La sala 39 del edificio de Villanueva está situada en la primera planta con vistas al Jardín Botánico. Con acceso directo desde la puerta de Murillo está dedicada habitualmente a la pintura francesa. Pero antes tuvo un uso muy diferente bajo el reinado de Fernando VII: era el lugar de descanso de la familia real cuando los monarcas, con su abundante familia, se desplazaban en carroza hasta la pinacoteca y necesitaban un lugar privado en el que descansar y asearse. Dentro del programa del Bicentenario, el museo inauguró ayer lunes una exposición en la que evoca lo que se considera uno de los espacios más singulares en sus doscientos años de historia. Se podrá visitar hasta el 24 de noviembre.
Pedro J. Martínez Plaza, técnico del Área del Conservación del siglo XIX ha sido el encargado de reunir los 44 cuadros que ocupaban totalmente las paredes de una sala de 11,5 por 9, 20 metros y, en un pequeño espacio anexo (unos cuatro metros), el mueble del retrete, realizado en 1830 por Angel Maeso que se expone junto a los útiles de aseo personal de los monarcas incluidas bacinillas y cepillo de dientes.
Este espacio privado para los monarcas se creó en 1828. Cuenta el comisario que la sala fue concebida como una galería iconográfica de la dinastía de los Borbones. Desde Felipe V, el primero, hasta Fernando VII junto a sus antecesores y parientes. Con similares y sencillos marcos dorados se puede ver la familia de Carlos IV pintada por Goya junto a retratos individuales de otros miembros de la realeza, del monarca y de su esposa, María Luisa de Parma. A Fernando VII se le puede ver en algunas escenas determinantes de su vida como la jura de Fernando VI como Príncipe de Asturias o el embarque real en el estanque del Retiro. Un lugar especialmente vistoso está ocupado por María Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII y fundadora del Museo del Prado, retratada por Bernardo López en 1829.
Pero si curioso es poder ver junta toda la galería de retratos de familia, no menos interesante resulta la contemplación del espacio dedicado al aseo real, un lugar desde el que podían admirar el Jardín Botánico según hacían sus necesidades sentados en el retrete de Ángel Maeso. Es un mueble de madera de pino forrado con caoba y palo santo y adornado con terciopelo amarillo, a diferencia del color cereza de las salas. Hay un orinal femenino, de forma alargada y uno masculino más alto y redondo que el destinado a las mujeres. Para volver acicalados a la sala común, los monarcas y su familia tenían un frasco de perfume de cristal, palangana de plata y un cepillo de dientes muy alargado junto a una cajita de metal aparentemente destinada a los polvos tipo bicarbonato con los que la realeza se limpiaba y desinfectaba la boca.
La exposición, patrocinada por Iberdrola, cuenta con recorridos virtuales que se podrán hacer en la misma sala y una experiencia inmersiva de realidad virtual, disponible en la web del Museo.
Elpais
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