Sin embargo, parece que no todo es tan bueno, pues ahora saben que deben cumplir con una serie de requisitos al convivir de cerca con Meghan Markle y el príncipe Harry, quienes acostumbran salvaguardar con gran celo su intimidad.

Y es que durante una reciente reunión residencial a la que acudieron varios vecinos, un miembro del personal de la finca de los duques, ofreció una serie de indicaciones a las personas que van a vivir cerca del hijo y la nuera del príncipe Carlos de Inglaterra.

Entre ellas, destaca que no pueden entablar conversación con la pareja real, así como tampoco solicitarles ver a su bebé, el pequeño Archie.

Por si fuera poco, también tienen prohibido hacerles llegar cualquier tipo de correspondencia a su domicilio, y acariciar a los dos perros de Meghan y Harry en caso de que se los encuentren, según reveló el diario británico Daily Mail.

Y aunque la mayoría de las 400 personas que viven en esa zona son funcionarios y trabajadores de la Familia Real británica, no tomaron nada bien esas indicaciones y señalaron que les parecen exageradas, pues argumentan que al trabajar para la realeza "saben comportarse respetuosamente".

"Sería divertido si no fuera tan desmesurado. Es extraordinario. Nunca hemos oído nada igual. Todos los que viven en la finca trabajan para la Familia Real y saben comportarse respetuosamente. Con la Reina no se nos dice cómo comportarnos. Ella está muy contenta de que la gente pueda saludarla", comentó uno de los vecinos al diario británico.

Sin embargo, parece que esas estrictas reglas no fueron ordenadas por los duques de Sussex, pues funcionarios del palacio dijeron que ni Meghan ni Harry, ni el propio palacio de Buckingham hicieron ninguna solicitud para que se les diera instrucciones a los vecinos.

Ante esta versión, parece que todo fue obra de un miembro bien intencionado del personal real, que quiso ofrecer orientación en la reunión comunitaria para una mejor convivencia.

Lo cierto es que esta situación se suma a las críticas de las que fueron blanco los duques, por gastar poco más de US$2.6 millones del dinero de los contribuyentes en el jardín de la casa donde viven.

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