Pues bien, si el hormigón actual se hace de una mezcla de piedra caliza, arenisca, tiza, hierro y arcilla, entre otros ingredientes —todos carentes de esta peculiar característica—, los romanos añadían ceniza volcánica a la solución, lo que lo hacía más fuerte con el tiempo.
Al analizar las muestras de hormigón de las antiguas construcciones romanas submarinas con un sincrotrón encontraron que en su estructura, a fuerza del contacto con el agua de mar, se había formado un raro mineral hidrotermal llamado tobermorita de aluminio lo que provoca que el hormigón se endurezca y se haga, en esencia, más fuerte y duradero que inicialmente.
El descubrimiento se concluye que los constructores modernos tienen un par de cosas que aprender aún de los antiguos romanos. Ahora, Jackson está tratando de recrear el hormigón romano en el laboratorio, sustituyendo las cenizas volcánicas por las de hulla.
Sputnik
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