Cumbre entre Macron y Putin días antes del G7 definen la ruta del esperado G8 en Miami

  30 Agosto 2019    Leído: 1373
Cumbre entre Macron y Putin días antes del G7 definen la ruta del esperado G8 en Miami

Lo más importante del G7 en Biarritz fue la celebración de la cumbre en Brégançon entre el presidente galo, Emmanuel Macron, y su homólogo, Vladímir Putin, con el fin de reincorporar a Rusia al G8 a demanda expresa de Trump. También la sorprendente entrevista del canciller iraní con el presidente Macron, al margen del G7, fue altamente significativa.

Existen cumbres históricas, como la del G7 ahora en Biarritz (Francia), que son mejor definidas por sus reuniones al margen y no en sus deliberaciones internas. 


Después de varios años de patente disfuncionalidad del G7 —una agrupación caduca que no cuenta con actores geoestratégicos de primer nivel como Rusia y China, ni se diga la India—, ahora en 2019 marca un notable punto de inflexión con dos reuniones del anfitrión.

El presidente galo, Emmanuel Macron, de 41 años, tres días antes del G7 mantuvo una reunión con el presidente ruso, Vladímir Putin, y al margen de la cumbre heptapartita en el Palacio Municipal de Biarritz con el canciller iraní Mohammad Javad Zarif con el fin de distender la crítica situación en el golfo Pérsico.

Llama poderosamente la atención que las reuniones de Macron con Vladímir Putin y el canciller iraní Zarif hayan tenido mayor relevancia que la misma cumbre, donde, cual su costumbre, se expresaron buenas intenciones para atemperar los ánimos de la guerra comercial entre EEUU y China, así como para participar como apagafuegos del mega-incendio del Amazonas, que en lugar de ser resuelto desembocó en un enfrentamiento verbal entre el presidente brasileño Bolsonaro y su homólogo galo.


La cumbre entre Macron y Vladímir Putin tres días antes del G7 —bajo el pretexto de distender la situación en Ucrania— tuvieron como objetivo la reincorporación de Rusia al esquema del G8, a demanda expresa del presidente Trump, quien piensa lucirse en la próxima cumbre, quizá ya del G8, que se celebrará en Miami en vísperas de las elecciones en EEUU y donde Florida cuenta con 29 cruciales votos electorales que pueden ser definitorios para la hipotética reelección de Trump.

El reingreso de Rusia al formato del G8 no es menor y deja atrás las sanciones y las falsas acusaciones sobre el contencioso de Crimea. 


La prensa de Occidente boicoteó la cumbre de Brégançon, que se encuentra a 800 kilómetros de Biarritz, la residencia francesa presidencial de verano. 


De hecho, Brégançon estuvo en el corazón mismo del G7 en Biarritz que, gracias al apoyo de EEUU, no tendrá más alternativa que reincorporar a Rusia al formato del G8. 

En una entrevista, el excanciller galo Hubert Védrine comentó, en vísperas de la trascendental cumbre de Brégançon, que "ya era tiempo de regresar a una política más realista con Rusia", ya que la exclusión de Moscú constituye "una estrategia absurda". ¡Tiene toda la razón!

Quizá el excanciller galo Védrine ignoraba, o no fue informado, sobre el objetivo de la cumbre en Brégançon: la reincorporación de Rusia al G8 a demanda expresa del presidente Trump.


El Secretario de Estado y exdirector de la CIA, Mike Pompeo, confirmó que EEUU estaba haciendo su máximo esfuerzo para el retorno de Rusia al G7, en el resucitado formato del G8.

Rusia busca la invitación formal de los miembros del G7 y no solamente del país anfitrión del año entrante, como afirmó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, "sería imposible" que Rusia se reúna con el grupo heptapartita con la invitación de "solo un miembro" ya que "para Rusia, la membresía en el G7 o el regreso del G7 no constituye un objetivo en sí mismo".


Después del G7 en Biarritz y con el peso de la sombra de Brégançon en su cumbre con Vladímir Putin, el presidente galo Macron advirtió a los países occidentales de no cometer el "error estratégico" de alienar a Rusia: "estamos viviendo el fin de la hegemonía occidental", cuando el ascenso simultáneo de Pekín y Moscú son señales de "un giro en el escenario mundial". 

Macron agregó que "el principal problema en el mundo no es más Rusia, sino EEUU", pese a que la relación de Paris y Moscú se había agriado desde 2014 con los contenciosos de Ucrania/Crimea/Siria.

Macron exhortó a "repensar" las relaciones con Moscú ya que de otra forma Europa estaría atrapada como "teatro de una batalla estratégica entre EEUU y Rusia". Juzgó que era un grave error empujar a Moscú a los brazos de Pekín: "estamos empujando a Rusia a su aislamiento, lo que incrementa las tensiones o de aliarse con otras superpotencias como China", lo cual no es del interés de Europa, ya no se diga de Francia. 


¿Opera solo Macron en nombre de Francia o lo hace como el nuevo líder de la Unión Europea a punto de desmembrarse con la salida de uno de sus miembros, Reino Unido, debido al Brexit, cuando Alemania pasa por una ominosa decadencia política?

Macron posiciona a Francia como un "poder de equilibrio" entre Rusia y sus rivales, entre EEUU e Irán y entre países ricos y pobres.

Según el portal The Globalist, existió un quid pro quo entre los presidentes Macron y Trump: el primero aceptó el reingreso de Rusia al G8 a cambio de la distensión en el golfo Pérsico mediante el arribo espectacular del canciller iraní Zarif al palacio municipal de Biarritz, mientras se celebraba la cumbre del G7. 

El arribo del canciller iraní Zarif fue espectacular. Es lo que llaman los franceses un coup de théâtre. 

También pareció un encuentro armado con la tácita aprobación de Trump quien no respiro en absoluto y dejó el libre albedrío del anfitrión quien jugó a las mil maravillas sus dotes diplomáticas.


La labor de Macron habrá sido de lubricación diplomática.

Los cuatro miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, a los que se les suma Alemania, firmantes del acuerdo del contencioso nuclear iraní lo desean mantener. El acuerdo fue rescindido por Trump con el pretexto de que fue catalizado por su antecesor, Barack Obama. 

En realidad, el presidente Trump busca un acuerdo que complazca a su gran aliado, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien anhela incorporar el tema de los misiles iraníes.

El mismo presidente Macron comentó que EEUU estaba abierto a reunirse con los negociadores de Irán, lo cual le daría a Trump un gran realce para su tambaleante política exterior cuando su aliado, Netanyahu, padece los estragos de un incierto resultado electoral en las próximas elecciones a inicios de septiembre.


Los avezados negociadores iraníes, que han mostrado una enorme resiliencia, han evocado el levantamiento de las asfixiantes sanciones de EEUU como requisito para sentarse a negociar.

Los resultados del G7 en Biarritz no se dieron en su seno, sino en su tangente cronológica tres días antes con la trascendental cumbre de Macron y Vladímir Putin, y con la distensión con Irán en el golfo Pérsico. 

Quizá haya sido la última cumbre del G7 que el año entrante se puede reconvertir en un G8 con la ineludible presencia de Rusia en el resucitado G8. En espera, más adelante, de un G9 con China.

Sputnik


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