Al final de la Segunda Guerra Mundial a España la condenaron por su ayuda esencial a las potencias enemigas. Le recordaron al país que su División Azul había luchado contra la Unión Soviética. Tampoco quisieron olvidar que Madrid se había apoderado de Tánger a pesar del estatus internacional de la ciudad y de sus alrededores y que había mantenido a un vasto ejército en el Marruecos español.
"Los tres gobiernos se sienten obligados a declarar que, por su parte, no darán su apoyo a una solicitud de admisión que sea presentada por el actual Gobierno español, el cual, habiendo sido establecido con el apoyo de las potencias del Eje, no posee, en razón de sus orígenes, de su naturaleza, de sus antecedentes y de su estrecha asociación con los Estados agresores, los títulos necesarios para justificar su entrada [en la ONU]", se afirmaba en la declaración conjunta de los presidentes de EEUU, el Reino Unido y la URSS hecha en la conferencia de Potsdam en 1945.
"El régimen de Franco, por su origen, naturaleza, estructura y conducta general, es un régimen modelado por el fascismo y establecido principalmente como resultado de la ayuda recibida de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini" decía el estudio del Consejo de Seguridad de la ONU sobre situación política en España realizado entre mayo y junio de 1946.
Excluida de los organismos internacionales, España se enfrentó a un hecho más: se recomendaba a todos los países miembros de la ONU a retirar inmediatamente de Madrid a sus embajadores y ministros plenipotenciarios allí acreditados.
Y a primera vista, pareció que el Gobierno de EEUU rompió las relaciones con España: votó contra Franco y ordenó a su embajador en España, Carlton Hayes, abandonar Madrid.
Un doble juego
Pero la retórica de EEUU empezó a cambiar en diciembre de 1947. El agregado militar español en Washington remitió un telegrama cifrado al Gobierno franquista que claramente contradecía lo establecido antes en la conferencia de Potsdam. El mensaje secreto, publicado por El País, decía lo siguiente:
"[El número] tres actual [del Ejército de EEUU] recibió contestación a memorándum dirigido conjuntamente por Ejército y Marina a [Departamento de] Estado sobre necesidad de mejorar radical y urgentemente relaciones con España [...]. Las relaciones con España en todos sus aspectos se normalizarán con toda rapidez sin ruido ni comunicado a la prensa. Mi informante [...] entiende que [sería] conveniente [que] sigamos nosotros un política semejante de discreción en [las] manifestaciones exteriores durante proceso [de] cambio".
Como consecuencia de este paso, Franco autorizó a los militares norteamericanos enviados a Europa y a sus familias a poder entrar en España sin pasaporte. Truman, a cambio, concedía poco después, en 1951, los primeros créditos al régimen por valor de cientos de millones de dólares. A través de estos créditos Truman solicitaba el control de los puertos de Mahón, Cartagena, Cádiz, Ferrol y Santander.
¿Algo fue mal?
El inesperado giro en las relaciones iba cobrando fuerza. Sin embargo fue entonces cuando Truman decidió no dudar en expresar su verdadera postura hacia el país ibérico. Así, el 7 de febrero de 1952 el presidente declaró públicamente en la Casa Blanca que él nunca había sentido mucha simpatía hacia España.
Sus palabras provocaron una fuerte polémica, causando un verdadero incidente diplomático dado que aparecieron en pleno acercamiento secreto entre los países. Truman mostraba abiertamente su desprecio y antipatía por el régimen mientras en privado quería normalizar las relaciones. Algo que pudo echar por tierra los importantes Pactos económico-militares con Estados Unidos de 1953.
El gobierno norteamericano pretendió explicar su postura afirmando que le molestaba la supuesta intolerancia española por las confesiones disidentes y que los protestantes no gozaban de la libertad necesaria para profesar su fe.
Los medios españoles tacharon sus palabras de injerencia en los asuntos internos de otro país y de intento de romper la unidad católica de la nación.
Los medios norteamericanos, por su parte, afirmaban que era sabido que Truman no había mirado nunca con buenos ojos a España. Sin embargo, tampoco pudieron ocultar su sorpresa. Y estaba claro el por qué: EEUU le concedía a Franco créditos por valor de cientos de millones de dólares a cambio de obtener permiso para implantar bases militares en territorio español.
"Acaba de conceder al régimen franquista 100 millones de dólares en forma de ayudas a través de la Agencia de Seguridad Mutua y de autorizar un préstamo de 62,5 millones de dólares por el Banco de Exportación e Importación", escribía el corresponsal en Washington de la cadena de periódicos Scripps-Howard.
"Y aparte de negociar con España, proyectamos concederle otros 150 millones de dólares de los fondos de la Agencia de Seguridad Mutua".
Sin embargo, a pesar de toda la incertidumbre causada por el incidente diplomático, las relaciones lograron restablecerse.
En 1950 la Asamblea General de la ONU revocó por amplia mayoría —gracias al apoyo estadounidense y a la abstención francesa y británica— la resolución de condena del régimen franquista de diciembre de 1946. A Madrid regresaron los embajadores occidentales y, en 1955, se aprobó la entrada de España en el organismo internacional.
El 26 de septiembre de 1953 se firmaron los Pactos económico-militares con Estados Unidos, compuestos por:
1. El Convenio Defensivo.
2. El Convenio sobre Ayuda Económica.
3. El Convenio Relativo a la Ayuda para la Mutua Defensa.
Como consecuencia, durante los primeros diez años de vigencia de los acuerdos se instalaron en territorio español cuatro grandes bases militares estadounidenses. Fueron tres bases aéreas —Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz— y una naval —la Base Naval de Rota—, además de otras instalaciones menores como los escuadrones de vigilancia aérea. Aparte de la disposición de bases militares en España, el pacto preveía que Washington, en los primeros años, gozase de capacidad para tomar decisiones unilaterales sobre ellas.
La compensación económica que a cambio recibió España de Estados Unidos entre 1953 y 1963 se estima en 1500 millones de dólares, según un pacto que se renovaría en los años siguientes. Sputnik
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