Además de no poner huevos, destaca este sábado The Guardian, los pollos macho se desarrollan más lento para que las explotaciones avícolas puedan producir carne a partir de ellos. Debido a la implacable lógica del negocio, los fabricantes los sofocan habitualmente poco después de romper el cascarón o los meten vivos en trituradoras automáticas y así obtienen piensos para reptiles u otros animales.
Se trata de entre 4.000 y 6.000 millones de pollos sacrificados al año en todo el mundo. El nuevo método ha sido patentado como 'Seleggt': una detección química, parecida al test de embarazo. El sexo se determina por la presencia de cantidades importantes de una hormona femenina en los fluidos del huevo, que tiñen de blanco el indicador.
Las prácticas de masacrar a los polluelos provocan cada vez más controversias en las sociedades desarrolladas. No solo las razones económicas, sino una demanda del consumidor, propiciaron hace unos años una carrera global para desarrollar una solución más humana.
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