En ella la Reina de Inglaterra califica a los oficiales chinos de "muy groseros" durante una fiesta en el jardín del Palacio de Buckingham cuando habla con Lucy D`Orsy, la jefa de la Policía metropolitana que supervisó la visita del presidente Xi Jinping al Reino Unido del pasado año.
"Oh, mala suerte", responde la Reina cuando le es comunicada la función que hubo de cumplir D`Orsy.
Lord Chamberlain, la tercera parte de la conversación, asegura que la jefa de Policía fue "gravemente desautorizada" por los funcionarios chinos y ésta recuerda que estos en una ocasión dieron por finalizada unilateralmente una visita y se marcharon dejando atrás a la embajadora inglesa.
“Extraordinario”, replica la Reina en una muestra del sarcasmo británico antes de que la jefa policial califique la acción como “muy grosera y muy poco diplomática”.
La visita de Estado se desarrolló en un aparente clima de cordialidad con el protocolario intercambio de regalos o las pintas de cerveza que compartieron en un pub Xi y el primer ministro británico, David Cameron.
No es probable que la indiscreción real ayude a engrasar unas relaciones bilaterales que Gran Bretaña ansía por el potencial económico chino.
Cuestiones políticas en el pasado como las recepciones al Dalai Lama o más recientes como la actitud británica en las controvertidas aguas del Mar del Sur de China o el presunto secuestro de un librero en Hong Kong han perturbado la buena salud de esas relaciones.
No es ésta la primera vez que un viaje oficial chino causa polémica.
Algunos medios acusaron en 2014 a Pekín de amenazar con cancelar una visita de tres días del entonces primer ministro, Li Keqiang, si no se le garantizaba una audiencia con la Reina.
Más polémicas aún fueron las declaraciones del Príncipe Carlos tras la devolución de Hong Kong a Pekín.
El hijo de la Reina calificó a los líderes chinos de "horribles figuras de cera" y se rió del estilo soviético de los desfiles militares.
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