Las masacres de indígenas han regresado a Bolivia. Hay una historia, una disputa de sangre detrás de esta tragedia, señala el diario británico en su publicación del martes.
“La autoproclamada presidenta Jeanine Áñez ha revivido el odio racial de la vieja oligarquía y la práctica bárbara de los asesinatos de indios, el castigo colectivo de la mayoría indígena de la nación por atreverse a desafiar una orden racial de apartheid y opresión de siglos de antigüedad”, se lee en el texto.
Desde la destitución del primer presidente indígena de Bolivia, Evo Morales, el 11 de noviembre, las fuerzas de seguridad han llevado a cabo al menos dos masacres de indígenas que protestaban por el golpe militar. Para el rotativo, esta “es una evidencia clara, que es una dictadura de derecha”.
También, agrega el reporte, hay ecos de las dictaduras pasadas de Bolivia, que muestran que Áñez deriva su autoridad no del poder popular sino “al final del cañón de un rifle”. En contraste con el presidente indígena que ella depuso, no fue elegida y no hubo coronación civil para su presidencia.
La Asamblea Legislativa Plurinacional, que normalmente nombra al presidente, como lo hizo con Evo Morales las tres veces anteriores, estuvo casi ausente. En cambio, un general militar colocó la faja presidencial sobre Áñez.
The Guardian recuerda que, la última vez que un general colocó una faja sobre un presidente después de un golpe militar fue en 1980. Ese año, el general Luis García Meza logró una dictadura militar asesinando al líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz y masacrando a decenas de mineros indígenas.
El deseo de derrocar a Evo Morales y los movimientos sociales indígenas que lo llevaron al poder ha existido durante años. El primer intento de golpe ocurrió en 2008, cuando Media Luna, que se compone de las cuatro regiones dominadas por la oposición en el este, donde se concentra la mayor parte de la población descendiente de europeos, intentó separarse del país.
El movimiento racista separatista surgió en medio de la redacción de una nueva constitución, que reconocía a Bolivia como un Estado Plurinacional con el mismo estatus de los pueblos indígenas y el control sobre los recursos naturales. El papel de Estados Unidos en el fomento de las divisiones raciales es indudable, sostiene el rotativo.
El 15 de noviembre, el Ejército boliviano abrió fuego contra una manifestación pacífica en Cochabamba, matando a ocho personas e hiriendo a docenas más. Un día después, Áñez emitió un decreto, (considerado una carta blanca para matar a voluntad), que exime a la Policía y al Ejército de la responsabilidad penal en las operaciones para “el restablecimiento del orden y la estabilidad pública”.
El balance de muertos desde que comenzaron las protestas se estima en más de 30, docenas de desaparecidos, más de 700 heridos y casi mil arrestados. The Guardian subraya que la mayoría indígena de Bolivia es el objetivo principal de esta violencia racista sancionada por el estado de facto.
HispanTV
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