Cuando una mala relación termina es habitual proponerse que, para la siguiente, elegiremos como pareja a una persona completamente distinta de nuestro “tipo” habitual. Pero si está usted en una situación parecida debería saber que una cosa es pensarlo y otra muy diferente, conseguirlo. Una investigaciónreciente llevada a cabo en la Universidad de Toronto y publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) de Estados Unidos ha concluido que tendemos a enamorarnos del mismo tipo de persona una y otra vez. Los investigadores han explicado que, aunque lo más común cuando una relación acaba es atribuir la ruptura a la personalidad de la ex pareja y tomar la decisión de enamorarse de otro tipo de persona, existe unatendencia muy acusada a continuar teniendo parejas con una personalidad parecida. En resumen, que acabamos saliendo con la misma persona una y otra vez.
Yoobin Park y Geoff MacDonald, autores de este estudio realizado a lo largo de varios años sobre una muestra de más de 300 personas (y sus sucesivas parejas) en Alemania, han declarado a la revista Science Daily: “Si nos descubrimos a nosotros mismos teniendo los mismos problemas en una relación tras otra quizá deseemos reflexionarsobre cómo gravitar siempre hacia los mismos rasgos de personalidad en nuestras parejas está contribuyendo a la pervivencia de nuestros problemas”.
Si tenemos los mismos problemas en una relación tras otra, quizá es que escogemos los mismos rasgos de personalidad en nuestras parejas.
“Parece ser que no hay ninguna teoría que defienda que la elección de pareja sea algo que realizamos al azar”, afirma también la psicóloga y terapeuta Rosa Barceló. “Nuestras decisiones tienen que ver con la repetición de modelos que hemos aprendido a través de los primeros vínculos con las figuras parentales, y también con la identidad. Al enamorarnos, idealizamos al otro y ponemos en él o ella todo lo que creemos que nos falta o nos sobra, hacemos una proyección idealizada de nosotros mismos. También existe la química, pero el amor no puede reducirse a ella, pues en él intervienen factores como la búsqueda del ideal, la necesidad afectiva y la atracción física e intelectual”.
La teoría del apego, desarrollada por el psicoanalista inglés John Bowlby en la década de 1950, afirma que los seres humanos seguimos en la edad adulta los patrones de relación que aprendimos en la infancia. Desarrollamos un apego seguro cuando nos han educado con afecto, atendiendo nuestras necesidades y emociones (sin sobreprotegernos) y poniéndonos unos límites claros y adecuados. Desde este estilo educativo nos identificamos con el modelo y buscamos parejas similares, que nos traten de manera sana y satisfactoria. Y nuestro comportamiento va en la dirección de mantener la relación de manera sana y satisfactoria.
Pero ¿qué sucede cuando la figura de apego es rígida e inflexible, o cuando muestra rechazo u hostilidad ante nuestras necesidades, o si unas veces las atiende y otras veces no? En esos casos podemos generar inseguridad, miedos y ansiedad, y es entonces cuando buscamos parejas que mantengan estos estados y acabamos convirtiéndonos en personas que entienden las relaciones desde el conflicto, sintiéndonos incómodos a menudo, desconfiados o ansiosos.
“El estilo de relación es un aprendizaje”, aclara Rosa Barceló, “no un instinto, por lo que tenemos margen de movimiento. Lo que aprendimos se puede desaprender, aprendiendo otra manera de relacionarnos y abriéndonos a características diferentes. Pero repetimos el patrón si no somos conscientes de nuestros miedos e inseguridades o no hacemos nada para afrontarlos”.
John Bowlby comprendió, gracias a sus investigaciones, que la evolución nos ha programado para elegir a un individuo en particular de nuestro entorno y convertirlo en alguien valioso para nosotros. Esto es así porque a lo largo de la evolución la selección natural favorecía a las personas que creaban vínculos de apego, ya que estos les proporcionaban una ventaja en la competición por la supervivencia.
“El estilo de relación es un aprendizaje, no un instinto” así que podemos modificarlo.
ROSA BARCELÓ Psicóloga y terapeutaLa necesidad de estar cerca de una figura significativa es tan importante que el cerebro posee un mecanismo biológico específico encargado de crear y regular nuestra relación con las figuras de apego (padres, hijos y parejas sentimentales). Este mecanismo, llamado “sistema de apego”, consiste en un conjunto de emociones y conductas que nos garantizan seguridad y protección siempre que permanezcamos junto a nuestros seres queridos. Su existencia explica, por ejemplo, por qué los niños sienten ansiedad cuando se les separa de su figura materna, por qué la buscan desesperadamente o lloran con desconsuelo hasta que el contacto se restablece. Ese tipo de reacciones se conocen como “conductas de protesta”, y seguimos recurriendo a ellas en cierto modo en la edad adulta.
Como también recurrimos –según parece– a buscar en nuestras parejas los mismos rasgos y patrones de personalidad. ¿Estamos condenados a repetir siempre la misma historia? Rosa Barceló explica que podemos vencer ese determinismo y aprender a no tener relaciones que no nos convienen. Para ello, lo primero es conocerse bien: “Repetimos el patrón si no somos conscientes de nuestramanera de relacionarnos. Repetimos la historia si no cambiamos nada. Puede que me guste siempre el mismo tipo de persona, pero mi manera de relacionarme con ellas pueda dar resultados completamente diferentes. Por ejemplo, puedo ser una persona sumisa a quien le gustan personas dominantes, pero puedo aprender a decir lo que siento, a no sobreadaptarme, a poner límites desde el respeto… Y la relación con una persona de características similares puede ser muy diferente. Es como una ecuación x = y. Si x se multiplica por 2, o bien se rompe la igualdad (la relación), o bien ytambién se mueve, dando lugar a 2x = 2y. Cambiando yo, cambia la relación”.
Además de trabajar el autoconocimiento, para ser capaces decambiar el argumento de la historia de nuestras relaciones Barceló sugiere darse siempre un tiempo para uno mismo: “Después de una ruptura es adecuado estar un tiempo solo o sola, demostrarnos que podemos estar bien sin pareja; porque solo así, desde el estar bien a solas, no nos abocaremos a repetir relaciones no satisfactorias sin que nada cambie en ellas. Trabajar en conocer nuestros miedos e inseguridades, preguntarse qué comportamientos no adecuados se repiten una y otra vez en las relaciones. ¿Qué hago yo para “provocar” ciertas situaciones? ¿Qué le permito a mi pareja que no tendría que permitir? ¿Qué necesidades tengo que me gustaría cubrir? Solo desde el “estar bien conmigo mismo o misma” puedo aprender, mejorar mi manera de relacionarme, no permitir aquello que no es permisible en una relación y sobretodo, dar lo mejor de mí”, afirma la psicóloga.
Para vencer la tendencia a un tipo de pareja es clave conocerse, analizar nuestros miedos e inseguridades.
Lavanguardia
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