Varias administraciones estadounidenses consecutivas ignoraron este principio, dejando un legado de mentiras que perjudicaron toda la política exterior del país, escribe Carpenter en un artículo para The American Conservative.
El autor vincula el actual callejón sin salida diplomático respecto al problema nuclear norcoreano con un largo historial de violar los acuerdos y promesas de Washington.
"Durante su reciente gira asiática el presidente de EEUU, Donald Trump, invitó al líder norcoreano Kim Jong-un a la mesa de negociaciones y a 'hacer lo correcto', es decir, renunciar a las armas nucleares y al programa de misiles", recuerda el autor.
Se supone que una concesión tal llevaría el levantamiento de las sanciones y una relación más normal con la comunidad internacional. Pero desafortunadamente, Pyongyang tiene una abundante lista de razones para no confiar en estos llamamientos.
Carpenter prosigue a enumerar en su artículo los casos más destacados de la duplicidad de Washington que justifican la actitud cautelosa de Corea del Norte:
El acuerdo nuclear con Irán que, a pesar de que los demás firmantes testifiquen el cumplimiento de las condiciones acordadas por Teherán, se ve criticado por EEUU —uno de sus promotores en su época—, corre el riesgo del cese por iniciativa de Donald Trump, con consecuencias poco predecibles de este paso.
El engaño en Libia que demostró dos lados poco agradables para EEUU.
Primero, el líder libio Muamar Gadafi aceptó terminar el programa nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones económicas.
Siete años más tarde, EEUU y la OTAN intervinieron en el conflicto interno libio del lado de los rebeldes, y sus ataques aéreos y misiles balísticos apoyaron el derrocamiento de Gadafi y la posterior semidesintegración del país árabe.
Segundo, en aquel entonces el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó una resolución que preveía restringir la intervención militar a la misión de proteger a los civiles.
Rusia y China, ante las aseveraciones de EEUU de que la acción militar se concentraría exactamente en esto, no vetaron la decisión.
Pero la meta real —el cambio de régimen— se hizo clara una vez empezaron los bombardeos.
El autor cita el testimonio del secretario de Defensa, Robert Gates (2006-2011), acerca de la reacción de Moscú:
"Los rusos llegaron a pensar que les habían engañado en Libia. Se abstuvieron de vetar la resolución de la ONU porque se buscaba prevenir las masacres (…) pero pronto se hizo evidente que la OTAN buscaba derrocar a Gadafi. Creyéndose engañados, los rusos empezaron a vetar cualquier resolución parecida, incluida la de Siria destinada contra el presidente Bashar Asad", afirmó Gates.
La expansión de la OTAN hacia el este es otro ejemplo de la duplicidad estadounidense.
Moscú afirma haber aceptado la reunificación de Alemania bajo la condición de que la OTAN cesara de ampliarse en dirección a las fronteras de la URSS.
Dos altos funcionarios —el secretario de Estado de EEUU, James Baker y el ministro de Exteriores de Alemania Occidental, Hans Dietrich Genser— ambos ofrecieron garantías verbales de que la Alianza Atlántica frenaría en las fronteras alemanas.
Claramente, esto no fue el caso, y la 'explicación' de EEUU indica que no existen documentos formales que mencionen tales garantías. Cosas así "no inspiran la confianza entre los gobiernos", señala Carpenter.
La invasión militar de Serbia por la OTAN en 1999 —que una Rusia debilitada no pudo prevenir— llevó a la ocupación de la región histórica serbia de Kósovo. Nueve años más tarde, la provincia decidió independizarse oficialmente de Belgrado.
"Estaba claro que Rusia y posiblemente China habrían vetado una resolución al respecto del Consejo de Seguridad. Así, EEUU y sus aliados esquivaron por completo a la ONU, y aprobaron la independencia kosovar por su propia cuenta", comenta el autor.
Rusia advirtió que este controvertido paso marcaría un precedente peligroso y desestabilizador, algo que Washington descartó por ser el caso de Kósovo "único".
Para los estadounidenses, es doloroso admitir que su país adquirió una reputación bien fundada de engañar en su política exterior, pero toda la evidencia lo demuestra, escribe Carpenter.
Este "historial de duplicidad y traición" estadounidense está entre las razones por las que es tan difíficl solucionar la crisis norcoreana con diplomacia.
"Las acciones tienen consecuencias, y la reputación de Washington de ser poco sincero ha complicado los objetivos del propio EEUU en política exterior. Es un ejemplo clásico de una gran potencia disparándose en el pie", concluye el analista.
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