Identifican el origen de una de las señales más intrigantes para la astronomía moderna

  28 Junio 2019    Leído: 881
Identifican el origen de una de las señales más intrigantes para la astronomía moderna

Las primeras ráfagas rápidas de radio se descubrieron hace 12 años y aún no se sabe qué tipo de objeto cósmico las produce.

Desde 2007, hay un tipo de señales llegadas desde el espacio que intrigan a los astrónomos. Desde la Tierra se perciben como ráfagas de radio brevísimas, de un milisegundo, y muy débiles. Pero esa percepción solo se debe a su origen remoto. En ese milisegundo de brillo emiten tanta energía como el Sol en 80 años. Por ahora, no se sabe qué tipo de objetos producen los FRB (ráfagas rápidas de radio, de sus siglas en inglés), aunque existe un buen número de hipótesis.

Hasta ahora, se han descubierto 85 de estas señales, pero solo una de ellas, FRB 121102, se había localizado con la precisión suficiente como para conocer su galaxia de origen. Esa ráfaga era también bastante particular dentro de una familia de por sí extraña. Era una de las dos que después de ser descubiertas se han vuelto a repetir. En el resto de los casos, pese a mirar en la misma dirección del cielo, las ráfagas resultaron ser un fenómeno único.

Los detectives que tratan de desentrañar este misterio cósmico han añadido una pieza más de información esta semana. Ayer, la revista Sciencepublicó el trabajo de un equipo internacional de científicos que ha localizado por primera vez un FRB que no se ha repetido. Un grupo liderado por el investigador del CSIRO australiano Keith Bannister creó un sistema para localizar estos pulsos extremadamente breves y pudo averiguar que FRB180924, como se ha clasificado el nuevo descubrimiento, había surgido de las afueras de una galaxia del tamaño de la Vía Láctea a 3.600 millones de años de distancia de la Tierra.

La nueva información, obtenida con el radiotelescopio australiano ASKAP y mejorada con varios grandes telescopios ópticos de todo el mundo, no ha aclarado demasiado la naturaleza de los FRB, un asunto que ha generado decenas de teorías en busca de una explicación. La galaxia desde la que había llegado la primera ráfaga de origen conocido era pequeña y en ella estaban naciendo una gran cantidad de estrellas, una actividad que, se pensó, podría estar detrás de las señales. Sin embargo, la galaxia de este FRB es 1000 veces más masiva y en ella apenas se forman nuevos astros. “Esto quiere decir que los FRB pueden proceder de un amplio rango de galaxias y entornos. No parece que sean necesarias unas condiciones especiales para que se produzcan”, opina Bannister.

La nueva observación puede significar que varias teorías sobre el origen de las ráfagas rápidas de radio sean correctas “¡o que ninguna lo sea!”, continúa el líder de la investigación. El nuevo FRB, explica, resta posibilidades de ser ciertos a varios modelos, al menos como explicación única del fenómeno. “Los agujeros negros supermasivos [monstruos con masas que pueden ser 10.000 veces la del sol y habitan el centro de las galaxias] están descartados, porque este FRB viene de las afueras de la galaxia. Las estrellas muy jóvenes, como un magnetar formado tres el estallido de una supernova, también están probablemente fuera, igual que los modelos que no necesitan galaxias, como el de las cuerdas cósmicas”, afirma. “En cualquier caso, que esta estrella sea tan diferente de la anterior nos obliga a replantearnos cómo pueden producirse FRB en entornos tan diversos”, concluye.

Mientras se averigua qué tipo de objeto genera estas señales intrigantes, los astrónomos ya les están buscando utilidad. Uno de las incógnitas que pueden ayudar a despejar estos pulsos llegados desde galaxias lejanas es el problema de la materia perdida del universo. Los astrónomos calculan que aproximadamente un 4% del universo está hecho de materia normal, como la que compone las estrellas o los seres humanos. Sin embargo, cuando miramos al cielo solo encontramos la mitad de esa materia en forma de polvo, gas y estrellas. ¿Dónde está la que falta?

“Creemos que está oculta en forma de gas entre la galaxia, en lo que llamamos el medio intergaláctico o la red cósmica, pero nadie lo sabe con seguridad”, apunta Bannister. Los FRB podrían servir como una especie de sonda para explorar esa inmensa red cósmica. “El plasma que atravesó este FRB a través del medio intergaláctico en su viaje hasta la Tierra quedó codificado en su señal”, explica el investigador del CSIRO. Si se descubren más pulsos similares, la información que transportan se podrían utilizar para desentrañar el secreto de la materia perdida del universo.

Elpais


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