante cinco minutos; transcurrido ese tiempo la espuma se reabsorbe y desaparece», explica Engels.
«En 2013, la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (ESHRE, por sus siglas en inglés), ya publicó una recomendación en la que se advertía de que los rayos X no deben ser un procedimiento de primera elección para valorar la anatomía femenina en pacientes con problemas de fertilidad por los efectos negativos que la radiación puede tener sobre sus planes reproductivos posteriores», añade.
Por el contrario, según se ha demostrado en múltiples investigaciones, la espuma usada en la sonohisterosalpingografía tiene un perfil de seguridad muy alto. No causa reacciones alérgicas y tiene una tolerabilidad mucho mayor que el contraste yodado de la convencional. Asimismo, no daña ni al embrión ni a los gametos (espermatozoides y óvulos), algo fundamental en procesos de fertilidad.
Para los especialistas, esta prueba supone un avance muy importante respecto al protocolo anterior «porque permite un estudio integral de la cavidad uterina, las trompas de Falopio y los ovarios. De esta manera, obtenemos datos anatómicos y funcionales tanto sobre la reserva ovárica como sobre la presencia de pólipos, miomas, entre otros. Todo ello en una sola prueba más rápida, sencilla y segura; mínimamente invasiva y con menos coste», matiza la ginecóloga. «La precisión de esta prueba es comparable con la de una resonancia magnética. Por tanto, los ginecólogos que dispongan de ecógrafos transvaginales 3D, como es nuestro caso, pueden aplicarla también para detectar anomalías morfológicas como pueden ser, por ejemplo, un útero unicorne o un tabique uterino», apunta.
La sonohisterosalpingografía con contraste se recomienda en todas las pacientes que estén inmersas en un proceso de fertilidad/infertilidad, cuyas parejas masculinas tengan un seminograma que indique que sus espermatozoides son aptos para inseminaciones. «En caso contrario: es decir, que el seminograma indique problemas con el esperma, las trompas de Falopio nos importan menos, ya que habría que ir a fecundación in vitro directamente», añade.
Este avance es una realidad en países de nuestro entorno (como Holanda o Bélgica) desde hace casi una década, y ya hay miles de casos descritos. «En España se ha implementado poco a poco. Actualmente, se está empezando a utilizar en una serie de hospitales públicos y en muy pocos centros privados, entre ellos el Grupo Pedro Jaén», señala Engels. «Parece que, aunque por ahora no podemos hablar de la sonohisterosalpingografía en presente, sin duda se perfila como indispensable en la práctica ginecológica del futuro más inmediato. De hecho es lo que recomiendan las sociedades científicas nacionales e internacionales», explica.
abc
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