La vida del fotógrafo que sufrió el horror nazi se convierte en película
Estamos en uno de los sets de rodaje de El fotógrafo de Mauthausen, una película sobre las peripecias que vivió en el famoso campo de concentración nazi, en el que se internó a siete mil republicanos españoles, el fotógrafo catalán Francesc Boix (1920-1951) para conseguir ocultar fotos que testimoniaban el horror y los crimenes del III Reich y que sirvieron luego de prueba en los juicios de Nuremberg.
Mauthausen, por el que pasaron cerca de 190.000 presos, de los que murieron casi la mitad, se convirtió a lo largo de la guerra en un inmenso complejo concentracionario, con medio centenar de subcampos. Aunque no estaba considerado propiamente un campo de exterminio como Treblinka, Sobibor o Belzec, fue un campo de extraordinaria dureza, incluso para ser un campo nazi, y en el que de hecho se exterminaba a los internados (una gran mayoría presos políticos considerados enemigos incorregibles del Reich) sobre todo a través del trabajo extenuante aunque también funcionó (en Gusen) una cámara de gas. Los SS desplegaron en Mauthausen un sadismo particularmente sobrecogedor.
El rodaje de la película permite presenciar escenas tan insólitas como las de los deportados comiendo bocadillos, croquetas y empanadillas y hablando por los móviles
Entre los presos famosos del campo, además de Boix, figuran Simon Wiesenthal, Mariano Constante, Joaquim Amat-Piniella, o Peter van Pels, el adolescente que se escondió con Anna Frank. El personaje más celebre que nunca estuvo es, por supuesto, el impostor Enric Marco.
El filme, dirigido por Mar Targarona y protagonizado por Mario Casas, que ha perdido 12 kilos para encarnar al Boix preso (en general todos, actores y figurantes han rebajado peso, excepto, claro, los que hacen de nazis), se está rodando estos días en Terrassa y luego lo hará en Budapest, donde aprovechará los mismos decorados de un campo que se usaron en El niño del pijama de rayas. El estreno está previsto para septiembre u octubre próximos.
“Hay escenas muy duras”, admite Targarona, “no puedes contar esta historia sin ellas”. No obstante, continúa, la personalidad de Boix, “un superviviente, un hombre que amaba la vida, que no se dejó arrastrar a la desesperación y que incluso era algo pícaro”, ofrece una perspectiva soportable, no tan oscura.
Francesc Boix, en el campo de concentración.ampliar foto
Francesc Boix, en el campo de concentración.
La directora destaca la asombrosa aventura vital de Boix, que utilizó su trabajo en el laboratorio fotográfico de los SS para robar negativos y, jugándose la vida, esconderlos de cara a probar luego los crímenes. Boix, que intervino como testigo en Nuremberg, también realizó él mismo una gran cantidad de fotografías de Mauthausen tras la liberación que son testimonio asimismo de las atrocidades del campo.
Mario Casas no conocía a Boix antes de encarnarlo. Su historia le parece “fascinante” y el personaje un regalo. “Es un verdadero superhéroe, sin máscara, sin capa y sin superpoderes. En su caso la realidad supera a la ficción”. La recreación que se ha hecho del campo le parece “espectacular” y afirma que el adelgazamiento radical le ha servido para compartir en una pequeña parte el sufrimiento de los presos.
DIDÁCTICO Y EMOCIONAL
Mar Targarona afirma que lo más difícil de un filme sobre los campos nazis es “hacerlo creíble”, que el vestuario, los decorados y los rostros sean verosímiles. A tal fin se ha realizado un exhaustivo trabajo de documentación que ha incluido visitas al campo real y las consultas a Amical de Mauthausen. La directora subraya que pretenden que el filme sea didáctico además de muy emocional. Para ella ha sido especialmente interesante descubrir la existencia de las mujeres obligadas a ejercer la prostitución en el campo, a las que se hace mención en la película.
El rodaje de la película permite presenciar escenas tan insólitas como las de los deportados comiendo bocadillos, croquetas y empanadillas y hablando por los móviles o la de los operarios desmontando la famosa portalada del campo (de porexpan pintado), por la que se accedía al patio de garajes, tras rodarse la secuencia de la liberación del recinto (el 5 de mayo de 1945). Durante dicha escena se hizo caer la gran águila nazi que coronaba la entrada, con la mala suerte de que se partió antes de llegar al suelo (la directora quería que se rompiera en pedazos y mordiera el polvo al caer, como un símbolo del fin del poder hitleriano; en realidad, ese águila era de bronce y no se partió).
Los exteriores monumentales de Mauthausen se han reconstruido en un descampado junto al antiguo sanatorio de tuberculosos de Can Viver en Torrebonica. Ayer era posible entrar y salir por la puerta del campo con una libertad poco acorde con la realidad histórica. En el suelo se apreciaban roderas de orugas, quien sabe si de los Sherman de la 11 ª división acorazada de los EE UU que lo liberaron.
En la granja agrícola vecina se han adecuado unas naves para devenir el barracón de desinfección y la carpintería, donde Boix y sus camaradas escondieron parte de las fotos sustraidas a los SS. En el segundo escenario se pueden ver cajas apiladas con el águila nazi (uno podría creer que allí se esconde el Arca Perdida) y un letrero en la pared con el famoso lema irónico habitual en los campos de Arbeit macht frei, “el trabajo os hará libres”.Aún más siniestra es la reconstrucción que se ha hecho en el Parc Audiovisual de Cataluña, en el antiguo Hospital del Tórax, del hospital del campo, antesala de la muerte. Un retrato de Hitler preside el lugar y, para mayor espanto, una puerta al fondo da paso al plató donde se han reconstruido, con aterradora exactitud, cenizas incluidas, los hornos crematorios. Parece mentira que a muy poca distancia, unas puertas más allá, esté la academia de Operación Triunfo...
ElPais