El portal científico Science Alert ha presentado en su documental “Vitamanía” la evidencia de la reaparición en plena época actual de la “enfermedad del viajero”, más conocida como “escorbuto” de arraigo en aquel pasado siglo XVIII.
Curiosamente la enfermedad de Barlow, Moeller o mal de Cheadle que no es más que la consecuencia de la carencia de ácido ascórbico, resurge en Estados Unidos, una nación que se da el lujo de desperdiciar la cuarta parte de los alimentos que consume cada año.
La sintomatología patética se expresa en las encías sangrantes, dientes en descomposición, cabello cada vez más fino y fatiga crónica, por lo que en esta ocasión hicieron que Sonny López fuese a visitar al doctor Eric Churchill en su consulta de Springfield (Massachusetts, EE.UU.), a sabiendas que no era la primera paciente con esos síntomas.
No más hace unos cinco o seis años se diagnosticó el primer caso, llegado al hospital en condiciones bastante dramáticas una persona que consumía como principio de su alimentación solo pan y queso, con el agravante de tener un problema de salud mental. Según el Doctor Churchill, “muchas personas con aprietos para conseguir comida procuran consumir copiosos comestibles altos en grasa y ricos en calorías”, dejando de lado el consumo de vitaminas, entre estas el ácido ascórbico. Así lo expresa en su película didáctica sobre el tema el estudioso médico.
“Desde entonces y ahora se han diagnosticado entre 20 y 30 casos de escorbuto“.
Historia ‘sangrienta’
Aunque el escorbuto es la enfermedad causada por la falta de vitamina C, descubierta en 1912—, ya en el siglo XVIII el médico James Lind, de la Armada británica, se dio cuenta de que los cítricos podían curar ese mal.
Encías sangrantes, un síntoma de escorbuto.
Durante los siglos subsiguientes, esta terrible enfermedad carencial cobró miles de víctimas entre los viajeros como resultado de la disminuida variedad de alimentos durante los largos viajes.
El consumo de un “caldo” de ramas de abeto—árbol rico en esa vitamina C — en 1735, salvó a los integrantes de una expedición rusa en el Lejano Oriente a las órdenes del teniente Dmitri Ovtsin de una segura muerte por escorbuto y todo gracias a las sugerencias de los habitantes de la zona.
Sin embargo, una de las víctimas más conocidas fue el navegante Vitus Bering, que falleció de escorbuto en 1941 junto a 28 miembros de su tripulación en una de las islas ubicadas al suroeste del océano Pacifico y que hoy porta su nombre: las islas del Comandante (Komandórskiye Ostrová, en ruso) en el mar de Bering.
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