Más allá de testimonios de visitantes anteriores y de las fotos que hayamos visto anteriormente, la ciudad sorprende por la pulcritud de sus calles, la limpieza y excelente estado de conservación de edificios, parques, fuentes y plazas.
La arquitectura urbana es reflejo de la peripecia histórica por la qué pasó esta región, partiendo de los orígenes mismos de la ciudad en la península de Absheron. En efecto, la ciudad vieja de Bakú -patrimonio de la Humanidad de UNESCO -, encerrada por sus murallas y baluartes, y dominada por la Torre de la Doncella, nos retrotrae a la época de la dinastía de los Shirvanshah, los reyes que dominaron esta región entre los siglos IX y XVI hasta que los persas safávidas pudieron completar su anhelo de conquistar este territorio para su imperio. Esta ciudad interior está salpicada de mezquitas, hammans, vendedores de alfombras, y lugares donde comer o hacer la pausa para un té.
Más adelante en el tiempo, y luego que esta región pasó a depender del Imperio Ruso, los destinos de la ciudad cambiaron definitivamente a partir del descubrimiento de petróleo a mediados del siglo XIX, lo cual generó un aumento de las inversiones foráneas hacia este lugar. Se destacan desde entonces las mansiones y edificios de la época de oro de los llamados barones del petróleo, cuando adoptaban las últimas tendencias arquitectónicas europeas de la Belle Époque, incluyendo el edificio de la Filarmónica de Azerbaiyán, inspirado en el Casino de Montecarlo, o casonas de estilos veneciano, imperial ruso o típicamente francés. La masiva utilización de la piedra local de color beige – piedra Aglay- otorga a todas las construcciones una sensación de orden y elegancia, similar a la que podemos ver en muchas grandes capitales europeas.
A todo esto se le suman edificios públicos construidos durante los 70 años de época soviética del país en la cual surgieron, además de grandes construcciones dedicadas a la actividad gubernamental – donde no escasea su iconografía de estrellas, oz y martillo-, muchos edificios dedicados a actividades artísticas como el teatro, la danza o el ajedrez.
Finalmente, sorprende la incesante aparición de rascacielos ultramodernos de vidrio y acero que se han construido fruto de la bonanza económica que encontró el país a partir de mediados de los años 90, destacando el curvilíneo Centro Cultural Heydar Aliyev, una de las últimas obras de Zaha Hadid, la Torre SOCAR -la empresa petrolera del país-, el estadio Crystal Hall y las ya emblemáticas Flame Towers, que haciendo honor al fuego que simboliza este país, se constituyeron en un icono del skyline de la ciudad.
Bakú mira al mar, desde donde llega el viento omnipresente. A lo largo de su bahía se dibuja un paseo de varios kilómetros en el que grandes arboledas dan sombra a cafés, juegos y senderos. Por la avenida que corre en paralelo, las grandes cadenas hoteleras internacionales y las más importantes marcas de la moda se exhiben a la caza de turistas y locales. Desde esa zona baja se aprecia la parte más alta de la ciudad, donde sobresalen en la colina la Torre de TV y el llamado “Callejón de los mártires”, monumento y fuego perpetuo que recuerda los turbulentos días de los enfrentamientos con las fuerzas de la entonces Unión Soviética.
A pesar de tener un 85% de su población que profesa la religión islámica, la ciudad parece mostrar menos mezquitas que otras grandes ciudades de mayoría musulmana. El laicismo que fijó en la Constitución azerbaiyana se percibe en las vestimentas y costumbres de la ciudad. Sin perjuicio de ello, lo arabo-musulmán se percibe en el arte, la música, las expresiones idiomáticas, y cómo no podía ser de otra manera, en la gastronomía. En este rubro se destaca el cordero asado al tandoor, yogures y quesos, frutas como la cereza y la granada, berenjenas, menta y albahaca, paklava y frutos secos.
Cuando cae la noche, las luces realzan la belleza de la ciudad. Los edificios más antiguos y monumentos son jerarquizados con sus focos mientras que las torres más nuevas no escatiman en recursos en materia lumínica. Es en este momento cuando parece que “la tierra del fuego” hace honor a su nombre.
Por el camino al aeropuerto se divisan a lo lejos torres de perforación de petróleo. La ubicación del país, sumado a este recurso estratégico, le otorgan la oportunidad histórica de servirse de su geografía y de su suelo en esta última etapa a la que ha llegado Azerbaiyán, independiente de los grandes poderes regionales que históricamente lo disputaron.
Con todo ese acervo, Bakú se muestra orgullosa y redobla la apuesta hacia el futuro.
Por Ramiro Rodríguez Bausero
Diplomático uruguayo. Académico.
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Etiquetas: Azerbaiyan