La primera eyección de masa coronal, de magnitud M, tuvo lugar el 4 de septiembre. Le siguió una serie de otras erupciones, incluyendo una llamarada de extrema intensidad X9,3 el día 6 de septiembre.
"La materia solar alcanzó una velocidad 1,5 veces superior de lo que se esperaba y el golpe a la Tierra es más potente aún de los que se calculó. La dirección de esta fulguración es desfavorable para nuestro planeta: su campo está opuesto al terrestre y en estos momentos 'incinera' el campo de la Tierra", se explica en el informe oficial del Laboratorio de Astronomía de Rayos-X de la Academia de Ciencias de Rusia.
Las fulguraciones ya han sido catalogadas como las más potentes de los últimos 12 años.
Además de bellos fenómenos atmosféricos, este impacto podría tener repercusiones menos agradables, como irregularidades en el voltaje de los sistemas eléctricos, una radionavegación satelital defectuosa, así como el quiebre temporal de los sistemas de telecomunicaciones.
Más que eso, los sistemas de navegación biológicas de algunos organismos que se guían por campo magnético terrestre podrían llevar a sus portadores en direcciones erróneas, poniendo sus vidas en peligro. En 2016, un total de 29 cachalotes fallecieron varados en diversas playas del mar del Norte. Sus necropsias mostraron que no padecían ninguna enfermedad por lo que algunos investigadores sugirieron que la excesiva actividad solar podría la causa de esta catástrofe.
No obstante, el investigador principal del Instituto de Magnetismo Terrestre de Rusia, Borís Filipov, indicó a RT que no se deben esperar repercusiones mayores y que el campo magnético terrestre podrá restablecerse en un corto periodo de tiempo.
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