El descubrimiento fue realizado por el equipo del arqueólogo Walter Crist, del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, quien opina que a pesar de la distancia que separa Azerbaiyán de Oriente Próximo, habrían existido con toda seguridad contactos que propiciaron la expansión y el conocimiento de este tipo de juegos.
Curiosamente el hallazgo no se realizó in situ, sino que Crist encontró por casualidad la foto del panel rocoso en una imagen publicada por la web Azerbaijan International. Al compararlo con otras representaciones del antiguo juego se dio cuenta de que los patrones coincidían.
Junto al juego aparecieron varios ejemplos de arte rupestre, que a falta de una datación más precisa, se han establecido en unos 4.000 años de antigüedad, en la Edad del Bronce.
El más antiguo de estos juegos conocido es el que halló Howard Carter en la tumba del faraón Reny-Seneb, de la XII dinastía egipcia, fabricado en ébano y marfil y cuyo tablero de madera tiene tallada una palmera y los correspondientes 58 agujeros. Data del año 2100 a.C. y hoy se conserva en el Metropolitan Museum de Nueva York. El nombre Perros y chacales fue un invento suyo, ya que se desconoce su nombre original, porque las piezas llevan cabezas de esos animales.
También se desconocen las reglas del juego, aunque existen diferentes propuestas. Al igual que ocurre con el Juego Real de Ur, debía ser tan popular que nadie se tomó la molestia de dejar una explicación. Se cree que los jugadores debían tratar de recorrer con sus fichas las hileras de puntos, de acuerdo al valor marcado por dados, ganando quien consiguiera hacer llegar todas sus piezas primero.
Se han encontrado alrededor de 40 tableros similares, algunos fragmentarios, muchos fuera de Egipto y sobre todo en Mesopotamia y Palestina, desde alrededor de 1850 hasta 612 a.C. Aunque a menudo los tableros tienen formas diferentes, el diseño en general es el mismo, por lo que se cree que el juego no cambió mucho durante todo ese tiempo.
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